Capítulo 24 (Libro 1)

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P.O.V. Percy.

Aquella mañana era la ultima que pasaría en el campamento, el verano concluyó y la mayoría de los campistas regresaríamos a nuestras casas.

Yo tenia que elegir si quedarme o volver al mundo mortal con el riesgo de que algún monstruo me atacará. Decidí bajar al estadio y practicar un poco con la espada. Quizá eso me aclararía las ideas.

Me acerqué al estadio de los luchadores de espada y descubrí que Luke había tenido la misma idea que yo, su bolsa de deporte estaba al borde de la tarima.

Trabajaba solo, entrenando contra maniquíes con una espada que nunca le había visto. Debía de ser de acero normal, porque estaba rebanándoles las cabezas a los maniquíes, abriéndoles las tripas de paja. Tenía la camiseta naranja de consejero empapada de sudor.

Su expresión era tan intensa que su vida bien habría podido estar en peligro. Una vez más me pregunté cómo podía haber fallado en su misión.

Al final me vio y se detuvo a medio lance.

—Percy...

—Oh… perdona. Yo sólo…

—No pasa nada —dijo bajando la espada —Sólo estoy haciendo unas prácticas de última hora.

—Esos maniquíes ya no molestarán a nadie más.

Luke se encogió de hombros.

—Los reponemos cada verano.

Entonces vi en su espada algo que me resultó extraño, la hoja estaba hecha con dos tipos de metal: bronce y acero. Luke se dio cuenta de que estaba mirándola.

—¿Ah, esto? Un nuevo juguete. Esta es Backbiter.

—Vaya.

Luke giró la hoja a la luz de modo que brillara.

—Bronce celestial y acero templado —explicó—. Funciona tanto en mortales como en inmortales.

Pensé en lo que Quirón me había dicho al empezar mi misión: que un héroe jamás debía dañar a los mortales a menos que fuera absolutamente necesario.

—No sabía que se podían hacer armas como ésa.

—Probablemente no se puede —coincidió Luke —. Es única. —Me dedicó una sonrisita y envainó la espada—. Oye, iba a buscarte. ¿Qué dices de una última incursión en el bosque, a ver si encontramos algo para luchar?

No sé por qué vacilé. Debería haberme alegrado que Luke se mostrara tan amable, desde mi regreso se había comportado de forma algo distante. Temía que me guardara rencor por la atención que estaba recibiendo.

—¿Crees que es buena idea? —repuse—. Quiero decir…

—Oh, vamos. —Rebuscó en su bolsa de deporte y sacó un pack de seis latas de Coca-Cola —Las bebidas corren por mi cuenta.

Miré las Coca-Colas, preguntándome de dónde demonios las habría sacado. No había refrescos mortales normales en la tienda del campamento. Azúcar y cafeína. Mi fuerza de voluntad se desplomó.

—Claro —decidí—. ¿Por qué no?

Bajamos hasta el bosque y dimos una buena caminata buscando algún monstruo, pero hacía demasiado
calor. Todos los monstruos con algo de seso estarían haciendo la siesta en sus fresquitas cuevas.

Encontramos un lugar en sombra junto al arroyo donde le había roto la lanza a Clarisse durante mi primera partida de capturar la bandera. Nos sentamos en una roca grande y bebimos las Coca-Colas y observamos el paisaje.

Elizabeth y El Ladron Del RayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora