Entrada_19

178 29 14
                                    

Lunes, 17 de noviembre de 2114

Tras la primera ráfaga de viento, tuvimos que reaccionar muy deprisa. El vendaval nos había separado a Adam y a mí, varios metros. Con dificultad conseguimos juntarnos de nuevo. Aquello era un infierno. No sólo estábamos en medio de un huracán si no que, además, a nuestro alrededor caían pedruscos de granizo. Fue muy complicado movernos hasta un tronco grueso que funcionó de cortavientos y de protección contra las fuertes y mortales precipitaciones. Íbamos abrazados para juntar nuestros pesos y, cuando finalmente alcanzamos nuestro objetivo, teníamos las extremidades entumecidas por el frío y los golpes que ya habíamos recibido, en parte por los choques que nos había ocasionado el viento y, por otro lado, porque fuimos el blanco de miles de bolitas de hielo.

Aún con adrenalina en el cuerpo, permanecimos quietos en nuestro apañado refugio. Adam había usado la cuerda para mantenernos sujetos al árbol que, con toda seguridad, pesaba lo suficiente como para no ser arrastrado por el huracán.

Cuando frenaron las precipitaciones, nos atrevimos a continuar. Seguía habiendo un fuerte viento que nos arrastraba de un lado a otro. No obstante, el peligro de que termináramos con el cuerpo agujereado había desaparecido, de momento. Abrazados, avanzamos, paso a paso, por el bosque helado durante horas mientras gritábamos los nombres de Javi y de Lorena. Ahora que lo pienso, esto fue una pérdida de tiempo y energía que pudo ser fácilmente evitada, ya que el vendaval también provocaba un estruendo que nos superaba en decibelios con insultante facilidad.

El viento le arrancaba ramas a los árboles y meneaba éstos como si fueran de goma. Eso no solo causaba impresión (porque, oye, ver árboles balanceándose sobre tu propia cabeza y ramas cayéndote encima, como mínimo, impresiona) si no que daba miedo, mucho miedo.

Y el idiota de Adam, seguía sonriendo, feliz. ¿Quién le entendía?

########################

Estuvimos recorriendo el bosque durante días, soportando la tormenta hasta que, finalmente, amainó.

El viento se había llevado una de las capas de piel, por lo que teníamos que compartir. Adam estaba en muy mal estado. Una bola de granizo le había cortado un brazo y lo llevaba vendado. Aunque no se quejaba, le vi poner muecas de dolor varias veces. Llevaba sin sonreír desde hacía dos noches, lo cual tenía sentido. No dejaba de tiritar y el hecho de que no hubiéramos podido encender una hoguera pequeña nos estaba matando de hipotermia. No podíamos derretir nieve así que chupábamos el hielo, que se disolvía en nuestras bocas. No habíamos podido probar otra cosa que corteza congelada, lo que incrementaba nuestro frío. Para más desgracia, no habíamos encontrado señal alguna de Javi o de Lorena.

  Finalmente, encontramos una pequeña cueva. Estaba totalmente helada y tenía estalactitas colgando, pero estaba resguardada, relativamente, al viento. Nos refugiamos allí para pasar la noche, y fue en ese tiempo cuando finalmente cesó el temporal. Mientras tanto, tras haber desperdiciado un paquete de cerillas durante el tiempo anterior, conseguimos encender una hoguera. No os imagináis lo difícil que es encender una hoguera cuando todo posible combustible está congelado. Es una misión casi imposible, aún más si apenas puedes mover los dedos.

Fue un gran descanso. Nos permitimos beber agua  caliente, pude desinfectar correctamente la herida del brazo de Adam y vendarla (la herida estaba formando un pus verde que daba mala espina...), cocimos una liebre muerta que habíamos encontrado y disfrutamos, acurrucados, de una noche con luz y calor.

A la mañana siguiente, mi compañero había recuperado su sonrisa. Le cambié las vendas y observé que la herida había mejorado tanto como su humor. Conservamos los trozos de madera seca que no se habían consumido para un posible fuego en el futuro.

Con las fuerzas renovadas, emprendimos el camino bajo el cielo nublado. Había cesado el temporal pero no tanto como para que hiciese sol. Aun así, se notaba la diferencia. No obstante, la nueva perspectiva, aunque nos animó, no nos ayudó en la busca de los desaparecidos… 

Un diario para la posteridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora