Entrada_20

211 28 22
                                    

Martes, 18 de noviembre de 2114

Estuvimos mucho tiempo recorriendo el bosque. Soportamos nuevas tormentas, aunque nunca tan graves como la del principio, andamos kilómetros, parando sólo para comer y dormir, buscamos mucho a Javi y a Lorena, gritando sus nombres y metiéndonos en los escondites más enrevesados que encontrábamos. Y en ese tiempo, nuestra amistad se volvió muy poderosa.

Aparentemente, nuestro principal objetivo era encontrar a mi amigo y su compañera, pero tras algún tiempo, empecé a darme cuenta de lo fantástico que era vivir en un bosque, por mucho frío y viento que hiciera. Disfrutaba caminar de la mano de Adam, y encontrar a Javi ya no era una prioridad. Quiero decir, claro que quería encontrarlo y me esforzaba en ello, claro que lo echaba de menos. Pero ahora no lo necesitaba, simplemente deseaba conseguirlo.

Agradecía la compañía del chico rubio, ya que además de que me divertía y de que me prestaba todas las ayudas posibles, consiguió que yo no perdiera la esperanza de encontrar a los desaparecidos. Quizás era su permanente sonrisa, o su entusiasmo incansable para continuar cada mañana cuando despertábamos, pero aún esperaba cruzarme con una mirada esmeralda, distinguir una sombra muy negra entre la espesura, o, incluso, una mata de pelo morado.

Una noche, como unas dos semanas después de la gran tormenta, habíamos acampado bajo un gran pino. Era resinoso, pero proporcionaba un buen refugio. Ahora era mucho más fácil encender fuego ya que había ramitas descongeladas.

Adam estaba hablando de los pinos. Decía que habían evolucionado mucho y me explicaba los múltiples usos de la resina. Yo me encontraba tumbada encima de la lona tapándome bien con mi cazadora y aprovechando el calor que nos proporcionaba la hoguera. Apenas le escuchaba porque me pesaban los párpados y en breve iba a caer dormida. Supongo que se percató de mi estado de semi-inconsciencia porque paró de hablar y se tumbó a mi lado, envolviéndonos con el resto de la lona negra. De esta manera podíamos aprovechar nuestro calor corporal.

Murmuró algo que yo no pude percibir y me besó en la frente. Me despejé en seguida. Nunca lo había hecho pero supongo que los buenos amigos lo hacen. Mi hermano lo hace de vez en cuando. El caso es que me incomodó, porque me había gustado. En ese momento me di cuenta de que había permitido que Adam entrara en mi corazón. Él había conseguido que yo quisiera a alguien más, que me importase alguien más. Había conseguido lo que llevaba casi ocho años intentando evitar.

El problema residía en que yo adoraba la independencia y la soledad. Me encantaba reflexionar y sumirme en mis pensamientos, dibujar, tararear melodías y observar mi alrededor, actividades para realizar sin ninguna compañía. Y, sin embargo, me gustaba aún más pasear entre los árboles de la mano de mi amigo rubio, escucharle hablar, cantar con él, dormir abrazándole y contar algunos de mis pensamientos de vez en cuando.

Me quedé observándole varias horas mientras dormía. Le había crecido el pelo en este tiempo y le caían mechones desordenados por la frente. Sus párpados cerrados ocultaban sus simples pero bonitos ojos marrones. Tenía la piel pálida, aunque mucho menos que yo porque él en su momento había estado bastante bronceado, y algunas pecas sobre su nariz, que estaba ligeramente torcida. En la frente tenía algunas cicatrices de un pasado acné o, quizás, varicela. Tenía los labios entreabiertos y dejaba escapar unos ronquidos suaves de vez en cuando. No era un dios griego, pero, sin ninguna duda, era un joven muy atractivo.

Nunca me había fijado demasiado en chicos. Nunca me había enamorado o había querido hacerlo. Es decir, como cualquiera, había tenido esa época de querer tener a alguien en mi vida. Mil veces me imaginé que había una persona que me acompañaba en mis exploraciones de Dreo, que tenía alguien con quien quedar y, para qué ocultarlo, alguien que me cuidara, me acariciara y me besara…

Pero en mi interior sé que fue como un capricho. Al ver parejas acarameladas o jóvenes adolescentes con miradas perdidas y suspirando a cada rato por algún “amigo”, me había preguntado cómo sería tener eso. Quiero decir, me encantaría vivir una relación de película, disfrutar de momentos cliché, cruzar una mirada mágica con esa persona especial o, incluso, echarle de menos si se marchara. Pero realmente nunca fue algo que ocupase mi mente hasta el punto de desearlo fervientemente.

Si me cruzaba con cualquier chico guapo, podía claramente percibir si tenía ojos bonitos, si sólo era guapo de cara o si estaba bueno. Pero nunca me había llamado demasiado alguien específico… Tampoco es que conociese a nadie y no creo en el “amor a primera vista”.

En fin, un capricho hormonal. Porque está clarísimo que no necesito un compañero.

Y, aún así, en aquel momento, tumbada al lado de Adam, no me pareció mala idea. Porque bueno, estos días he dormido entre sus brazos (un poco musculosos), he pasado con él mucho tiempo a solas, nunca he hablado con nadie tanto como lo hago con él y, sin duda, se sentía bien. Él sabe prácticamente todo de mí y ya me conoce como a la palma de su mano. Al fin y al cabo, tener novio no debe de ser tan diferente a tener un muy buen amigo. Un amigo un poco mejor que el resto. Pero cómo voy a saber si Adam es esa persona si no tengo más amigos que me sirvan de referencia para comparar. No sé si le aprecio como a un buen amigo o si siento por él algo más.

Podría ser.

-----------------

N/A:

Perdón por no subir ayer...

Un diario para la posteridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora