Capítulo 4: El caballo de Troya

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*Sidney P.O.V.*

Otro día más. Un mes. Un mes estudiando aquel minucioso plan. Y pues ahí estábamos, frente a la pequeña maqueta atentos a la explicación del profesor.

—Entrarán, no se si durante un asalto, una emergencia, si será el de la Cruz roja, el de las pizzas, pero lo intentarán, y querrán colarnos a alguien. Entonces esa será nuestra oportunidad, de colarles a ellos nuestro caballo de Troya. ¿Sabeis lo que es?

—No lo sé, pero la rima te la digo fácil. —Dijo Dénver con espontaneidad.

—¡No! El caballo de Tr… —Le interrumpió Dénver.

—Lo que me sale de la polla. —Todos comenzamos a reír, pero por el callejón que le dió su padre.

—Que te calles y atiendas —Dijo Moscú.

—A ver… —Suspiró el profesor. —Nos situamos durante la guerra entre Grecia y Troya, un día los troyanos recibieron a las puertas de su ciudad un caballo, y creian que era un obsequio de rendición por parte de los griegos. Pero no sabían que el caballo estaba hueco y repleto de griegos, así que lo llevaron dentro de la muralla de su ciudad, y en la noche, los griegos atacaron y ganaron la guerra arrasando la ciudad. Y eso será exactamente lo que haremos nosotros.

—¿Como? —Dijo Helsinki.

—Cuando intenten entrar y piensen que están ganando la batalla les colocaremos un pequeño micro. ¿Todo claro? —Todos dijimos que si.

[…]

Un mes y medio desde que entramos en la casa.
Estábamos comiendo, de nuevo en aquella mesa, por así decirlo toda la familia reunida. Y de nuevo el profesor se puso a explicar una nueva parte del plan.

—¿Y por que no van a entrar? —Dijo Tokio.

—Porque vamos a echar la llave por dentro —Dijo Dénver riendo y ella  imitó su risa. —Te sale bien.

—No van a entrar porque nadie en España van a querer que entren. —Dijo el profesor interrumpiendo.

—¿Van a hacer un referéndum o que? —Rió Nairobi pero nadie se rió con ella y la tocó callar. —Vale…

—Año 2011, uno grupo de chavales empieza a ocupar La Puerta del Sol, la plaza más emblemática de España, y llegan a reunirse allí mas de veinte mil personas.

—Quince M ¿No? —Dijo Moscú.

—Si. Si nos llegan a decir a nosotros que veinte mil personas iban a acampar allí durante un mes sin que la policía entrara no lo hubiéramos creido jamás. Habríamos dicho que es del todo imposible. —Siguió el profesor con su explicación.

—Pero así fue. —Dijo Berlín. —Y la policía no entró.

—¿Por que? —Nos preguntó el profesor. —Porque toda España estaba con aquellos chavales.

—Ya, pero es que esos chavales llevaban tiendas de campaña y nosotros pistolas. —Le respondí yo. —¿Es un poco diferente no?

—Eso es verdad. —Dijo Río.

—Pero política es política, dinero es dinero. —Dijo Helsinki. —Y sangre es sangre. —Todos reimos, el iba a beber y había confundido sangre con la sangría. —En Serbia la policía entra por esto. —Dijo bebiendo la jarra de sangría a morro.

—No tio, que asco —Le dijimos todos a la vez.

—Nosotros vamos a ser los resistentes atrapados en esa ratonera de la misma forma que ellos fueron los resistentes que aguantaron en La Puerta del Sol. Y la resistencia siempre cae bien, y si eso no funciona, la policía sabrá que tenemos armas de asalto, sabrá que tenemos explosivos, ninguna unidad de élite sabrá diferenciar a los atracadores de los rehenes, ningún ministro de interior va a dar la orden de entrar, ninguno.

La Casa de Papel || Sidney Donde viven las historias. Descúbrelo ahora