Capítulo 2

1.7K 95 0
                                    

—No te preocupes —le dije—. Gracias por intentarlo.

—Bien, cariño —dijo la profesora—. ¡En marcha!

Nancy  dejó escapar una risita.

Yo le lancé mi mirada de luego-te-asesino y me volví dispuesto a enfrentarme a aquella momia, pero ya no estaba allí. Se hallaba en la entrada del museo, en lo alto de la escalinata, dándonos prisas con gestos de impaciencia.

¿Cómo había llegado allí tan rápido?
Yo y percy solemos tener momentos como ése, cuando nuestros cerebros parecen quedarse dormidos, y lo siguiente que ocurre es que  hemos perdido algo.

El consejero del colegio me dijo que era una consecuencia del THDA,
Trastorno Hiperactivo del Déficit de Atención: mi cerebro malinterpretando las cosas.
Yo no estaba tan segura.
Me dirigí hacia la señora Dodds.
A mitad de camino me volví para mirar a Grover. Estaba pálido, dejándose los ojos entre Papá y yo, como si quisiera que éste reparara en lo que estaba sucediendo, pero papá seguía absorto en su novela.

Miré de nuevo hacia arriba. La muy maldita había vuelto a desaparecer. Ya estaba dentro del edificio, al
final del vestíbulo.
«esta bien —me dijo percy—. Me obligará a comprarle a Nancy una camiseta nueva en la tienda de regalos.»

Pero al parecer no era ése el plan.
Nos adentramos en el museo.
Cuando por fin la  alcanzamos, estábamos de nuevo en la sección
grecorromana. Salvo nosotros, la galería estaba desierta.

Ella permanecía de brazos cruzados frente a un enorme friso de mármol de los dioses griegos. Hacía un ruido muy raro con la garganta, como si gruñera. Pero incluso sin ese ruido yo habría estado nervioso.

Ya es bastante malo quedarse a solas con un profesor, no digamos con la señora Dodds. Había algo en la manera en que miraba el friso, como si quisiera pulverizarlo...

—Han estado dándonos problemas, cariño —dijo.
Opté por la opción segura y respondí:

—Sí, señora.
Se estiró los puños de la cazadora de cuero.
—¿Creían realmente que se saldrían con la suya?
—Su mirada iba más allá del enfado. Era perversa.
«Es una profesora —pensé nerviosa—, así que no puede hacerme daño.»

—Me... nos esforzáremos más, señora —dijo percy.
Un trueno sacudió el edificio.

—No somos idiotas, Percy Jackson —prosiguió ella—. Descubrirte sólo era cuestión de tiempo.
Confiesa, y sufrirás menos dolor.

—.¿De qué habla? -me susurro percy
—Quizá los profesores encontraron el alijo ilegal de caramelos que vendes en tu dormitorio.— le conteste
—¿Y bien? —insistió.
—Señora, el no... —conteste 
—Se ha acabado el tiempo

Entonces ocurrió la cosa más rara del mundo: los ojos empezaron a brillarle como carbones en una barbacoa, se le alargaron los dedos y se transformaron en garras, su cazadora se derritió hasta convertirse en enormes alas ... Me quedé estupefacto. Aquella mujer no era humana.

Era una criatura horripilante con alas de murciélago, zarpas y la boca llena de colmillos amarillentos, y quería hacernos trizas... 

Y de pronto las cosas se tornaron aún más extrañas: papá, que un minuto antes estaba fuera del museo, apareció en la galería y le lanzó un bolígrafo a percy.
—¡Agárralo, Percy! —gritó.
La señora Dodds se abalanzó sobre percy.
Con un gemido, esquivo y vi  sus garras rasgar el aire junto a su oreja. Percy Atrapó el bolígrafo al vuelo y en ese momento se convirtió en una espada. Era la espada de bronce de Papá, la que usaba en casa.

Elizabeth y El Ladron Del RayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora