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Lunes, 24 de abril de 2114

Hola, soy D y tengo diecisiete años. No importa mi verdadero nombre, ya que nunca me gustó. No tengo apodos ya que no tengo amigos que me los pongan. Cuando alguien se dirigía a mí lo hacía por mi espantoso nombre, así que elegí "D" para evitarlo. D es una letra cualquiera y yo soy una chica cualquiera.

No me gusta pertenecer a un lugar pero vivo en la ciudad de Dreo desde los diez años y soy una nevada por ello. Soy independiente y solitaria y no creo que eso cambie. La pregunta es, ¿por qué soy una nevada? Simplemente, porque sobreviví a El Cambio y me acostumbré al congelado invierno de los páramos helados donde vivo, y donde se formó la ciudad subterránea de Dreo.

El Cambio afectó radicalmente a la vida en nuestro planeta y fue realmente brusco e inesperado. Donde un día hubo polos, ahora hay un extenso mar. Donde una vez estuvieron los bosques, ahora no hay más que un árido y desolador desierto. Y donde hubo grandes selvas tropicales, ha empezado a nevar. Hay quien dice que fue por el cambio climático. Otros dicen que fue por la seria influencia del humano en La Tierra. Los más creyentes lo atribuyen a un castigo de algún Dios. Nadie sabe realmente la razón y por qué ahora.

La vida se ha visto menguada en su mayor parte. Apenas quedan especies animales y la mayoría de las plantas ha muerto. Solo aquellos que supieron adaptarse viven todavía. ¿Qué pasó con los humanos? Más de la mitad cayó durante El Cambio: muchos murieron ahogados por las inundaciones y maremotos, otros fallecieron por el hambre y la deshidratación, y la mayor parte simplemente no aguantó. Los sobrevivientes formaron pequeños grupos cuyo único objetivo era sobrevivir de diferentes maneras.

Yo y algunos más, ya habituados al frío de nuestra antigua ciudad, nos trasladamos a los páramos helados. Derretíamos hielo para beber y, durante mucho tiempo, nos alimentamos de raíces. Muchos de nosotros murieron por enfermedades debidas al congelado y eterno invierno. Algún tiempo más tarde, encontramos bosques de coníferas en los límites de la llanura nevada. Estos, nos proporcionaron más abundancia de comida y cobijo durante algún tiempo. Sin embargo, no podíamos escondernos entre ramas de las poderosas tormentas de nieve, cada vez más frecuentes. Conseguimos abrir entradas a enormes cuevas subterráneas que se habían formado naturalmente. Allí no hacía tanto frío y con ventanucos de hielo, algo de luz podía entrar en las cavernas.

Según me han contado, se formaron otros grupos sin la capacidad de soportar el frío de la manera que lo hacíamos nosotros. Unos fueron a los recién formados desiertos, donde, aunque el sol calentaba abrasador, se instalaron y se alimentaron de los pequeños animalillos acostumbrados al sofocante calor. Otros, los habituados a navegar, comenzaron a vivir en la superficie, pescando y desalando el agua con un método muy eficiente. Tampoco es que me importe mucho lo que pasa con otras personas y en otros lugares.

Vivo con mi hermano mayor, Jake, en un habitáculo de la Gruta Principal. Mis padres murieron en El Cambio: mi madre sucumbió en un terremoto, bajo los escombros de lo que era nuestra casa, y a mi padre le alcanzó un rayo de una tormenta eléctrica, cuando estaba alertando sobre la misma a otras ciudades. También tuve una hermana, Sara. Tenía tres años cuando todo ocurrió. Se salvó de las catástrofes naturales para morir de fiebre y de neumonía un año más tarde. Lloré mucho por ellos y aún hoy me pregunto por qué no fui yo la que morí, por qué tuve que sobrevivir.

Ahora me preocupo solamente por mi hermano. ¿Por qué voy a preocuparme en querer a más gente para que después se muera? No hay razón para establecer lazos de amistad, lealtad o amor si al final se van a romper. Sin embargo, soy demasiado egoísta como para dejar a mi hermano y permitir que sobreviva por su cuenta, sin tener que cuidar de mí. Nunca tuve una relación muy profunda con Jake pero desde luego siempre fue un ejemplo para mí y aún lo es.

Admiro su fortaleza física y emocional, su valentía y generosidad, su inteligencia y su gran sentido del humor, el único capaz de sacarme una sonrisa. En aspecto se parece a mí y mucha gente dice que yo soy su versión femenina. Desde luego, no es en absoluto verdad, él es más guapo. Es pálido y tiene ojos grises, con vetas azuladas; es alto y de espalda ancha y fuerte; su cabello, largo hasta los hombros es moreno, casi negro, pero al sol se pueden ver mechones más claros; su expresión es dura pero tiene una sonrisa preciosa. Yo tengo el mismo color de pelo, los mismos ojos pero, obviamente, mi espalda no es ancha ni musculosa, y, aunque soy alta, no tanto como él. Tampoco tengo sonrisa bonita y, además, tampoco es que sonría a menudo. En cuanto al carácter, es totalmente lo opuesto a mí. Es sociable y divertido y en los siete años que llevamos en Dreo, se ha ganado el cariño de toda la población y tiene muchos amigos. No como su hermana, la rarita que está siempre sola.

No es que me importe lo que digan de mí.

Un diario para la posteridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora