El sonido del charco contra el contacto en mis zapatos desgastados, anunciaron en el aire el mal augurio entre los animales. La noche lluviosa de ayer había cesado esta mañana, y en estos cinco días de fuga, había luchado para sobrevivir a base del fruto de los pinos y el agua de los lagos que encontraba de paso a lo desconocido.
Corría sin fuerzas, y al decir verdad, aún terriblemente adolorida. Mi tobillo, claramente, no había sanado de tan terrible suplicio al que había sido sometida por crueldad y sadismo. Y a como recordaba, no había volteado atrás desde que la vampira Marilyn me había echado por la puerta trasera de la cocina.
Así que, las noches solitarias habían sido largas, violentas y sumamente depresivas. Mi estado físico era una desgracia. Yacía desnutrida por las pocas horas de sueño y poca comida que encontraba por el camino, estaba empapada de arriba abajo y mi herida daba pulsadas de dolor con cada paso agonizante pero decidido que daba, ya que, por más extraño que lo pareciera, poseía un así una sonrisa en mi rostro. Probablemente por la lucidez de mis primeros malos actos pero satisfecha y engañada por la falsa libertad que me cegaba la vista... pues a los ojos de cualquiera, era obvio que con mi atuendo, el vestido y mi hombro descubierto, la que corría por los bosques ya tenía dueño.
Así que ignorando lo que tal vez iba a ocurrir en un futuro, seguí caminando con la frente en alto, soportando el dolor y más que nada, con la mera idea de que pronto volvería a casa... regresaría por fin a los delicados brazos de mi madre.
Me mordí los labios pensando en aquello. ¿Qué haría cuando me reencontrara con aquella mujer de pelo negro y con la piel más blanca que la propia nieve? Un escalofrió de felicidad rodeo a mi cuerpo e intentando no agitarme de emoción, sonreí débilmente entre el roció de la mañana y el comienzo de la helada brisa por la entrada época navideña.
Seguramente tocaría débilmente la puerta, los segundos se transformarían en horas y el silencio en mi peor enemigo. Escucharía los pasos deslizarse por el piso de madera y entonces las llaves destapando los candados. El corazón me saltaría y mi aliento escaparía de mis pulmones cuando la puerta se estuviera abriendo en cámara lenta.
Sonreí con melancolía, caminando más a prisa, solo por mí imaginada escena en donde mi madre decía mi nombre entre susurros y lágrimas entre mi pecho, cuando recién me acogía en la sala de estar.
¿Sería que así sucedería?
La excitación no pudo para más y cuando di otro paso, mi ser se detuvo... pensándolo de nuevo con actitud negativa.
¿Y si así no sucedían las cosas? ¿Qué haría entonces?
El posible pero casi nulo pensamiento de que mi madre volviera a entregarme, me partió el alma. Ella siempre me había remarcado este día como el destino. ¿Y si terminaba enojada? ¿Y si le causaba vergüenza? Mi mente divagó en ese segundo en darme la vuelta y regresar a aquel castillo, pero cuando los ojos rojos aparecieron en mi mente, me giré de nuevo y seguí el paso.
No... yo no volvería a ese lugar de mala muerte. Él no me quería ahí de todas formas. Siquiera me había mordido o pretendido preñarme, así que no le servía mucho que digamos. Tal vez, tan solo me había echado la soga al cuello para sentirse superior a todos aquellos que peleaban por mí en la subasta de octubre.
Sí, seguramente había sido por ello, pues a él no se le veían ni las ganas e interés en utilizarme, así que al problema le daría vuelta de hoja. Llegaría con mi madre y aunque ella no quisiera, la sacaría a empujones de Bloody Town.
—Eso es lo que haré —solté con mera inconsciencia, dando cuantos pasos me fuera posible, para tener ventaja en mi egoísta idea—. Seremos prófugas y escaparemos hacia el sur.

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Era vampirica
VampirSe decía que en año 2012 todo se acabaría y así sucedió. Nadie hubiera creído una historia tan loca, pero ahora, es más que un hecho que los vampiros existen. Aquellos que te sodomizan, te compran y hacen de tu cuerpo lo que quieren...