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"Una invitación nada agradable".

Había pasado aproximadamente tres meses desde aquella cita entre los dos y a pesar que ambos pensaron que no iban a poder llevarse bien después del viaje el resultado fue todo lo contrario.

En los tres meses que estuvieron juntos, Yuuri antes de ir a trabajar pasaba al negocio de Viktor donde charlaban un poco más de quince minutos, ambos desayunaban en una mesa junto a la gran ventana para poder apreciar a las personas pasar. En las tardes el mayor iba por Yuuri a su trabajo y comían juntos.

Los chistes entre ellos no se hacían esperar, las bromas y los recuerdos eran su tema de conversación favorito, evitaban los temas dolorosos para enfocarse en los alegres. Se hacían bromas entre los dos y tomarse de las manos era una costumbre en ellos que toda la vergüenza se había perdido por completo.

Yuuri se acostumbró de manera demasiado rápida a los besos en sus nudillos por parte del ruso, Viktor en cambio se acostumbró al temperamento del chico. Sabía que el japonés sufría de inseguridades y una que otra vez pudo presenciar los nervios a causa del trabajo. La molestia que causaba el estrés acumulado raramente lo pudo apreciar. Sin embargo fuera de ofenderse o incluso enfadarse con el nipón, lo entendía y lo ayudaba a sacar todo aquel estrés.

Su recompensa siempre era una disculpa y una sonrisa amable y sincera. Viktor por fin tenía aquella sonrisa para sí solo y lo mejor de todo era que él era el único que podía sacarla de los labios ajenos.

Yuuri por otro lado, para ese tiempo ya conocía a la perfección a los amigos del ruso, Mila: la chica introvertida, Chris: el casanova y Georgi: el romántico, era su clasificación personal para identificarlos. Todos y cada uno tenían sus propias características que los diferenciaban y los hacía ser especiales. Los tres amigos le agradaban en medida y entendía el motivo por el cual Viktor confiaba ciegamente en ellos.

Tres meses pasaron para que comenzara a haber mucha más confianza entre ellos, los coqueteos eran claros y los sutiles arrumacos eran más constantes cuando se encontraban a solas.

Sin embargo, siempre cuando estaban en un buen término algo debía de desequilibrar aquel punto en donde los dos se encontraban. Era inevitable que pasara y a pesar que Yuuri no tenía ninguna idea de todo lo relacionado a Viktor, sabía que tenía sus problemas más nunca imaginó que sería tan grave.

Yuuri también tenía los suyos y algunos secretos que ocultaba de su mejor amigo, aunque todo eso parecía irrelevante a lo que Viktor pasaba. Una prueba más para su vida y una prueba más para saber si podían o no estar juntos y sobrellevar todo lo relacionado a otro.

Fue una noche de otoño donde Yuuri regresaba del trabajo, se encontraba feliz de que fuera viernes y que le fue aprobado el proyecto del que estaba a cargo. Todo había ido de maravilla, tanto en su trabajo como con Viktor en la tarde, pues el día siguiente habían quedado en ir a un restaurante ellos dos.

Mientras caminaba y tarareaba hacia su correspondiente edificio a lo lejos se percató que Viktor se encontraba con ropa deportiva y con un semblante bastante melancólico frente al edificio. El platinado miraba en todas las direcciones sin saber con certeza dónde dejar su mirada y cuando el ruso se percató de su presencia solo más se puso nervioso.

Sabía que algo no iba bien y comenzó a preocuparse más de lo que realmente quería. Miró a Viktor a unos escasos metros de llegar con él, le sonrió en forma de saludo. El ruso apenas y le devolvió la sonrisa. Eso era demasiado preocupante, sin decir nada más se apresuró a llegar hasta donde se encontraba y al hacerlo se detuvo frente a él.

—Hola Viktor —dijo el menor sonriéndole y tomando su mano como usualmente Viktor lo hacía cuando se encontraba estresado.

—Hola Yuuri —contestó apenas y con un hilo de voz.

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