*Sidney P.O.V.*
—¿Sidney estás bien? —Preguntó el profesor entrando por la puerta.
Era un día de esos, que a pesar de ser temprano estaba gris, como mi ánimo. No me encontraba nada bien y le había hecho llamar.
—Creo que tengo fiebre. —Me tocó la frente.
—No creo que sea fiebre, quizas fue la barbacoa, a mi tampoco me sentó bien.
—Pues tumbate aquí, que hay sitio. —Él se quedó parado. —Profe, que no te voy a morder. —Dije riendo.
—Está bien…
—Oye, Tokio me dijo que el plan no se te ocurrió a ti. —Asintió. —Pero no le dijiste a quien se le ocurrió la idea.
—A la persona más importante de mi vida. —Suspiró. —Sabes, yo era un niño enfermo, y un adolescente enfermo, así que pasé muchos años postrado en una cama de hospital leyendo muchísimo. —Soltó una carcajada. —Mi padre me contaba películas que el había visto, sobre atracos.
—Vaya figura ¿No? En vez de contarte el patito feo. —Reí.
—Pues un día me contó la mejor película que nunca habían rodado. ¿Tu sabes que el dinero se fabrica en una máquina no? Me dijo, y yo le respondi que no. —Reimos. —Y esa máquina está en un sitio que se llama la fábrica del dinero, y con un plan espectacular, ha de ser magistral, no lo olvides nunca, se puede entrar ahí y fabricar todo el dinero que quieras, sin robar a nadie. Aquel día le cosieron a tiros frente al banco hispano americano.
—Lo siento… —Susurré.
—El no me contaba películas, me contaba sus propios atracos. Podrías cumplir tus sueños sin hacerle daño a nadie… me decía. Era un hombre genial.
—De verdad que lo parecía.
—Si. —Suspiró. —Hoy son las prácticas de tiro, tomate algo anda.
—Si yo disparo bien…
—Lo sé. —Se levantó de la cama y se fue.
[…]
—Me toca. —Dije cogiendo una de las M-16 que había allí.
—Ten cuidado. —Me dijo el profesor.
—Deberias cuidar a esos dos. —Señalé a Río y a Dénver que hacían el idiota.
Cogí la metralleta, estaba apunto de disparar cuando alguien se acercó a mi e hizo que bajase el arma.
—La cojes mal. —Era Cairo.
—¿Perdón? —No me creía que el fuese a darme una lección a mi. —Que te tenga en mi cama cada noche no quiere decir que me tengas que cuidar de todo. —Le dije en bajo.
—No es eso. Pero mira. —Se acercó a mi y me colocó de nuevo la M-16 en las manos. —Así mejor.
Su tacto hacía que la piel se me erizase, y su aliento en mi cuello me ponía muy pero que muy nerviosa. Y el lo notó, como siempre.
—¿Estas bien? —Yo asentí y cerré un ojo para intentar disparar pero de nuevo sus palabras me frenaron. —Te voy a besar.
—¿Que? No. —Se acercó y me aparté. —Te pueden ver. Para ya, joder.
—Es que me encanta el peligro.
—Peligro será como te apunte a las pelotas con esto.
—Está bien fiera. —Se rió. —Te espero en la mesa.
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La Casa de Papel || Sidney
ActionA C A B A D A. El mayor atraco de la historia en el que hay que cumplir tan solo tres normas; nada de nombres, nada de preguntas personales y nada de relaciones personales. Aunque todo el mundo sabe que las normas están para romperse, ¿o no es así? ...