Capítulo 12. Antes de que todo pasara

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Soy alguien común y corriente. Es mi último año en la preparatoria. Con las mismas caras, los mismos chismes, nada nuevo por descubrir, más que mi certificado al concluir, ¡Oh, que poeta soy!

Estoy yendo a casa de un amigo a pasar mi último lunes feliz sin las clases. Él no está bien, terminó con aquella chica rubia. Era bastante hipócrita, su apariencia física le ayudaba a serlo aún más. No sé cómo es que pudo conquistar a mi amigo y al mismo tiempo romperle el corazón, todo, en menos de 3 meses. En el tiempo que ellos salían, Sasha tenía una amiga. Sara era linda, pero, muy boba, le preguntaba algo acerca de la clase o de sus gustos, y sólo me miraba y seguía con el chicle en la boca, pareciera que se le saldría y que en cualquier momento me pegaba en la cara con todo y babas. Cuando Albert me contó lo que pasó, me puse a reír, porque desde el principio le dije "algo va a salir mal, y tú vas a salir lastimado" él me dijo "el que no arriesga, no gana".

- Hola, Albert.
- Hola, Chris. – sus ojos estaban muy rojos, no sé si se había echado un churro o simplemente lloraba. –

- ¿Cómo estás? – pregunté sarcástico –
- Hombre, ¿no me estás viendo? Estoy muy mal, no sé qué hacer. Me siento vacío sin ella...
- Sé que estás mal, ven aquí. – le extendí mis brazos –

- Gracias, amigo.
- De nada, sé que soy un buen amigo. – reí –
- Sí claro.

Terminó el abrazo. Le lleve dos helados napolitanos, dicen que alivia al dolor interior. Hicimos el reto de ver quien come más rápido el suyo, Albert no aguantó más, se congeló demasiado su cerebro que quedó quieto por unos segundos, creí que le dio una especie de parálisis, cuando se movió nos reímos de las tonterías que vamos a extrañar. Él se irá con sus abuelos, por lo tanto, se va de Londres, me deja. Hemos sido amigos desde pequeños, es como mi novio, mi confidente. Nunca sabrá que pienso así de él, es mucho para él. Sus padres me consideraban un hijo adoptivo, no sé si porque me la pasaba tanto tiempo en casa de Albert, jugando con Albert, comiendo con Albert, yendo a todos los festivales que habían... con Albert o simplemente por cariño. 

EL DÍA SIGUIENTE

Mi vida se ha vuelto aburrida o eso me ha dicho mi madre, según era más divertido y me interesaban las cosas, siento que aún me interesa lo necesario. La música es una parte fundamental de mi vida diaria, es cómo un complemento para vivir. El año pasado conocí a una chica, se llamaba Kazi, parecía que no tenía interés por nada. Cada vez que la veía, su cabello rojizo y lacio estaba del lado derecho; es así cómo se paseaba por la cafetería. En ocasiones la veía sin sus amigas, en la biblioteca con sus auriculares, no parecía la chica engreída que se paseaba en el campus, si no, alguien que estaba interesada en todo. La veía una vez por semana con un libro distinto, no sé si se aburría de uno y le interesaba otro. Una vez en la biblioteca, la observaba sin parpadear, me entretuve tanto que ni me di cuenta que ella ya no estaba en ese lugar, si no a un lado mío.

- Hola...
- Eh... hola. – contesté –
- Me has estado observando durante semanas, ¿qué te pasa? – contestó con desagrado –
- No, no, ¿por... por qué piensas eso? – tartamudeé tanto que se echó a reír –
- Es broma, tonto, pero, si me das un poco miedo. – dijo sarcástica –
- Lo lamento. Si te he observado, lo admito, pero, no es por lo que puedas pensar, es que...
- Sí. Cómo es que una chica como yo, está en una biblioteca. ¿verdad?
- No... - sonreí – Más allá de eso, ¿por qué cambias a cada semana de libro?, no es que dude que lo puedas leer, pero...
- Termino un libro cada semana, es lo único que hago en casa, bueno, aparte de mi tarea, no todo es ir de compras o lo que hacen mis amigas.
- ¿No eres de aquellas que van de tienda en tienda?
- No. Es lo que muchos creen, piensan que por ser pelirroja; tener amigas como las que tengo, no tengo cerebro. – rio –
- Uno de los que piensan así, soy yo. – le sonreí –

Viró sus ojos y me siguió sonriendo.

La recuerdo tan bien, sigue siendo una chica especial para mí. Éramos mejores amigos, hasta que conoció a un chico sin cerebro, creo que no sólo le gustaba que la hagan reír. Algunas veces la veo en el campus, en ocasiones me devuelve la sonrisa, y, en otras, me ignora sin más.

En fin. Son las 7:05 a.m. y sigo acostado en la cama viendo las figuras que brillan por la noche; las tengo desde los 11 años y siguen brillando, es extraño.

Salí corriendo, ya había perdido demasiado tiempo pensando en cosas del pasado.

Mientras corría, intentaba recordar mi horario, ayer no fui a clase por estar con Albert. En todo el día no hice nada más. Todo estaba cerrado, el colegio parecía una zona fantasma, sin alumnos. Iba a la salida cuando...

- Señor Lowell, ¿cómo ha estado? – calvo, pero siempre con un buen corte el director –
- Señor Andrews, muy bien y ¿usted? – hice un gesto de interés –
- Muy bien, gracias. Me preguntaba, ¿por qué no está en clase? ¿Llegando tarde cómo siempre?
- Tal vez... no fue culpa mía.
- ¿del autobús? ¿del perro que te persiguió y no quería dejarte entrar? O ...
- Ay profesor – le interrumpí – olvidemos lo pasado... este semestre será diferente, lo prometo.
- Eso espero. Vale, entre a clases...
- Sobre eso, no sé... que horario tengo... estuve ocupadísimo ayer.
- El horario se subió hace dos semanas, Chris. Bueno, vamos a la biblioteca para que te den una copia.

El director me acompañó sin pensarlo, me platicaba sobre sus vacaciones de verano con su familia. La señorita Robin me entregó el horario, fui corriendo al C3, era Literatura I con el maestro Allen Goodman. Toqué la puerta y abrí lentamente...

- Profesor ¿Goodman, de literatura?
- Sí, él mismo. – me contestó con un ceño fruncido-
- ¿Me da permiso de pasar? – mi voz temblaba de la vergüenza, todos me miraban –
- Mientras no sigas interrumpiendo mi clase, sí. -
- Muchas gracias. – Caminé entre los compañeros, mientras reían –
- Bien. Como han escuchado al muchacho...

El maestro ya había empezado la clase, alado de mí estaba una chica. No la había visto por el colegio. Tiene el cabello castaño, que combinan con sus ojos, vestía unos jeans azules y una blusa de cuadros rojos. Me miraba un poco extraño.

El maestro dejó unas lecturas del material, tocaron la chicharra y me fui a clases de ciencias... en el camino me encontré a aquella chica, era linda. Ella estaba con Clarissa, no sé porque me llamó mucho la atención, tal vez por sus pestañas tan largas y unos ojos cafés claros y sus labios tono rosa.

Ese día sólo tenía tres clases, matemáticas a las 12, era la maestra Valentina Patrick, me gustaba prestarle atención, era ya una señora grande, pero sin perder el toque de enseñar. Esperaba el timbre, porque tenía que irme al aeropuerto a despedir a mi hermano. Apunté e hice todos los ejercicios y pedí permiso para salir temprano, la profesora me dio el permiso y salí lo más rápido que pude, iba por las escaleras y la chica nueva corría por ahí, me distraje al verla, me tropecé con unos de los escalones, traté de frenar, pero, caí sobre ella.

- ¡Auch! – frunció el ceño y se tocaba la cabeza –
- ¿Estás bien? – pregunté desesperado –

¿Qué tanto puedes saber de mí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora