Capítulo 14: Land escape

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*Sidney P.O.V.*

—Soy Rubén, Rubén Doblas. Un secuestrador. —Había llamado a la policía desde el móvil de un rehén en ese baño en el que antes se había encerrado.

—Lo sabemos. —Se oyó una voz femenina, seguramente era la inspectora.

—¿Que es lo que quieren? —Preguntó Cairo seco.

—Ayudarte, pero para eso nos tienes que ayudar a entrar en la fábrica, y a sacar a los rehenes de la forma menos agresiva ¿Si?

—Está bien. —Cairo dudó un momento en responder, pero lo hizo. —Hay explosivo plástico en todos los accesos.

—Lo sabemos. Entrar es fácil, pero tenemos que saber donde están los atracadores en todo momento. Y necesitaremos un aliado. —Dijo esta vez un hombre, posiblemente el subinspector.

—¿Y por qué iba a vender yo a mis compañeros?

—El juez te garantiza la libertad. Te lo aseguro.

—Está bien. —Suspiró Cairo. —Vamos a echar cuentas inspectora. Robo con violencia, de dos a cinco años; delito contra la libertad, secuestro y establecimiento para la liberalización de los cuatro policías del comboy, cuarenta años; hackear las alarmas, de seis meses a dos años; alteración del orden público de uno a seis años; el código penal dice que son de seis a diez años con cada uno de los rehenes secuestrados, y son sesenta y siete; los tiros a la policía del primer día son de seis a ocho años por cada agente, pero es que encima los hemos herido, lo cual lleva un delito por lesiones, y un agravante por cada agente herido, estaríamos hablando de setecientos veintitrés años por petición de la fiscalía, y el mínimo que puede pedir un juez es de ciento setenta y tres años. ¿Que le parece inspectora?

—Eh… —Ella no sabia que decir, tan solo titubeaba.

—Pero hay una cosa con la que podemos pactar, el indulto del presidente.

—¿Quieres que le pida al presidente que te firme un indulto?

—No. —Cairo la cortó. —Quiero que el presidente salga en todas las televisiones, y delante de toda España diga que si alguno de los secuestradores decide acabar esta crisis se valorará la posibilidad de ofrecerle un indulto por su colaboración. Primero que el presidente salga en el telediario y luego ya me pienso yo lo de ser un venido de mierda.

—Muy bien, así lo haremos, pero primero necesitamos un gesto de buena voluntad por parte tuya. Quiero que me digas el nombre del profesor y el número de atracadores que hay dentro. —Dijo la inspectora sin dejar ni si quiera a Cairo preguntar que quería.

—Vale, un nombre y un número… Coja papel y boli.

—Ya lo tengo.

—¡Mis cojones treinta y tres! —Gritó Cairo al teléfono.

Oslo abrió la puerta, la cara de Cairo estaba empapada de sudor. ¿Pensabas que iba a confesar?

—Tio, ¿que coño has hecho? —Le grité.

—Joder la posibilidad de ganar más tiempo. —Dijo Río.

—No estaba colando ¿Vale? Se escuchaban murmurós por atrás. —Se defendió Cairo.

—¿Quien te crees? —Le dijo Río. —Tu tienes que ejecutar, no decidir, ni cambiar los planes.

—Eh. —Aparté un poco a Río de Cairo, no quería pelea. —Cairo ha escuchado la conversación y si dice que no ha colado, pues no ha colado. Llevamos días mareando a la inspectora esa, asi que no es su culpa ¿Vale?

—Eso es. —Dijo Cairo. —No iban a llamar al presidente, ni a la televisión ni a su puta madre en bicicleta.

—Ya os vale… La madre que os parió. —Dijo Río y los dos se salieron del baño.

La Casa de Papel || Sidney Donde viven las historias. Descúbrelo ahora