Entrada_8

337 39 15
                                    

Sábado, 4:10 de la madrugada, 8 de junio de 2114

Tengo muchas noticias. Ayer le encontré. Javi vive en el bosque y no tiene planeado marcharse, lo cual me parece genial. Por otro lado, tampoco tiene muchas ganas de vivir bajo tierra, y le comprendo perfectamente. En realidad, está bastante cómodo allí fuera. Y disfruta de una fantástica (¡notad el sarcasmo personas del futuro!) compañía. Y esa compañía me la repatea, aunque también agradezco su existencia...

Empecemos por el principio: la excursión. Nat nos ha dirigido a través de los interminables y enrevesados pasillos hasta la salida. He intentado memorizar el camino pero ahora ya no me acuerdo de nada. Esta vez me he fijado en la combinación para salir: 20382412. Seguramente no sea una clave fija. La deben de cambiar cada poco tiempo. Aún así la he memorizado.

Una vez fuera, me he vuelto a sentir libre. He vuelto a ver a la conífera reina y he escuchado la maravillosa melodía de la naturaleza... Hasta que uno de mis compañeros, cuyo nombre no conozco, me ha despertado de mi ensimismamiento para decirme que le gustaba el, citando sus palabras, "árbol ese". Algo que no me importaba en absoluto. Le he ignorado descaradamente y el tipo se ha quedado sin palabras y se ha alejado con los demás. Fastidiada por la interrupción, una vez roto el hechizo que me había causado el bosque, he observado al chico alejarse. Es bastante alto y algo desgarbado. Su pelo es rubio y lo tiene muy corto. Anda algo encorvado, pero con un aire alegre y despreocupado. No me importa en absoluto quien es pero espero que no le haya molestado mucho mi indiferencia.

No sabía como examinar el bosque sin alejarme del grupo así que, al principio, he estado fijándome meticulosamente en todo mientras caminábamos pero sin adentrarme mucho en la espesura. He decidido no separarme de mi equipo para no perderme. No me malinterpretéis. Estoy deseando perderme. Pero tengo un instinto de supervivencia que me grita que no me escape ahora porque, primero, hace un frío horrible y, si me quedo quieta, seguramente me congele, literalmente, lo que me recuerda que tengo que comprar un abrigo más cómodo y más calentito; segundo, no tengo comida y no sé cazar, lo que me recuerda que TENGO QUE MEJORAR EN LAS CLASES; y, por último, va a anochecer, no conozco el bosque y no sabría encontrar refugio a tiempo en el caso de que una de esas horribles tormentas apareciese.

Además, Nat ha alargado el tiempo de la excursión a cinco horas porque mi equipo no había salido nunca de excursión (gracias a mí) por lo que ninguno de nosotros conoce el bosque. Nuestra agradable monitora ha decidido que recorreríamos el bosque entero, lo cual me ha venido de perlas.

Cuando ya llevábamos como tres horas en el bosque hemos parado a descansar. Me he acercado a Nat y le he pedido permiso para examinar los alrededores del claro donde estábamos. Le he dicho que me gustaría examinar las plantas y recoger bayas o alguna otra cosa comestible. A Nat le ha gustado la idea y les ha dicho a los demás que me imitaran. Todos estaban tumbados o sentados, disfrutando del descanso y cuando han oído lo que Nat les ha propuesto, me han mirado con odio. Como si me importase. Yo quería buscar a mi amigo.

Y mientras mis compañeros se levantaban y se quejaban, lo he visto. Un destello entre los árboles. Un reflejo de la poca luz del sol que había podido colarse entre el follaje. ¡Bendito reflejo! Aprovechando que nadie estaba fijándose en mí, me he dirigido hacia allí. Me he acercado y no he visto nada moverse. Andaba con cautela pero estaba segura de que, si alguien estaba ahí escondido, era capaz de escuchar mis pasos.

Cuando ya pensaba que me había imaginado el brillo, la persona escondida ha perdido la concentración y se ha movido, ha perdido el equilibrio y ha caído de espaldas. Para mi sorpresa, no era Javi. Era una joven de mi edad. Quizás algo menor. Su pelo, a diferencia de la mayoría de los humanos que conozco no era moreno, ni rubio, ni negro, ni siquiera pelirrojo. Su largo y ondulado cabello era morado, lo cual le daba un toque mágico a su aspecto. La chica era delgada y parecía bastante atlética. Su actitud parecía desenvuelta y segura. Desde el suelo, sus ojos negros me han mirado asustados y ha intentado irse corriendo. Esta vez he reaccionado rápido. La he agarrado de una muñeca y con una maniobra bastante útil que aprendí de mi padre, he conseguido que quedara inmóvil y no pudiera escapar.

Un diario para la posteridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora