capítulo 15

971 58 5
                                    


P.O.V Elizabeth


Pasamos dos días viajando en el tren Amtrak, a través de colinas, ríos y mares de trigo ámbar. No nos atacaron ni una vez, pero tampoco me relajé. Me daba la sensación de que viajábamos en un escaparate, que nos observaban desde arriba y puede que también desde abajo, que había algo acechando, a la espera de la oportunidad adecuada.

Pero Percy lo tenia mas difícil Intentó pasar inadvertido porque su nombre y su foto aparecían en varios periódicos de la costa Este.

El Trenton Register-News mostraba la fotografía que le hizo un turista al bajar del autobús Greyhound. Tenía la mirada ida. La espada era un borrón metálico en sus manos. Habría podido ser un bate de béisbol.

En el pie de foto se leía:

«Percy Jackson, de doce años de edad, buscado para ser interrogado acerca de la desaparición de su madre hace dos semanas. Aquí se le ve huyendo del autobús en que abordó a varias ancianas. El autobús explotó en una carretera al este de Nueva Jersey poco después de que Jackson abandonara el lugar. Según las declaraciones de los testigos, la policía cree que el chico podría estar viajando con dos cómplices adolescentes. Su padrastro, Gabe Ugliano, ha ofrecido una recompensa en metálico por cualquier información que conduzca a su captura.»

-No te preocupes -le dijo Annabeth-. Los policías son mortales, no podrán encontrarnos.

Pero no parecía muy segura de sus palabras.

Pasé el resto del día paseando por el tren o mirando por las ventanillas.

Una vez vi una familia de centauros galopar por un campo de trigo, con los arcos tensados, mientras cazaban el almuerzo. El hijo centauro, que sería del tamaño de un niño de segundo curso montado en poni, me vio y saludó con la mano. Miré alrededor en el vagón, pero nadie más los había visto a excepción de Percy y Annabeth. Todos los adultos estaban absortos en sus ordenadores portátiles o revistas.

En otra ocasión, por la tarde, vi algo enorme moviéndose por un bosque.

Habría jurado que era un león,
sólo que no hay leones sueltos en América, y aquel bicho era del tamaño de un todoterreno militar. Su melena refulgía dorada a la luz de la tarde. Después saltó entre los árboles y desapareció.

El dinero que tenia solo alcanzó para comprar billetes hasta Denver. nos alcanzaba para literas, así que dormitábamos en estas. Percy Intentaba no babear, ya que Annabeth se burlaria de él.

P.O.V Percy

-Vale, ¿quién quiere tu ayuda? - dijo Annabeth

Ella y Elizabeth me miraban confundidas.

-¿Perdona?

-Hace un momento, cuando estabas durmiendo, murmurabas «No voy a ayudarte». ¿Con quién soñabas?

No quería contárlo. Era la segunda vez que soñaba con la voz maligna del foso, pero me preocupaba tanto que al final se lo dije.

Ambas chicas reflexionóron un rato.

-No parece que se trate de Hades -dijo Annabeth-. Siempre aparece encima de un trono negro, y nunca ríe.

-Me ofreció a mi madre a cambio. ¿Quién más podría hacer eso?

-Supongo... pero si lo que quería es que lo ayudaras a salir del inframundo, si lo que busca es desatar una guerra contra los Olímpicos, ¿por qué te pide que le lleves el rayo maestro si ya lo tiene?

Negué con la cabeza, deseando conocer la respuesta. Pensé en lo que Eli me había contado, que las Furias del autobús parecían buscar algo.

«¿Dónde está? ¿Dónde?»

Elizabeth y El Ladron Del RayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora