Capítulo. 14 Te dejo ir...

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Los días pasan cómo si fueran años.

Hace unos meses recibimos una caja de los Lowell, contenía los papeles y el dinero que habían desaparecido. Mi familia ya está más tranquila. La semana llegó una carta y no era del banco. Christofer Lowell era. Al verla quise despedazarla para poder leerla, pero sólo la dejé, justo en donde cayó, simplemente me fui a mi habitación, me puse mis auriculares, intentado recordar algunas conversaciones entre Christofer y yo...

- En los próximos días inicio mis exámenes y trabajos finales, en verdad no me siento nerviosa, y en realidad hace mucho que no siento ninguna de mis emociones.

- Eres de piedra, ¿acaso?

- Claro que no, sólo confío en mí. – ella hizo una risa picarona –

- Me encantas tanto.

Estábamos en el taller de teatro, juntos. Íbamos a hacer una obra juntos en navidad. Pero nuestra navidad juntos, nunca llegó. En verdad quería entregarle lo mejor de mí. ¿Cómo puedo estar tan tranquila en mi cama, sin ir por la carta y leerla? Sin saber que me dice Chris. Quizá deben ser disculpas o cosas cómo "te extraño".

-Hija, llegó una carta.

Bajé lo más rápido que pude de las escaleras y le grité:

-Mamá, no la muevas. Déjala justo en donde la tomaste. – no sé porque reaccioné de esa manera, pareciera que mi madre tomó una bomba y quería evitar un accidente –

- Am, sí. Está bien. La dejaré aquí, en el suelo. ¿bien? – Me miraba cómo una loca que se escapó del hospital –

- Sí, así está mejor. Perdón por asustarte.

- He sí, no te preocupes hija. Mmh, el almuerzo está listo... ¿vienes?

- Sí, invité a Nick a venir, si no te importa.

- Oh, claro que no. Me alegra que converses con alguien, está bien.

Iba de vuelta con mis auriculares y sonó el timbre.

Abrí la puerta y era Nick, el muchacho de ojos azules y aquel pequeño lunar cerca de sus labios. Lo conocí hace dos meses en la preparatoria, es un buen chico. Primero me estuvo poniendo al día sobre las clases, cuando ingresé de forma inesperada en el colegio. Después nos volvimos amigos. Por ahora no cuento con amigas, dicen muchas cosas raras sobre mí, es extraño, no las conozco, no me conocen.

- Hola Romina.

- Hola Nick, eres muy puntual.

- Sí, una cualidad que pocas personas tienen hoy en día. – rio –

- Soy una de esas personas – reí – pasa, ¿ya almorzaste?

- No, porque me invitaste a almorzar, ¿no es así?

- Es verdad, que tonta. Ando pensando en demasiadas cosas... Vamos.

Empezamos a comer, yo no tenía nada que decir, no dejaba de pensar en la carta.

- Romina, ¿te encuentras bien? – me preguntó Nick –

- Sí, perdona. ¿cómo te ha ido hoy?

- Vi la carta en el piso. Todos levantan su correo, y me parece raro que tú no. Me pareció ver que la carta... es de él.

-Si, ¿qué tiene que ver él?

- Vi la carta en el piso. Todos levantan su correo, y tú no. La carta es de él.

- ¿Cómo lo sabes?

- Soy psíquico, Romina.

- ¿Qué? Yo, yo no lo sabía.

¿Qué tanto puedes saber de mí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora