Capítulo 7

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Stiles despertó y observó a su alrededor. No tenía muy claro dónde estaba. Sólo que parecía el interior de un coche. Un deportivo para ser exactos.

- ¿Qué te parece? -preguntó alguien a su lado.

Ese alguien resultó ser Derek Hale, que ocupaba el asiento del conductor, y entonces cayó en la cuenta de que estaban dentro del Camaro. Hacía mucho que no veía ese coche aunque, por otro lado, tenía la sensación de que últimamente pasaba muchas horas allí dentro.

Iba a comentarle sus dudas, pues algo le decía que le faltaba mucha información y que Derek tenía todas las respuestas, pero entonces se fijó en el rostro del Beta y en la pequeña sonrisa que estaba mostrando y que conseguía que pareciera mucho más joven.

Fue verle así, ansioso porque le respondiera, y Stiles se olvidó rápidamente del resto. Seguía sin tener muy claro por qué estaba allí o cómo había aparecido de repente en el Camaro, pero nada de eso importaba.

Miró entonces a través del cristal delantero... y se quedó sin respiración.

Estaban era en el mirador desde el que se tenía una asombrosa panorámica de Beacon Hills, iluminado por las primeras luces del atardecer.

Había estado allí infinidad de ocasiones. Pero esas vistas nunca le habían parecido tan asombrosas como ahora, porque nunca antes había podido contemplarlas junto al hombre que tenía en esos instantes a su lado.

Hacia él dirigió la vista y comprobó que la sonrisa de Derek era mucho más grande ahora, consiguiendo que sus ojos fueran aún más bonitos de lo que le habían parecido nunca.

Y Stiles se dejó llevar...

- Jamás habría imaginado que fueras de los románticos -bromeó, entornando enseguida los ojos-. A no ser que el motivo por el que me hayas traído a este lugar tan apartado es para que hagamos otras cosas menos románticas.

La sonrisa del hombre lobo desapareció en el acto. A continuación se acercó al chico, peligrosamente despacio, para susurrarle al oído:

- Sólo lo diré una vez más: hasta que no seas mayor de edad el sexo está prohibido.

La cara de Stiles cuando Derek volvió a su asiento era un poema:

- Será una broma.

- ¿Tengo cara de bromear?

- Pero, ¿por qué? No es justo.

- ¿Para quién no es justo? ¿Sabes lo que puede hacerme tu padre, el Sheriff, si se entera de que me he acostado con su hijo menor de edad?

- Pero si yo te doy el consentimiento todo está bien.

- Por mucho que me lo des, le estaría dando la excusa perfecta para que me detenga cuando haga algo que no le guste.

- ¡Pero qué dices! -bromeó-. Mi padre te adora... Jamás lo va a reconocer pero...

- ¿Y qué hay de ti? -preguntó, igual de serio-. ¿Y si más adelante discutimos o rompemos? No tienes más que decir que me acosté contigo cuando eras un menor y en menos de cinco minutos estaría en la cárcel.

El chico se quedó unos segundos con la boca abierta.

- ¿Eso es lo que piensas de mí? ¿De lo que tenemos? -hizo un aspaviento-. ¿Hace menos de un mes que dejamos claro lo que sentíamos el uno por el otro y ya estás pensando en cuando rompamos?

The Other SideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora