P.O.V. Percy.
Annabeth nos hizo subir a un taxi como si realmente tuviéramos dinero y le dijo al conductor:
—A Los Ángeles, por favor.
El taxista mordisqueó su puro y nos dio un buen repaso.
—Eso son quinientos kilómetros. Tendrian que pagarme por adelantado.
—¿Acepta tarjetas de débito de los casinos? —preguntó Annabeth.
El taxista se encogió de hombros.
—Algunas. Lo mismo que con las tarjetas de crédito. Primero tengo que comprobarlas.
Elizabeth le tendió su tarjeta verde LotusCash. El taxista la miró con escepticismo.
—Pasala —le animó Annabeth.
Ella obedeció.
El taxímetro se encendió y las luces parpadearon. Marcó el precio del viaje y, al final, junto al signo del dólar apareció el símbolo de infinito. Al hombre se le cayó el puro de la boca. Volvió a mirarnos, esta vez con los ojos como platos.
—¿A qué parte de Los Ángeles… esto, alteza?
—Al embarcadero de Santa Mónica por favor. —Elizabeth se irguió en el asiento, muy conforme con lo de «alteza»—. Si nos lleva rápido, puede quedarse el cambio.
Creo que no debería haberle dicho aquello.
El cuenta-kilómetros del coche no bajó en ningún momento de ciento cincuenta por el desierto del Mojave.
En la carretera tuvimos tiempo de sobra para hablar. Les conté mi último sueño, Elizabeth también tuvo el mismo sueño y tal parece que nuestros sueños están conectados, pero los detalles se volvieron borrosos al intentar recordarlos. El Casino Loto parecía haber provocado un cortocircuito en nuestras memorias.
No recordaba de quién era la voz del sirviente invisible, aunque estaba seguro de que era alguien que conocía. El sirviente había llamado al monstruo del foso algo más aparte de «mi señor».
Había usado un nombre o título especial…
—¿El Silencioso? —sugirió Annabeth—. ¿Plutón? Ambos son apodos para Hades.
—A lo mejor —dijo Elizabeth, pero no parecía ninguno de los dos.
—Ese salón del trono se asemeja al de Hades —intervino Annabeth—. Así suelen describirlo.
Meneé la cabeza.
—Aquí hay algo que no cuadra, la voz del foso… No sonaba como la de un dios — comentó Elizabeth.
Los ojos de Annabeth se abrieron como platos.
—¿Qué piensas? —le pregunté.
—Eh… nada. Sólo que… No, tiene que ser Hades. Quizá envió al ladrón, esa persona invisible, por el rayo maestro y algo salió mal…
—¿Como qué?
—No… no lo sé —dijo—. Pero si robó el símbolo de poder de mi padre del Olimpo y los dioses estaban buscándolo… Me refiero a que pudieron salir mal muchas cosas. Así que el ladrón tuvo que esconder el rayo, o lo perdió. En cualquier caso, no consiguió llevárselo a Hades. Eso es lo que la voz dijo en tu sueño, ¿no? El tipo fracasó. Eso explicaría por qué las Furias lo estaban buscando en el autobús. Tal vez pensaron que nosotros lo habíamos recuperado. —Annabeth había palidecido.
—Pero si ya hubieran recuperado el rayo —contesté—, ¿por qué habrían de enviarnos al inframundo?
—Para amenazar a Hades —sugirió Elizabeth—. Para hacerle chantaje o sobornarlo para que te devuelva a tu madre.
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Elizabeth y El Ladron Del Rayo
FanficElizabeth es una chica de trece años que descubrirá que es mas especial de lo que cree, ella siempre supo que no era del todo normal, pero una noche cerca de el mar todo cambia y la vida de ella y la de sus amigos peligra. Un campamento, campistas...