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Martes, 30 de diciembre de 2114

Son las ocho y trece de la mañana.

Ayer dedicamos gran parte de la noche a abrir una brecha en las rocas que bloquean la salida. Tras varias horas trabajando conseguimos abrir una por la que, con dificultad puede pasar una persona. No tenemos las herramientas necesarias para despejar el camino con rapidez y eficacia, y la gente teme acercarse a la zona de los derrumbamientos, por lo que tampoco hay demasiada mano de obra. De todas maneras, la brecha es frágil. Bastará otro temblor para que colapse.

Pero esa estrecha abertura nos proporciona algo más de aire y una muy leve filtración de luz natural.

También sirve de salida para que algunas personas puedan salir de la gruta. Y eso es lo que han hecho. Hace unas horas, mientras yo dormía, un grupo de exploración del que me habría gustado formar parte, ha ido a investigar como están las cosas allá fuera, aprovechando que la tormenta se ha calmado bastante. Desde luego, Jake y Nat están entre los elegidos que han salido. Tanto mi hermano como Adam han planeado eso de que yo estuviese durmiendo en el momento de su marcha y así no pudiese ir con ellos, ya que según su criterio, es demasiado peligroso para mí.

Por eso no me gusta dormir, porque pierdo la consciencia y no me entero de lo que pasa a mi alrededor. Si durmiera tranquila aún, pero lo que deberían ser unas horas revitalizadoras están repletas de sueños o, mejor dicho, pesadillas. Mis padres y hermana fallecidos no cesan de aparecer en ellas, siempre en forma de un cadáver tirado a mis pies cuya cabeza está girada hacia mí, por lo que tengo pleno acceso a su mirada vacía y muerta. Y no solo ellos, los rostros del muerto cambian, y puedo advertir como se convierte en Adam, en mi hermano, en Andy o en Philip.

También se cuela en mis sueños la cría de lobo, tumbada en el suelo del bosque. Parece dormido pero en mi interior sé que está muerto. Lo sé pero no me lo quiero creer, por lo que me acerco a la criatura. Llego a su lado y cuando lo acaricio  su cabeza se mueve, revelando una herida profunda en su cuello que ha manchado la nieve de rojo.

Pero el peor es un sueño recurrente que tengo desde que llegamos a Dreo. Un sueño que ocupa gran parte de mis pesadillas. Adam está en el fondo de un interminable pasillo. Se aleja caminando y solo puedo ver su espalda. Sé perfectamente que es él por su forma de andar desgarbada y por la leve curvatura de sus hombros. Pero por más que corro y corro para alcanzarlo, no soy capaz de acortar la distancia que nos separa. Al final me caigo, y exhausta no puedo volver a levantarme, pero sí puedo ver como Adam se aleja hasta convertirse en un punto de luz, sin mirar nunca hacia atrás. Cuando desaparece por completo, me inunda una tremenda y desoladora sensación de soledad, como si me faltara algo vital para vivir, como si no me bastase yo misma.

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Son las doce del mediodía.

Ha vuelto a estallar la tormenta con todo su potencial. Y Jake y su novia están de por medio. Llevan seis horas y media fuera de las grutas. Mi preocupación es bastante evidente y no me puedo estar quieta.

Lo peor son las condiciones en las que estamos aquí abajo. Solo hay una hoguera en toda la gruta que sirve para cocer la poca carne de la que disponemos. Apenas vemos y hace mucho más frío que normalmente. No podemos hacer más fuego por el tema del oxígeno, que lo máximo que podamos mantener es poco.

Un diario para la posteridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora