Una sensación de paz y alegría invade mi pecho. Finalmente podré dejar de taladrarme la cabeza con miles de pensamientos sobre qué hacer con mis sentimientos, o el reprimirlos, ahora solo queda expresarlos a mi chica. Me encuentro esperando a Cora para ir a realizar la compra de mi traje para "la boda", puesto que ella sabrá cual es la ropa adecuada.
Sonrío. Y dejo salir un suspiro. Que feliz que soy.
—Hola, Alonso —dice Cora sonriendo. Mi sonrisa se hace más grande.
—Hola, hermosa —respondo recibiendo su abrazo.
—¿Listo para el gran día? —pregunta separándose de mí, me tomo un momento para apreciar lo hermosa que se ve, el pelo lo lleva ondulado y los labios rosados, su vestimenta se compone de unos jeans azules y una blusa de tirantes.
—Listísimo, bueno, sin contar que me falta el traje —digo mientras comenzamos a caminar dentro del centro comercial. —¿Tú lo estás?
—Supongo que sí —nos adentramos a un local y ella comienza a tomar camisetas y pantalones de mi talla. —No pensé que me casaría falsamente con mi novio en una recreación.
—Me encantas —digo, fascinado de la situación, de nosotros. Ella mantiene su preciosa sonrisa para lanzarme una mirada cariñosa. Luego continua mirando los conjuntos que serían mi traje.
*
—¿Eso te parece bien? —le pregunto a Lola una vez que terminamos de aclarar unas propuestas sobre el plan para atraer más socios, pues si aumentamos de socios también de clientes.
—Sí, excelente de hecho —me responde.
—Entonces presentamos esta idea a los demás el lunes, para que sea un hecho —me levanto de la silla frente a su escritorio y me despido de ella tomando su mano.
—Hasta entonces, que tengas buen fin de semana.
—Gracias, igualmente —digo y salgo de su oficina. En el pasillo me encuentro con Ivonne. Me dedica una sonrisa.
—Hola, Alonso.
—Hola, Ivonne —respondo con amabilidad sin dejar de avanzar hacia el ascensor.
—¿Tienes planes esta noche? —pregunta corriendo para alcanzarme, me dedica una mirada coqueta.
—Sí, con mi novia —miento. Es decir, ya tengo novia pero ella trabaja está noche.
Ivonne se muerde el labio. Nos detenemos frente al ascensor.
—No tienes que inventar excusas, si no quieres salir conmigo, sólo dilo.
—Bueno, desde un principio te dije que no me interesabas. Eres hermosa, pero, no soy el adecuado para ti. Ni tu para mí.
—Anotado —dice cruzando los brazos, da vuelta y observo que sus ojos se llenan de lágrimas.
—Quizás podamos ser amigos —le digo volteando a verla mientras retrocedo para entrar al ascensor.
—Ya dejaste en claro las cosas. Y creo que yo también, no quiero ser sólo tu amiga.
Las puertas se cierran sin darme tiempo a procesar una palabra. Creo que será mejor dejar las cosas como están.
*
En el "castillo" los sirvientes y algunos organizadores de la ceremonia se encuentran corriendo de un lado a otro con adornos, flores, telas, velas, y demás para que el salón de eventos se vea como un lugar digno de una boda real.
Me siento algo nervioso, por el hecho de casarme de manera ficticia. Pero me encuentro emocionado por poder ver a Cora como novia, es decir, con el vestido y el ramo. Aunque de una cosa estoy seguro, que lucirá bellísima.
—Francisco, ¡que maravilloso día! —exclama Catalina, lleva un vestido dorado y un extravagante maquillaje, concordante a lo que llevaría una reina. —Que pena que tu padre se lo pierda. Pero te aseguro que está complacido con que Escocia sea tuya.
—María, madre. Me casaré con una mujer. —Le corrijo mientras agarro un vaso con agua.
—Una reina —me recuerda. —De la cual, esperamos herederos —me atraganto con el agua que bebía— Recuerda, Francisco, que un matrimonio es una alianza, y la mejor manera de consolidar una alianza es con hijos. —Plantea y se aleja.
A veces olvido lo mucho que las personas se meten en su personaje.
Media hora después aparece el sacerdote que realizara la ceremonia. Y con eso, los invitados -aldeanos, duques, doncellas- se colocan en sus lugares, Catalina me indica que me coloque al inicio del altar.
Mis manos empiezan a sudar, mis ojos recorren el salón. Todo el mundo me observa, algunos sin expresión interesante, otros con expresión amigable. Trago. Mis ojos se desvían para admirar el salón.
Hay seis pilares a lo largo del salón, todos decorados con telas doradas y una vela en un espacio especial para evitar incendios. En el techo hay dos candelabros pequeños que dan un toque de elegancia acompañados por listones de flores blancas. Hay una camino con rosas rojas y blancas en el borde desde la entrada hasta donde estoy parado. Una boda de ensueño, diría yo.
Los invitados están a cada lado del camino hacia el altar, a un costado, detrás de los pilares se encuentra un pequeño grupo musical con instrumentos ambientados a la época, comienzan a tocar una melodía tranquila avisando que es hora de que la novia haga su entrada.
Mi corazón empieza a acelerarse. Reconozco la melodía, me parece que es If a could fly.
Las puertas se abren, los invitados giran para poner su atención en la novia. Mis ojos se encuentran con los de Cora. Siento que el corazón se me saldrá del pecho. Ella luce como un Ángel. Su vestido blanco lleva aberturas transparentes en los brazos, un escote de corazón y un cinturón de piedras -joyas- sobre la cintura. Su pelo va recogido, lleva una tiara junto con un largo y delgado velo. Y en las manos lleva un pequeño ramo de rosas blancas.
Mis ojos vuelven a ver los suyos, y aprecio emoción en ellos. Me dedica una gran y preciosa sonrisa, y no puedo evitar devolverle el gesto.
Avanza lento por el camino de rosas seguida por sus doncellas. Grecia y Kaia llevan el pelo lacio y suelto, ambas llevan vestidos dorados.
Una vez que llega frente a mí, extiendo mi mano. Ella la toma aún sonriendo, y se coloca junto a mí, volteamos a ver al sacerdote y nos hincamos frente a él. Poco a poco mi corazón empieza a tomar su ritmo normal, la ceremonia inicia firmando el acuerdo nupcial, intercambio miradas y sonrisas con Cora.
Seguido por unas palabras sobre el compromiso que conlleva un matrimonio real por parte del sacerdote. Luego me concede la palabra. Y aunque me gustaría hablar con el corazón, me abstengo a decir lo adecuado, según Catalina.
—Yo, Francisco Segundo tomo a esta mujer para ser mi reina, ante los ojos del señor y de nuestras naciones, para protegerte, respetarte y quererte —digo mientras nos colocan un hilo de margaritas representando nuestra unión. Cora continua sonriendo, está vez de manera más sutil.
—Yo, María Estuardo, tomo a este hombre para ser mi rey, ante los ojos del señor y de nuestras naciones. Para respetarte, quererte y estar siempre a tu lado. Sin importar qué —dice con convicción, lo cual me hace sonreír. Sus hermosos ojos negros brillan.
—Ante los ojos del señor, los concedo marido y mujer —dice el sacerdote y acto seguido los invitados aplauden. Giramos a verlos tomados de la mano, Cora me mira, y no sé si debería besarla o no.
Antes de tomar una decisión, ella me toma de las mejillas y me besa. Y puedo decir, que nunca antes había disfrutado un beso, como el suyo.
Algún día seremos marido y mujer de verdad.
ESTÁS LEYENDO
Sueños Salvajes || Alonso Villalpando || Editando
Hayran KurguSoy un tonto que no sabe amar. Jenni, definitivamente estás loca no sé porqué te provoca mi forma de ser, creas un zoológico en mi interior. Cora, cierro los ojos y pienso en ti. Provocas cosas en mi cuerpo y no sabía que estaba hambriento hasta qu...