48. Vino rojo

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Escuché la lluvia parar, pude oler el fino olor a pino, sentí varios pasos a mis costados pero fue ese débil susurro lo que realmente me hizo despertar.

Había sido una voz temblorosa, asustada y quebrada la que se había pegado a mí por horas cuando por fin abrí mis ojos en medio del bosque. No recordaba cómo es que había terminado ahí pero ciertas imágenes me golpeaban cuando trataba de sentarme para pensar. Volker, Leonard y esa molesta niña.

Me giré a los lados con tan solo recordarla pero el silencio de su abandono concluyó por hacerme exasperar. ¿¡Dónde estaba esa maldita cría cuando la necesitaba!? ¿Por qué estaba solo? ¿Es que esa estúpida niña no recordaba que la había salvado de que la mataran? Recordé entre el enojo la herida y algunas lágrimas que habían caído sobre mí. Mi furia se apaciguó al evocarla llorar y recibir de ella una mirada de angustia.

¿Por qué se había preocupado?

Respiré con fuerza al sentirme sano, más de lo que antes lo había estado en realidad. Lancé mis ojos a mis manos y pude sentir aquello que hacía mucho que no sentía: poder. Busqué con mis ojos el cuerpo de aquella niña, ansiando gritarle para sacarle una buena respuesta. Sentirme tan bien no era algo normal. La sed a la que tanto estaba acostumbrado ya no era tan asfixiante. ¿Qué había pasado aquí? Algo había hecho. Lo sabía, podía sentirlo.

Me paré del suelo hecho una furia. Estaba molesto por alguna extraña razón. ¿Esa cría pensaba que podía irse así… sin mi permiso? No tenía esa autorización. ¿Cómo osaba vagar por el bosque sin explicarme lo que me había hecho? Di dos pasos hacia el frente decidido a ir en su búsqueda, pero un mareo intenso me hizo detenerme. Me tomé la sien envuelto en un sentimiento viejo que me hizo temblar en conmoción. Hacía mucho tiempo que no me pasaba esto. ¿Por qué ahora? ¿Por qué hoy? Caminé a pesar del dolor, del sublime deseo por sangre y la sed de porquería empeñada en verme besar el suelo… sin embargo, no llegué más allá del kilometro y medio cuando mis piernas cayeron a pies de un rio casi seco.

Mi cabello rojo cayó frente a mí pero yo no pude evitar mirar mi reflejo con las pupilas envueltas en un sentimiento de melancolía y enojo. Aquel color que poseían mis ojos ahora era tan verde como el propio bosque. 

Golpeé el agua con mis puños atreviéndome a pensar que alucinaba. No podía ser cierto, no quería que fuese así. Esperé a que las ondas de agua se calmaran esperando ver aquel color de ojos a los cuales yo estaba tan acostumbrado, pero aquel color no se fue y ahí, en aquel pequeño charco de agua, se dibujó aquel ser que yo tanto odiaba.

Deduje lo que había pasado casi al instante y mi mirada se hizo sombría al igual que mi alma. La destruiría, la mataría. Esa niña se estaba burlando de mí como lo había hecho ella.

Me acaricié la sien tratando de tapar mi horrible rostro. ¿Por qué no había podido dejarme solo sin haberme tocado? ¿Por qué se había dejado morder por mí? Volví a mirar mis manos… el color rejuvenecido de mi piel y ese hermoso poder vivo que gritaba de alegría dentro de mí. ¿Qué ansiaba sacar con todo esto? ¿Mis agradecimientos? ¿¡Qué!? ¿¡Qué quería de mí!? ¿No sabía que ya había hecho más que suficiente? Había vuelto a recordarlo todo… todo aquello por lo que había luchado para poder olvidarme de ella cada vez que compraba a alguien de su descendencia.

Pero la realidad era esta: seguía siendo el mismo imbécil que había dejado al amor que una vez tuvo por un capricho. Sentí ese nudo en mi garganta crecer al saber que había vuelto a desacreditar aquella prueba que yo mismo había creado para poder ser algún día el mismo hombre que una vez fui.

Un silencio en el aire me hizo recrear una idea nueva. Una nueva teoría del porqué lloraba ahora. 

Yo no había desacreditado mi examen a propósito. No. Ella me había hecho perder a fuerza. Volteé mi mirada de nuevo al rio sabiendo que estos ojos y recordar a Evangeline tenían su nombre impreso. Saberme perdedor era culpa de ella.

Era vampiricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora