*Sidney P.O.V.*
Si he empezado contando la historia de un secuestro, es porque todos recordarán aquellos días de asedio en la fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Las calles de Madrid se cerraron. Se emitieron programas en directo las veinticuatro horas. La policía quemó sus manuales de la academia, y se quedó sin saber como tomarse el brindis al sol de aquellos desgraciados intentando imprimir su propio dinero. Pero en realidad, pasaron muchas otras cosas que nadie recuerda, cosas que nos cambiaron a todos, hasta el punto de no saber quien eran los malos y quien eran los buenos. Y aunque aquellos policías creyesen que templaban los ánimos con nosotros sólo para ganar tiempo, lo hacíamos nosotros. Nunca se aplicó mejor la frase 'el tiempo es dinero', y que de dinero… Cada hora imprimiamos ocho millones de euros, mil cuatrocientas planchas de las que cortaban ciento cuarenta mil billetes de cincuenta euros.
Todo estaba tan plácido al amanecer, que parecía que el plan iba sobre ruedas. El profesor era nuestro gran hermano, controlaba la radio de la policía y dieciocho cámaras, así que si alguien quería jodernos, lo sabríamos con la suficiente antelación. Hacíamos turnos para vigilar a los rehenes, los accesos y la producción; a solo veinte horas de haber estado allí, las rotativas habían escupido cincuenta y dos millones de euros. Así que a esas horas todos pensábamos que era posible. Pero esa paz tan solo era la calma que precede a la tormenta, y las cosas se iban a joder tanto que nos íbamos a quedar muy cerca de perder la partida. Y si me preguntan por que, diré que por una simple historia de amor. Al fin y al cabo el amor es un motivo suficiente para que todas las cosas fallen.
Lo primero que hicimos al despertar del siguiente día fue dejar a los rehenes enviar mensajes a sus familiares, y la primera fue Alison Parker. Cairo la llevó sola, a una sala para que se grabase en silencio, y tranquila, y claramente, no me gustaba nada.
—Berlín. —Me miró. —¿Llevo al siguiente rehén?
—¿Que te ocurre? —Comenzó a reír. —¿Tienes miedo?
—¿A qué?
—A que posiblemente Cairo esté con una rehén, haciendo lo que ha hecho contigo durante estos meses en la casa.
Le miré enfadada, salí corriendo hacia la habitación, y les oí hablar, cuando entré estaban bastante cerca, y el la estaba tranquilizando. Me quedé unos minutos en la puerta hasta decidir aparecer en el momento exacto.
—Lo mas emocionante que me ha pasado este año ha sido que me escayolasen el brazo. —Dijo la niña.
—Un secuestro es muy emocionante. —Dije y se separaron.
—Piensa lo que quieras decir y luego grabamos. —Le dijo Cairo.
Dejó el teléfono con el que grababa en la mesa, y rápidamente se acercó a mi.
—¿Que te pasa? Estas… serio.
—¿A ti que coño mas te da? Si solo he sido tu pasatiempos de cama estos cinco meses. —Me respondió muy mal.
—Si te molestó lo de la noche antes de venir, fue porque no quería que te metiesen un puto tiro en el esternón. Porque la verdad, que me lo den a mi me la trae al pairo. —Le contesté.
—Eso no te lo crees ni tu. No has hecho nada de esto por mi. —Dijo Cairo enfadado.
—¿Que os pasa a todos tío?
—Que estoy seguro que esperaste a que volviesemos de Toledo para dejarme. Si era tu puto juguete sexual dímelo a la cara. —Le encaré y me puse muy cerca de su cara.
—Eras mi puto juguete sexual. Y lo eras todo. Estoy harta, me voy de aquí.
—Tienes los cojones de decirme qué ¿Que estabas de luto? Pues no te veía el rosario entre los dedos cuando te empotraba. —Me acerqué a él y le agarré del cuello.
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La Casa de Papel || Sidney
ActionA C A B A D A. El mayor atraco de la historia en el que hay que cumplir tan solo tres normas; nada de nombres, nada de preguntas personales y nada de relaciones personales. Aunque todo el mundo sabe que las normas están para romperse, ¿o no es así? ...