Entrada_39

106 19 12
                                    

Lunes, 29 de diciembre de 2114

Los primeros daños.

La gente empieza a estar nerviosa, ya no creen que esto sea una tormenta como las demás, ya no. Al parecer, la de junio, aunque destrozó los niveles superiores, no llegó a alcanzar la gruta “segura”.

Una zona del norte ha empezado a agrietarse. Rayas irregulares que, poco a poco, se extienden como telarañas hacia otras paredes. Muchas personas están gravemente trastornadas. Hoy una mujer cincuentona casi se mata. Ha sido una gran impresión ver cómo gritaba y se tiraba del pelo con desesperación, cómo trataba de encaramarse a un saliente y cómo derribaba a todo aquel que se le acercaba. Al final ha habido que noquearla de una manera un poco brusca para que no hiciese daño a nadie.

Esto no ha hecho más que alterar al resto, que ahora no solo tienen miedo de lo que está sucediendo allá fuera, sino que también temen a sus amigos y vecinos de campamento. En solo un día, se ha instaurado la desconfianza en los corazones de gente que siempre se ha llevado bien.

Jake, Natalia y los otros responsables de la ciudad se afanan por mantener la calma entre la población, pero reciben desprecio y son acusados de mentirosos hipócritas. También están los capullos (no se me ocurre otra palabra que les describa mejor) que se creen profetas y no dejan de presagiar el fin de nuestros días de una manera escalofriante.  

La mayoría trata de relajarse de diferentes maneras. Los niños se entretienen con el ordenador de Adam, que tiene varios juegos. Él es bueno con los pequeños, consigue que se olviden del peligro. Un señor que no había visto nunca ha organizado sesiones de yoga. En mi opinión, no tiene ni idea de ese arte, pero mantiene ocupados a un grupito de personas, y desde luego, ayuda.

Aunque parezca mentira, es ahora cuando me acabo de acordar de los lobos y del enorme peligro que corren. Cuando llegamos de nuestra aventura, le expliqué a Jake la existencia de estos animales y lo vital que era que no se cazasen. Mi hermano estuvo de acuerdo, y sin embargo, muchos de los otros cazadores no. En su opinión, cuanta más comida a nuestra disposición, mejor. Entiendo su postura. La entiendo, pero desde luego, no la comparto. Quiero decir, en Dreo la gente no disfruta de grandes banquetes, pero podemos comer. No nos morimos de hambre como para extinguir a una especie. Los lobos no pueden reproducirse como las liebres. Un par de asados de lobo terminarían completamente con ellos. Jake consiguió convencer a la mayor parte de sus compañeros de oficio de que si los viesen, no los atacasen, pero hubo otros a los que no se les pudo hacer cambiar de parecer.

Yo estaba preocupada y atenta a que no trajesen cadáveres de lobos a la vuelta de la caza, y nunca lo hicieron. Jake planeaba hacer una propuesta oficial que todos estuviesen obligados a firmar y  así fuese considerado delito el asesinato de lobos hasta que estos se reprodujesen algo más. Pero eso ahora no importa. Si la tormenta ha sido capaz de agrietar las paredes de roca, ¿qué pueden hacer una familia de lobos? ¿Cómo van a defenderse de pedruscos que caen del cielo?  

#############

La tormenta no cesa pero esto va a peor: temblores.

Un terremoto.

Derrumbamientos.

Las primeras muertes.

#############

Calma de nuevo.

Ha habido cuatro muertes por aplastamiento: tres mujeres y un hombre. También han resultado heridos otros dos varones, uno de ellos bastante mayor (sesenta años). El más joven tiene una fea herida en el cogote, pero aunque eso lo dejó cao en un principio, ahora ha despertado. Philip se ha integrado con el resto de los conocedores de la salud (los médicos) y ahí está, en su salsa.

En estos momentos son las siete de la tarde (las 19:14, para ser exactos). Los daños causados por la tormenta (las grietas) empezaron a aparecer a las cinco y media de la mañana, más o menos. La tormenta amainó sobre las tres de la tarde, y aquí abajo dejamos de oír el retumbar de los truenos y el ataque del granizo.

El primer temblor ocurrió alrededor de las cuatro y media de la tarde, cuando la gente empezaba a calmarse. Fue muy brusco y duró unos minutos, los más angustiosos de mi vida. Había gente corriendo enloquecida, chillando con desesperación y empujando al resto. Casi me olvidé del terremoto, pues mi mayor preocupación era que no me tiraran al suelo para no morir pisoteada por la masa de personas.

Las paredes resistieron firmes al primer temblor, el más fuerte. Los siguientes, sin embargo, fueron los que hicieron el daño, porque poco a poco, sin que nos diéramos cuenta, debilitaron los techos y las paredes y no pudimos reaccionar a tiempo a los derrumbamientos que se avecinaban.

Una mano. Una mano huesuda con un anillo en el dedo corazón. Una mano grande que no se va a borrar de mi memoria. Lo único que quedó de la señora Emma Ruperts. Lo demás no se pudo rescatar ni ver, debido a una enorme roca que se desprendió de la gruta y cayó sobre la pobre mujer.

De los otros tres fallecidos no quedó nada. Me avergüenzo de no haber sentido pena por estas personas, sino miedo por mí y por mis seres queridos. Y ese miedo aún lo siento.

No creo que salgamos de esta. No podemos ir fuera porque la tormenta no ha parado aún. Parece ser más floja, pero no inofensiva. Pero si nos quedamos, moriremos aplastados.

#############

Otro terremoto.

Esta vez han sido siete muertes. Y ahora no hay salida. El túnel está bloqueado. Y hay caos. Mucho caos. Solo hay dos focos de luz, y se van a terminar, ya que son lámparas portátiles. Ahora no podemos encender fuego. El oxígeno se va a terminar. Y las llamas consumirían gran parte del poco que queda.

Y estando en peligro de muerte, sigo pensando en toda la vida que estará quedando destrozada en la superficie y no me quito de la cabeza al pequeño lobo que tuve la oportunidad de ver dos veces en el bosque.  

Son las nueve de la noche.

Un diario para la posteridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora