Capítulo 21: A contrarreloj

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*Sidney P.O.V.*

Dénver llevaba picando desde el tiroteo, habían pasado tres horas y el túnel todavía estaba sin acabar. Pero al menos Moscú estaba estable.

Flashback:

—Lo que te pasa es que eres una caprichosa, te gusta ir saltando de piedra en piedra, y con cada paso tuyo las vas hundiendo una a una, es como si fueses dejando cadáveres por los arcenes. —Exaló el humo del cigarro. —¿A quien se le ocurrió la idea de atracar el banco? ¿A ti o a tu hermano? —Bajé la mirada. —Pues ahora tu hermano es un cadáver, y tu madre también. Y estoy totalmente seguro de que eras consciente del daño que la hacías. —Me dijo Moscú enfadado.

Me miré en el espejo y estuve a punto de golpearlo pero simplemente rompí en llanto. De repente apareció Cairo y en cuanto me vió llorar vino para abrazarme.

—Creia que no te iba a volver a ver.

—¿Que te pasa? —Me dijo preocupado y sin soltarme.

—El me lo dijo. Iba dejando cadáveres por donde pasaba, y ahora el cadáver es él. Por mis santos cojones tenia que volver y mira… —Lloré más.

—Moscú no es ningún cadaver ¿Vale? Se va a poner bien, y vamos a salir todos juntos de aquí. —Me apretó más fuerte.

—Soy un gato negro que da mala suerte. —Cairo negó con la cabeza y yo le dije que si.

—Eres una pantera negra. —Rió. Eso me hizo reir y le besé.

—¿Como estás?

—Ahora de puta madre. No sabes lo que te quiero. —Me volvió a besar.

—Yo también te quiero. —Le sonreí.

—Tengo una sorpresa. —Sacó cuatro postales, eran de islas. —Las llevo desde el día en que entramos. —Se comenzó a reir, y me hizo sonreir. —Elige una sin mirar, y ahí nos iremos a vivir tu y yo.

—Isla Nieves. —Dije leyendo la postal que elegí.

—Está en las islas Antillas, en el Caribe. Su capital es Charlestown y tiene unos once mil habitantes. A mi me gusta ¿Y a ti?

—A mi también. —Sonreí.

—Quedate con el resto, y si nos pasa algo al salir de aquí sabemos donde ir.  —Dijo riendo y yo acepté.

Después fuimos con el resto, necesitaban ayuda. Cairo se fue a picar y yo me pasé por las rotativas, ahora Nairobi estaba haciendo billetes de cien y doscientos euros.

Después fui a relevar a Tokio y a Helsinki, y me puse a cuidar de Moscú. Nuestra primera regla fue nada de nombres, nada de preguntas personales, pero cuando lo vi ahí, mirándome con una sonrisa me di cuenta que era lo más parecido a un padre que había tenido nunca.

—¿De que te ries? Grandullon. —Le pregunté yo también con una sonrisa.

—De tus ocurrencias. Mira que escaparte y volver aquí a la fábrica…

—Y vestida de policía eh… —Reí flojamente.

De repente se puso blanco y helado, llamé a Berlín y a Helsinki y en un abrir y cerrar de ojos vinieron.

—Esta como la nieve de Siberia. —Dijo Helsinki.

—Está a treinta y cinco de pulso. —Les contesté.

—Necesita una transfusión de sangre. —Dijo Berlín. —Trae el plasma Helsinki, cero negativo.

[…]

La Casa de Papel || Sidney Donde viven las historias. Descúbrelo ahora