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"Una interrupción bastante agradable".

El desayuno fue amigable, a pesar de que se encontraban en un silencio incómodo con miradas fugaces en algunas ocasiones y sonrisas cuando las miradas chocaban para encontrarse, Viktor se sentía avergonzado por toda la situación que acababa de pasar, afortunadamente utilizó la lechuga que había llevado la noche anterior para preparar una ensalada que, a según el criterio del japonés estaba deliciosa.

—¿Sabes? —Dijo Yuuri al probarla, meneando su tenedor entre sus dedos —comer flores de vez en cuando no es tan malo. Me he dado cuenta que saben mucho a la lechuga. Deberías de comprar más de estas.

Viktor se removió en el asiento nervioso y avergonzado.

—Muy bien, ya lo entendí. Lo siento, ¿de acuerdo? No volverá a pasar.

Yuuri tomó de la taza de café que tenía frente a él y bebió divertido. Deleitándose con el aroma, el delicioso sabor y el agradable líquido que bajaba lentamente por su garganta.

Dejó la taza sobre la mesa y sonrió.

—Es la primera vez que me regalan “flores” —dijo haciendo comillas con sus dedos en la última palabra —de hecho, es la primera vez que me regalan algo.

—¿Cómo? ¿Tus parejas no lo hacían? —al decirlo Viktor se arrepintió de sacar ese tema de conversación. Sus manos se hicieron un puño y se reprendió en silencio.

—No —declaró con una sonrisa —siempre era yo el que daba de más. Ya sabes, cariño y cosas materiales. Mis parejas eran muy reservadas. Así que solamente me quedaba aceptar sus decisiones y no obligarlos a nada. Pero son historias del pasado, son cosas sin importancia.

Viktor negó en silencio y quiso tomar la mano de Yuuri, sin embargo en el último segundo se arrepintió, y en su lugar tomó un bocado de su comida.

—No importa, la próxima vez te regalaré verdaderas flores.

Yuuri sonrió y negó.

—No es necesario —dijo terminando su bebida —no hay ningún problema. Son cosas sin importancia.

Tal vez para Yuuri eran cosas sin importancia, tal vez el japonés estaba tan acostumbrado a no recibir ningún cariño por parte de sus parejas que le sorprendía cuando alguien le regalaba algo y tal vez por eso su miedo a volver a querer a alguien. Las experiencias y los sentimientos no iban muy bien de la mano; las experiencias te hacían más fuerte, los sentimientos lo contrarrestaban.

Por eso, Viktor no pudo decir nada, ni siquiera una palabra de consuelo al escuchar aquello, sería tonto decir algo a esas alturas de la conversación. Así que lo único que pudo hacer fue sonreír y asentir sin decir nada más que decir.

Después de tomar el desayuno y de lavar los platos y los vasos, Viktor se despidió de Yuuri dejando al japonés con los nervios completamente alterados. 

Yuuri después de cerrar la puerta se recargó detrás de esta y se tapó el rostro completamente avergonzado. Sin entender sus latidos del corazón.

 Sin entender sus latidos del corazón

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Mi vecino de enfrente. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora