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No le prestó especial atención a las clases. Tampoco había sido matriculado para aprobar y no tenía intenciones de quedarse allí todo le curso. Era algo temporal, simple tapadera. Fingió que estaba pendiente de la lección por no tener a la profesora jodiendo ya que parecía le tenía echado el ojo por eso de que entró tarde a estudiar. Una adversidad menor, la molestia que le causaba la docente era fácil de ignorar.

Habían pasado tres días desde que empezó allí. Rápidamente tres días se habían ido de entre sus manos como nunca antes. No estaba para nada cerca de cumplir su objetivo, todavía menos sobre la verdad tras el asesinato de Natsumi. Cuando le tuvo que dar las malas nuevas a Fuyuhiko sobre que no pudo sacar nada en claro de la autopsia, podía saber que Kuzuryu estaba molesto pero no con él. Entonces la única esperanza que tenían era que el cliente que les estaba pagando por asesinar a Komaeda tuviera realmente algo esclarecedor sobre el caso. Esperaba no fuera todo una gran mentira.

Estaba exhausto mentalmente, tenía que admitirlo. Se pasaba el día entero repasando todo en su cabeza una y otra, y otra vez. Odiaba estar bloqueado. Sentado en la cafetería, se masajeó las sienes con los codos apoyados sobre la mesa. El olor del frapuccino que había pedido llegaba a sus fosas nasales y le estaba causando náuseas. Pensó un café lo despejaría, pero estaba tan agobiado que era incapaz de ingerir nada. No ayudaba en lo absoluto que Komaeda nunca siguiera una ruta en concreta por las tardes al salir de la universidad. Era imposible trazar un plan con un patrón tan caótico. De nuevo, solo habían pasado tres días, tenía que darle más tiempo a eso.

—¿Puedo sentarme? —alguien preguntó parado frente a su mesa. Levantó la mirada para ver que se trataba del sujeto de uno de sus aquejantes problemas—. El resto está ocupado.

Alzó una ceja, dando un vistazo al resto de la cafetería comprobando que efectivamente así era. ¿Acaso no tenía amigos con los que sentarse? No, no iba a ponerse a darle vueltas a la vida personal de Komaeda justo en ese momento. Quería deshacerse del dolor de cabeza primero.

—¿Estás bien, Hinata-kun? Estás pálido —preguntó casualmente, como si se conocieran de hacía tiempo.

—Sólo me duele la cabeza —respondió abandonando los dedos sobre sus sienes para adoptar una posición más recta ahora que tenía compañía.

Torció los labios a un lado en una mueca mientras bajaba a la cabeza hacia la bebida que tenía Hajime frente a él. Cogió su propia taza que había traído consigo y la deslizó hacia el castaño.

—Deberías tomar té en lugar de café. Te ayudará a calmarte —no le dio mucho margen a protesta, de hecho le retiró el café y puso el té ofrecido justo frente a él—. ¡Ah! Y creo tengo ibuprofeno en mi maleta, déjame un momento.

Chico preparado, chico listo. Normalmente se alegraba de interactuar con personas inteligentes, pero en esta ocasión podría resultarle un problema.

Tras rebuscar a fondo en su propia maleta, Nagito acabó victoriosamente sacando la cápsula que contenía la pastilla. La sacó de su paquete aluminio y la dejó en la mesa junto al té. Le dirigió una cálida sonrisa antes de comenzar a comer su desayuno en silencio. Hajime se quedó viendo al té con el entrecejo fruncido. En situaciones normales jamás y nunca aceptaría la bebida de otra persona considerando el tipo de mundo en el que vivía. Sin embargo le parecía una falta de respeto rechazar el gesto de hospitalidad ya que Komaeda se veía genuinamente preocupado. Tras ojear el plástico que previamente contenía la pastilla y corrobar que efectivamente era ibuprofeno, se la llevó a la boca y se la tragó con un sorbo de té. Eso aliviaría su dolor de cabeza durante las siguientes horas de clase.

Para cuando se hubo terminado el té, se sentía más calmado y su dolor cabeza casi se había disipado del todo. De verdad necesitaba tener la mente más despejada.

мσησ¢няσмє яαιηвσω 『HinaKoma / KomaHina』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora