Mis latidos y mi respiración golpearon mi alocado pecho y aunque aún no entendía porque mi cuerpo se movía, seguí corriendo entre los frondosos y verdes pinos que habían empezado a saludarme desde hacía menos de treinta minutos.
¿Por qué corría? ¿Por qué no me detenía? ¡Esta era mi oportunidad para dejarlo a la deriva! La perfecta ocasión para terminar con todo esto... el sufrimiento y la tristeza. Llevar una vida normal y plena. ¿Por qué me sentía tan desesperada? ¿Por qué quería que él lo supiera?
Seguí corriendo incluso aunque las ramas juguetonas del sucio y traicionero suelo se asomaran para atormentarme. En mi pecho, había algo que me hacía sentir culpable. Ese algo que me hacía querer llorar. Pedir perdón. Abrazarlo para decirle lo mucho que lo sentía.
¿¡Es que estaba loca!? ¿Quién diría que leer una carta ocasionaría tanto problema?
* * *
—Todo está bien, hija. Al fin y al cabo, recuerda que a partir de mañana, Liam va a desaparecer de nuestras vidas.
¿Desaparecer? Dejé de hablar, justamente pensando en lo último que había dicho mi madre. Era cierto que lo mejor era olvidar. Borrarlo de mi mente. Pretender que nada había pasado. Negarlo en mi pasado para renovar un futuro.
¿Un futuro? ¿Cuál sería mi propósito para el futuro?
Bajé la cabeza mientras pensaba la respuesta en mi mente. Mi madre se quedó mirándome, expectante de lo que hacía. ¿Pensaba que realmente lo amaba? ¡Qué idea más tonta! Nunca podría amar a este Liam. Este Liam era muy diferente a ese Liam… ese que realmente me había enloquecido con su sonrisa y verdes ojos.
—Caroline… —Mi madre habló de repente, esta vez algo más tensa y reservada—. Hay algo más que tengo que mostrarte antes de relegar su imagen, no sé si tenga que ver con esto, pero es algo delicado que se ha pasado de generación en generación. Esto por petición de tu difunta tátara abuela.
—¿Un testamento?
—Si —soltó en un hilo de voz apagado—. Aún no comprendo la esencia de su carta, pero puede ser que Evangeline Northon solo quería que nosotras, sus descendientes, conociéramos su historia para que no muriera trágicamente en el recuerdo.
Me quedé con los ojos abiertos, justo al repetir las palabras en mi mente. ¿Evangeline era mi tátara abuela? Tragué saliva y aún sorprendida de este gran descubrimiento, miré fijamente a mi madre… buscando una sonrisa de broma en su rostro o algo que me dijese que nada de esto estaba realmente pasando. Que estaba soñando.
—No, no puede ser.
—¿Caroline?
—Evangeline no puede ser mi… —me tapé los labios, pegando los hechos con lo que me había pasado.
¿Sería posible que Liam se las hubiera empañado para comprarnos a todas nosotras?
—Madre, solo es una suposición pero, mi abuela —traté de no sonar alterada, pero mis manos temblaban—. ¿¡Quién la compró a ella en la subasta!?
Esta vez mi madre bajó la mirada, arrugando un poco la carta amarilla que entre sus manos se postraba
—Ella nunca pudo decírmelo —Su voz sonó rasposa, dolida—. Antes de que yo naciera, a ella le arrancaron la lengua.
Tuve un escalofrío al recordar las amenazas que Liam soltaba, de tanto en tanto, para que no cometiese una tontería. ¿Mi abuela se había topado con ese tipo también?
—Hija, escúchame bien —sentí unas manos tomarme de ambas mejillas, acariciándome gentilmente para calmarme—. No sé en lo que estés pensando, pero olvídalo. Cuando leas esta carta, arrastra con tu voz el dolor y mira hacia adelante. Si el aborrecimiento permanece, él oscurecerá tu corazón.
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Era vampirica
VampireSe decía que en año 2012 todo se acabaría y así sucedió. Nadie hubiera creído una historia tan loca, pero ahora, es más que un hecho que los vampiros existen. Aquellos que te sodomizan, te compran y hacen de tu cuerpo lo que quieren...