Entrada_30

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Lunes, 1 de diciembre de 2114

En perspectiva, ahora que tengo un calendario y un mapa delante, el último mes de deambular por el bosque fue una completa y estúpida pérdida de tiempo. Pero claro, con el frío que ya les tenía hartos a todos, especialmente a los piratas, y lo pesados que estaban todos, no era tan fácil guiarse en el bosque. Lo que hicimos, básicamente fue ir hacia el norte. Suponíamos que nos encontraríamos con una señal humana y, en seguida, la entrada a la ciudad subterránea.

Pero eso es más fácil decirlo que hacerlo. Efectivamente, pasamos por delante de la entrada de Dreo pero no la vimos. Y, lo que es peor, cuando nos dimos cuenta que no podíamos ir más al norte unos días después, y regresamos sobre nuestros pasos, volvimos a pasar por delante y, de nuevo, no la vimos. Pero, no os lo perdáis. Decidimos coger otra ruta, de nuevo hacia el norte, y volvimos a pasar por delante y no, no la vimos.

Llegamos a una cordillera en el quinto cuerno, y allí, entre unos salientes, fue donde decidimos pasar la noche. Estábamos muy juntos y apretados para aprovechar el calor, pues en aquel lugar hacía mucho frío. Y eso es decir, porque llevábamos unos meses viviendo a la intemperie en un bosque congelado, donde el suelo estaba nevado y donde nos despertábamos cubiertos de escarcha. Pero en las faldas de aquellas montañas había un tiempo aún más frío. Incluso yo, que adoro el frío, empezaba a sentirme molesta con el clima. La única persona que parecía inmune al cambio era Lorena, quien le había dejado su manto de liebre a Javi, el que, por cierto, estaba muy cascarrabias. La pelimorada tenía solo un chaquetón y un fular para protegerse del frío.

Esa noche descubrimos su historia, su vida antes de conocer a Javi, su infancia… De todos, Javi era el único que conocía su historia pero aquella noche, todos la escuchamos como si no la conociésemos. Nos contó su historia con una sonrisa a pesar de lo que contaba, como si fuese un cuento para dormir, una historia folclórica.

Empezó tal y como empiezan todos los cuentos, con un simple y profundo “érase una vez…” y después, las palabras salieron solas.

“… Una  joven vivía en un edificio moderno de Berlín. El edificio era una sucursal de la sede de tecnología científica de EEUU. El padre de la joven de la historia trabajaba allí, pero, como estaba tan obsesionado con su trabajo, decidió mudarse con su hija al mismo edificio donde trabajaba.

“La madre de la chica nunca había querido a su hija. Había planeado abortar, pero no lo hizo. Quizás un poco de humanidad inundó su corazón. Quizás no tuvo el valor o no quería tener el peso en su conciencia. Quizás fue por el padre del bebé, por el afecto que sentía hacia él. El caso es que, en cuanto dio a luz, se marchó lejos, para no volver, siendo la única relación con su hija el color de pelo. Y es que la niña nació con todos los rasgos de su padre, excepto por un mechón de pelo morado en el cogote.

“El hombre, aunque echaba de menos a su mujer, la dejó ir y se centró en el bebé, a quien adoraba. La llamó Lorena, Lorena Kast. Tuvo sus momentos de padre primerizo, pero cumplió la función madre y de padre. La niña creció contenta. Tenía amigos, era muy amable e inteligente, alegre y divertida, pero eso cambió cuando se mudaron.

“Su padre, quien siempre había tenido tiempo para su hija estaba más volcado que nunca en su trabajo y apenas comía o dormía. Cuando su hija le preguntaba por el problema, preocupada, su padre murmuraba palabras inconexas, tarde… no… tarde… ha ido demasiado lejos… ya no se puede… escapar… tarde… demasiado tarde… Esto preocupaba más a la joven, que estaba considerando llamar a un especialista. Pero no se atrevió. Su padre seguía acudiendo a su laboratorio, no hablaba con nadie, y las pocas palabras que salían de su boca eran siempre las mismas: tarde… demasiado tarde… escapar… no… Y entonces, cuando Lorena solo tenía ocho años, empezó.

“Lo llamaban El Cambio, pero para la chica solo eran catástrofes, y más preocupaciones, porque, cuando comenzó, su padre se encerró en su laboratorio sin dejar de repetir: tarde… no… ya es tarde… muy tarde… Ella estaba convencida de que, de alguna manera, las palabras inconexas de su padre, se referían a las catástrofes, de que su padre sabía que todo esto iba a ocurrir y por qué iba a ocurrir, de que había visto algo en sus estudios o en sus investigaciones que le habían llevado a saber que El Cambio era inminente y que era demasiado tarde. ¿Demasiado tarde para qué? ¿Para evitar las catástrofes? ¿Para cambiar nuestra conducta con respecto a la tierra? Eso ya no lo sabía.

“El Cambio tardó unas semanas en llegar a Europa, pero cuando lo hizo, no fue con miramientos. La ciudad de Berlín quedó devastada, pero eso a Lorena poco le importó, porque apenas dos días después de los primeros temporales en Europa, su padre se suicidó, dejando una carta a su hija, y una nota de suicidio en la que sólo había dos palabras «demasiado tarde».

“Unos hombres tuvieron que arrastrar a Lorena fuera de la habitación, lejos del cadáver frío y rígido de su padre al que se aferraba desesperada, lejos de la sucursal de tecnología científica, lejos de lo único que conocía. Lorena escapó y sobrevivió de puro milagro. A ella le gustaba pensar que su padre no la había abandonado del todo y que la protegió aquellos días.


Cuando terminó, seguía sonriendo apaciblemente, como si la joven de la historia fuese alguien totalmente ajena a ella. Pero después de varios minutos de silencio, interrumpido por los suaves sollozos de Phil, cuando volví a mirarla, vi la luna reflejada en sus ojos negros, y distinguí dos lágrimas cayendo por sus mejillas y perdiéndose en sus labios, que ya no sonreían. Parecía en paz, y no alterada, como yo cuando pensaba en mis padres, ni desolada, como cuando Adam recordaba, o enfadada, como cuando Javi evocaba su pasado. En aquel momento la admiré como jamás había admirado a nadie.

Porque los demás somos fuertes físicamente pero Lorena tiene un corazón a prueba de bombas. Mi técnica de defensa sentimental es esconderme, a ella no le hace falta una “técnica de defensa” porque ha sufrido tanto como nosotros pero su miedo no es como el nuestro. Su miedo es un miedo… Animal. Es decir, todo animal tiene miedo a ser devorado por un animal más grande. Sin embargo, Lorena no tiene miedos humanos, porque ella ha aceptado su pasado y sabe que aceptará su futuro, sea cual sea. Eso no la hace inhumana, porque siente pena al recordar a su padre, siente amor al mirar a Javi, pero acepta ambas cosas con madurez para que sus experiencias sean su fortaleza, y no su debilidad. Eso la hace mucho más resistente que nosotros.

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Un beso!

Un diario para la posteridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora