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"La confesión esperada".

Yuuri manejaba de regreso, la carretera era tranquila y Viktor se encontraba en el asiento del copiloto mirando por la ventana. Su mano estaba apoyada sobre su boca y la otra sobre su pierna. Desde el momento en que abandonaron aquella casa no habían hablado más que para cosas insignificantes.

Una vez que Viktor firmó los papeles donde renunciaba a todo el dinero proveniente de Aleck lo tomó de la mano y salieron de la casa sin esperar respuesta de ninguno de los dos. Yuuri tuvo que regañarlo para que lo dejara conducir ya que sus emociones y sentimientos eran tan fuertes que dudaba que se concentrara en la carretera.

Tardaron aproximadamente una hora en esa casa y añadiendo el tiempo de camino de regreso fue más pesado de lo que ambos querían. El azabache sabía que Viktor sentía algo más que un enfado hacia su padre, sentía tristeza y una clara decepción. Había visto la cara que puso cuando el hombre abrazó a su segundo hijo, Viktor lo disimuló muy bien, pero Yuuri pudo ver por escasos segundos el dolor reflejado en su rostro.

Cuando por fin llegaron a la ciudad y a su edificio ya comenzaba a ser de noche. Los enormes anuncios en las calles con luces de neón anunciaban que estaban en casa y de alguna manera Yuuri se relajó al verlos. Aunque no podía decir lo mismo de Viktor, quien no se había dado cuenta que ya estaban en su territorio hasta que Yuuri entró en el estacionamiento del correspondiente edificio.

Estacionaron el auto en el edificio de Viktor y en vez de salir de este quedaron en silencio esperando algo. Sus respiraciones era lo único que se escuchaba entre los dos, era algo incómodo.

—Gracias por acompañarme este día y disculpa lo que pasó —Viktor fue el primero en romper el silencio incómodo que había perdurado por más de tres horas —gracias por estar conmigo.

—No hice nada. Solo fui a escuchar, lo siento.

Viktor negó y salió del auto. Yuuri lo siguió.

—Creo que debo irme —dijo Viktor una vez más con una sonrisa cansada y triste —es mejor que…

No acabó su frase, Yuuri lo había tomado de las manos y negó en silencio.

—Vamos a mi casa. No has comido, te prepararé algo. ¿Sí?

Viktor asintió con un poco de preocupación y siguió a Yuuri sin decir nada. Salieron del estacionamiento, cruzaron la calle y entraron al edificio contrario. Tomaron el ascensor y subieron hasta el quinto piso. Al llegar al departamento de Yuuri se detuvieron y este entró con Viktor siguiéndole los talones.

En otras circunstancias el ruso hubiera hecho una broma de su decoración, de las plantas que había alrededor de su departamento o incluso de las cajas que se encontraban en el suelo, que no eran muchas. En otras circunstancias había abrazado a Yuuri o se sentiría nervioso al estar a su lado. Pero ese no era el caso y lo único que podía hacer era seguirlo sin decir nada.

Entraron a la cocina y Yuuri le sonrió con total agrado, se dio la vuelta y se colocó un delantal color azul para comenzar a preparar la respectiva cena, sus manos se movían con rapidez y con gracia, sentía la mirada de Viktor posada sobre su espalda sin embargo no le dio importancia y siguió con lo suyo.

—Gracias por acompañarme esta vez —escuchó al ruso con una voz cansada y triste —siento que tuviste que presenciar todo aquello. Lo siento.

Yuuri bajó la intensidad de la estufa y se giró a donde estaba Viktor, sentado en la mesa de la cocina, se sentó a su lado y tomó su mano para apretarla levemente.

—Oye —dijo con una voz amable y dulce —no tienes que disculparte. El que se debe de disculpar soy yo al no saber cómo consolarte. En ese momento no supe qué decirte, se supone que fui para ayudarte y no dije nada.

Mi vecino de enfrente. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora