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Capítulo 9.
"Pequeñas piezas rotas"

Se suele decir que el amor es cuando dos personas se encuentran por casualidad y luego resulta ser que se estaban esperando toda una vida. El día que había conocido a Savannah debí suponer que simplemente se trataba de una pequeña casualidad; una casualidad que quizá no duraría mucho y ni siquiera viviría en mis recuerdos. Pero después comprendí que el destino es el que actúa por nosotros y en su mayoría nos presenta varias jugadas inesperadas.

Quise creer y verdaderamente anhelar que este sería un buen destino o al menos uno por el que valdría la pena luchar... porque Savannah y yo nos habíamos encontrado cuando ni siquiera estábamos buscándonos.

— ¿No se supone que estabas en detención? —Me cuestionó Savannah tratando de encontrarse con mi mirada.

— No vine porque quisiera regresar a clases... —Aseguré con timidez. No estaba muy seguro del por qué cada vez que entablaba una conversación con ella me resultaba verdaderamente complicado que la platica fluyera con facilidad.

— ¿Entonces por qué viniste? 

— Vine por ti. —Respondí sincero y después me encontré con sus ojos. Noté que a diferencia de hace unos segundos atrás, sus pupilas se habían agrandado ligeramente y sus mejillas estaban un tanto enrojecidas.  

No conté con exactitud el tiempo que estuve esperando fuera del colegio para que ella concluyera con sus clases, sin embargo siempre sabría que por Savannah esperaría lo que fuese necesario.

Savannah siempre sería la excepción a todo.

Observé por un momento que las nubes comenzaban a bloquear el sol por lo que temí que comenzará un diluvio abundante. Pero a ella no pareció importarle en lo más mínimo.

— No esperaba que fuéramos a vernos ahora. —Declaró.

— Eso es lo interesante de la vida ¿no lo crees? —Pregunté esbozando una gran sonrisa irónica.

— Borra la sonrisita, Nicholas. —Respondió con frialdad.

— ¿Y por qué debería de hacerlo? ¡La chica más bonita del colegio ha aceptado salir conmigo! —Espeté con felicidad y casi gritándolo a los cuatro vientos por lo que ella automáticamente comenzó a reír.

Eran pocas las veces que podía contemplarla en una situación como esta, Savannah lucía tan natural y tan única... con aquella risa que alegraba mi alma y llenaba mis vacíos y por lo que sólo pude concluir que su risa era una especie de alivio para ella, un pequeño tónico que necesitaba y calmaba.

Aunque no estaba muy seguro de sí me necesitaba a mí.

Comenzamos a caminar sin rumbo fijo, disfrutando de como el viento golpeaba nuestros rostros y siendo conscientes de que en lo absoluto el silencio entre ambos estaba muy lejos de llegar a ser o quizá tornarse un tanto incomodo. Al contrario, cada segundo que pasaba parecíamos gozarlo.

— Sabes... sé que las flores o las rosas son muy comunes para representar un arrepentimiento, pero creo que estás son verdaderamente especiales. —Rompí el silencio que nos inundaba y me apresuré a sacar de mi mochila el pequeño ramo de flores que el señor me había regalado hace ya unos instantes. —Sé que tienes una tremenda fascinación por las flores. Lo he notado.

Una lágrima entre la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora