Capítulo 22: Bella Ciao!

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*Sidney P.O.V.*

Ya estábamos preparando la huida, algunos de los rehenes llevaban el dinero hasta la cámara, y nosotros lo pasabamos a los serbios, que lo dejaban en el hangar donde todo el dinero iba a ser escondido en barriles vacíos de cerveza, y en un camión de Estrella Galicia lo íbamos a sacar de ahí. Y otros pocos rehenes estaban acabando el falso túnel, por el que seguramente la policía creía que íbamos a escapar. Y Tokio y Río estaban poniendo explosivos por los pasillos cercanos al falso túnel para cuando entrase la policía, y tendrian que ir desactivando uno por uno perdiendo tiempo.

—Paramos las máquinas y borramos todos los registros. —Dijo Berlín entrando en el cuarto donde estábamos Nairobi y yo.

—Nos queda muy poco para llegar a los mil millones. —Le contestó Nairobi. —Solo son unas planchas más.

—Serian unos once minutos nada más. —Dije defendiendola.

—¿Estas redondeando la cifra Nairobi? ¿Que te crees que es esto una apuesta?

—Tu encargate de hacer las maletas que si yo digo que salgo con mil millones lo hago. —Dijo ella aumentando su tono de voz.

—¡Y si yo digo que paramos se para! —Gritó Berlín. —¿Sabes porque yo estoy al mando? Porque tu tienes corcho en la cabeza y simplemente quieres redondear la cifra, eso me recuerda a una madre que deja solo a su hijo, a un bebé, para ir a por pastillas y claro, la pillan. —La cara de Nairobi cambió, estaba claro que esas palabras la habían dañado. —Bajo mi mando esas cosas no pasan.

—Bajo tu mando se planean bodas con rehenes. —Dijo mirándome y el rió.

—Oye, y tu que lo controlas todo, ¿sabes que siente esta mujer por ti? —Le dije metiendome en su conversación. —Asco. La oí en el baño, el único consuelo que la queda es quedarse con tu dinero. Cada vez que la violas, porque la estas violando después se va al baño a vomitar, y cuando estés a punto de palmarla te dirá a la cara lo hijo de la gran puta que eres. Eso le queda, escupirte en tu lecho de muerte, en eso la has convertido. —Berlín estaba totalmente petrificado, y seguramente cagandose en mi estampa.

—Apagar las máquinas. —Se fue.

Pasado el rato Berlín volvió, y cuando nos vio a Nairobi y a mi puso una mueca de disgusto.

—Toca irse. —Dijo con un tono alegre.

—Queda dinero por llevar al hangar. —Dije y el puso un dedo en mi boca. Y de un manotazo le aparté.

—Ya es hora de unas vacaciones. —Rió. —Los rehenes están a punto de acabar el túnel así que la policía entrará pronto, ve con Cairo a relvar a Tokio y a Río.

—Está bien.

—Por cierto, la inspectora está de nuestro lado. —Dijo Berlín y las dos nos quedamos atónitas al oir eso. —Está enamorada de Sergio y va a intentar que el subinspector no diga la posición del hangar.

No entendía nada, pero tenía que confiar en el profesor. Cuando encontré a Cairo fuimos al sótano y Río y Tokio fueron a poner explosivos por el almacén, mientras que nosotros los poníamos en la zona de carga.

—Cuando compremos la isla habrá que poner normas, no podemos ir siempre en pelotas. —Dijo Cairo riendo.

—¿Quien ha dicho que vayamos a vivir junt...

De repente la pared que estaba frente a mi explotó. De tal manera que caí de espaldas de la honda sonora. Abrí un poco los ojos y vi a la policía acercarse con escudos blindados, quería cojer mi M-16 y ponerme a la acción pero estaba totalmente aturdida con un incómodo pitido en los oidos.

La Casa de Papel || Sidney Donde viven las historias. Descúbrelo ahora