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Jadeó mientras caminaba, apoyándose contra la pared con su hombro derecho que no estaba herido mientras su mano de ese mismo lado hacia presión en la herida de su bicep izquierdo. Al entrar en la fábrica, era obvio que debía de esperar algún guarda, una trampa, hasta una emboscada... mas no se esperó una persona tan experta con armas yendo a por él luego de deshacerse de los tres guardas en el exterior.

Se detuvo unos segundos, siseando de dolor. Por suerte no le había alcanzado con armas de fuego, eso podría haber sido mucho más grave. Experto o no como él era, seguía siendo humano, sus capacidades también tenían un límite... Ni siquiera se atrevió a subestimar a su adversario y aún así se vio contra las cuerdas por unos instantes. Había salido vencedor porque la superó en ingenio, eso era todo.

Giró la cabeza hacia el cuerpo de la joven que yacía inconsciente unos metros más atrás. Sería mejor que encontrara a Komaeda antes de que alguien más pudiera ir a por él en el estado vulnerable en el que se encontraba con aquella herida. La soldado no se iba a despertar en ningún futuro cercano pues le había disparado un dardo venenoso. No era un químico letal, pero la mantendría quieta por bastantes horas. No podía matarla en aquellas circunstancias, dejaría su propio adn en la escena y si la Policía encontraba aquel lugar o personas indeseadas con medios suficientes, era lo mismo que darse por muerto. Estaba furioso, por supuesto, lo que más deseaba era acabar con ella por haber secuestrado a su novio, pero no podía permitirse más pasos en falso. Si la dejaba con vida también era un problema, le gustaría llevársela consigo e interrogarla. Su prioridad seguía siendo Nagito, ya lidiaría con eso luego.

El lugar estaba muy poco vigilado, aparte de esa excepcional mujer soldado y los guardas que había en la entrada, allí no parecía haber nadie más. Si era así, mejor para él. No bajaría la guardia de todos modos, por si acaso.

Rompió la tela de la manga de su camisa, atándola alrededor de la herida de forma temporal. Con su brazo bueno, se agachó levantando el bordillo de su pantalón y agarró la beretta que tenía allí oculta. Apuntando al frente, siguió caminando pegado a la pared por la oscuridad. Vigilaba con cuidado de dónde pisaba; la falta de personal también podía deberse a que el lugar podía estar infestado de trampas. Llegó a las escaleras metálicas que, al ver el estado deplorable en las que estaban las de subida, decidió bajar primero. Podría ser un error, pero seguro era difícil cargar el cuerpo de alguien más por esas escaleras deterioradas, la opción más viable incluso para los secuestradores era ocultarlo en el sótano. El lugar estaba más oscuro todavía, por suerte se tomó la molestia de tomar un foco de luz que la mujer que derrotó llevaba encima. Ignoró el dolor de su brazo y encendió el foco a la vez que seguía apuntando con su arma. Había varias puertas metálicas cerradas... desgraciadamente debía de revisarlas todas. No ayudaba nada que estuvieran todas cerradas a cal y canto.

—Maldita sea, complicando tanto las cosas... —no esperó que fuera sencillo, tampoco.

Se paró frente a la primera puerta, dejando el foco y el arma en el suelo y sacó dos ganchos de distinto tamaño de su bolsillo. Estuvo probándolos en el interior de la cerradura unos segundos hasta que logró abrir el cerrojo. Si tenía que hacer esto con todas las puertas... Lo lógico sería tocar una por una, ver si Komaeda contestaba, pero a la vez no era buena idea. No sabía qué tan retorcida era la persona a la que se enfrentaba y no descartaba la posibilidad de que haciendo eso, saliera algún peligro de uno de los cuartos cerrados directo a matarle.

Abrió la primera puerta. Solo habían un montón de herramientas ahí dentro, parecía una especie de taller... pero no había nada más digno de mención. La segunda estaba llena de materiales, problablemente que se trabajaban en el cuarto anterior. En la tercera puerta... ya desde fuera había olido algo horrible proviniente de allí dentro y se había cubierto la cara con una mascarilla como protección. Desgraciadamente conocía muy bien ese olor putrefacto. La abrió con mucho cuidado, su corazón acelerándose a niveles elevados a pesar de su expresión impasible. Apuntó el foco al interior, todas sus sospechas confirmadas. Había cuerpos colgados de ganchos, desangrados. Eran cerdos, pero... No, no solo habían animales allí. Se adentró un poco apuntando a su alrededor, esperando que no hubiera nada mucho más desagradable que aquel olor. Al final del cuarto habían cuerpos humanos, colgados como los cerdos. Algunos incluso estaban desmembrados, signos de que habían sido torturados antes de ser colgados allí. Apuntó el foco de luz hacia uno de los cuerpos, notando algo que llamó su atención. Su piel estaba pálida pero no descompuesto, a lo mucho llevaba un día muerto. Lo que lo hizo enfocarse en él fue el tatuaje que tenía. Era uno que solían tener en el clan Kuzuryu entre los más veteranos. ¿A qué demonios se estaba enfrentando? Tuvo razón en suponer que no se estaba enfrentando a un grupo de novatos, pero eso solo aumentaba su preocupación.

мσησ¢няσмє яαιηвσω 『HinaKoma / KomaHina』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora