❀23

3.4K 451 218
                                    

"Encuentros inesperados".

No lo podía creer, ni siquiera se había dado cuenta de la persona que estaba frente a él, había pasado tantos años que difícilmente podía asimilar lo que sus ojos visualizaban.

No podía confundirlo, era imposible hacerlo, aquella persona que estaba frente a él era Viktor Nikiforov.

Y aunque llevaba su cabello mucho más corto que hace siete años, ese peculiar y exótico color plateado era inconfundible en todos los sentidos. El pequeño flequillo que cubría parte de su rostro era un poco incómodo de ver, ya que no podía distinguir con claridad aquellos dos orbes celestes que tanto lo caracterizaba.

Cuando vio a Viktor delante de él, fue como si el tiempo a su alrededor se detuviera y solo quedaran ellos dos en ese espacio indefinido. Su alma cayó causando que tambaleara escasos centímetros. Aquel platinado sonrió tímidamente, casi con torpeza y se recargó en el barandal de su respectivo balcón.

Abrió su boca para articular una palabra que posiblemente se perdería en el ruido provocado por los demás, pero antes de dejarlo decir algo, o al menos producir un menor sonido, Yuuri sonrió, inclinó su cabeza y dio media vuelta para entrar en el departamento.

Cerró la puerta detrás de él y cuando estuvo seguro que sus pensamientos no iban a escapar de aquellas paredes cayó lentamente.

Llevó sus manos a su cabeza y trató de hacerse un pequeño ovillo sin lograrlo, quería desaparecer y era un hecho que su rostro no era el mejor del mundo. Apostaba lo que fuera a que estaba de miles de colores posibles. Sintió sus orejas calientes y su corazón latía tan frenéticamente que no le habría sorprendido si sus latidos se confundían con el sonido de los tambores al tocarlos.

Viktor Nikiforov, la persona que había cambiado completamente su vida vivía delante de él, a escasos metros de distancia. Viktor Nikiforov, el chico de ojos preciosos que una vez en preparatoria robó su corazón y lo hizo añicos tan fácilmente como un cristal al estrellarse contra el suelo se encontraba tan cerca.

Sonrió tratando de detener sus latidos, sonrió por volverlo a ver otra vez y sonrió porque se dio cuenta que estaba bien, que al verlo no cambiaba su estado emocional a uno deplorable, ya no lloraba al recordarlo y eso le agradó. Sin embargo la sonrisa se esfumó tan rápido como llegó, pues el pensamiento de no volver a estar a su lado fue lo que lo tranquilizó.

Cuando tuvieron aquella última plática  en los baños de la escuela hace años atrás, Yuuri le deseo la felicidad y lo dijo de corazón pues en verdad esperó a que Viktor fuera feliz. Ese pensamiento no había cambiado al paso de los años y se alegró de eso.

Y a pesar del dolor que sintió en aquel entonces, fue curado lentamente por diferentes amantes en su vida, amigos que lo apoyaron y personas que estuvieron a su lado en momentos difíciles, sin embargo, las palabras y acciones de aquel chico de diecisiete años todavía perduraban en su mente sin poderlo sobrellevar tan fácil. Aún dolían, pero al menos ya no lloraba por esas acciones pasadas.

No odiaba a Viktor; en un punto de su vida lo había odiado con todas sus fuerzas que era difícil llevar aquella carga, pero con el paso de los años se dio cuenta que odiar a alguien no lleva más que a sufrimiento a uno mismo. Por eso, aunque no lo odiaba, sentía indiferencia a su presencia.

"Yuuri, ¿entonces por qué te sonrojaste?", preguntó una pequeña vocecilla molesta en su mente.

¿Cuál fue el motivo de su sonrojo?, ¿ver lo apuesto que era?, ¿lo alto que estaba?, ¿la sonrisa que le dedicó? O el simple hecho que, muy en el fondo de su ser, siempre buscó ese peculiar sentimiento que alguna vez en su adolescencia le hizo pasar el ruso sin encontrarlo con otras personas.

Mi vecino de enfrente. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora