11.

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Capítulo 11.
"Te escucho llorar por las noches"

Se suele decir que uno de los mayores honores de la vida es cuidar de aquellos que alguna vez cuidaron de nosotros.

Y por ende hago referencia a unas de las personas más importantes de nuestras vidas; los padres. Aquellos seres tan extraordinarios que te enseñan lo que en verdad significa el amor incondicional, aquellos que están presentes desde el día en el que comienzas a dar tus primeros pasos y más que nada aquellos que sin interés alguno permanecen siempre al pie del cañón acompañándote durante tu propio trayecto de vida.

O durante la historia que tu mismo decidas escribir...

Es bonito referirte a los padres de tal forma, porque uno a primera instancia al escuchar la palabra "madre" o "padre" regularmente piensa lo mejor. Pero no siempre es así.

Muchos no corren con la misma suerte.

Algunos pequeños son abandonados en orfanatos y otros simplemente nunca llegan a conocer de aquel amor tan verdadero que se supone que deberían de sentir cuando vez a tu madre recogerte del colegio después de un día tan agotador o cuando escuchas a tu padre llamarte campeón sólo por haber obtenido el primer lugar en el proyecto de Ciencias.

Cuando pienso en la relación que llevo con mi madre es fácil decir que con ella puedo ser yo mismo. ¿Y por qué yo mismo? La mayoría de la gente va construyendo mascaras ante la sociedad sólo para crear una idea errónea de alguien que claramente no eres. Pero cuando tu conoces a alguien especial, ese alguien te hace saber que no necesitas ocultar tu verdadera esencia ni mucho menos ninguna de tus otras cualidades que te hacen ser único e inigualable.

Tan pronto y desperté noté que mi padre me miraba un tanto extrañado desde la puerta de mi habitación y eso habría sido suficiente como para yo albergar un extraño sentimiento sorpresivo. No entendía la razón del porque estaba ahí viéndome con tanto afecto, es decir, sabía que un padre siempre querría lo mejor para sus hijos y por lo tanto les guardaría un tremendo afecto inexplicable, sin embargo, esta se trataba de una ocasión diferente.

Parecía que mi padre intentaba decirme algo pero existía un motivo para después no querer hacerlo.

Hasta que finalmente el silencio que nos inundaba terminó porque así lo habría decidido yo.

— ¿Qué es lo que sucede? —Pregunté mirándolo directamente a los ojos.

— Nada en especial. Simplemente estaba preocupado por ti, Nicholas. ¿Te encuentras bien? ¿Hay algo que quieras contarme?

— ¿Por qué tendrías que estar preocupado por mí? —Dije atónito. —Me va bien en el colegio, ya no tengo más peleas y además...

— No me refiero a eso. —Sentenció. —Acompáñame. Daremos un paseo.

Rápidamente salí de mi cama y me cambie lo más pronto que pude, realmente tenía mucha curiosidad en saber a dónde iríamos. Bajé las escaleras y me encontré con mi madre, quién estaba muy sonriente, ella me miraba con una cara de absoluta y completa felicidad, al parecer hoy sería un increíble día para todos. A veces extrañaba sentirme así.

Pero luego recordé que quizá no era el sentimiento de extrañar sentirme así. Más bien era la nostalgia de pensar en que rara vez mi padre y yo hablábamos...

Una lágrima entre la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora