Carta al Chico que aparentaba Serenidad

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"Si tuviera que describir

Lo que fuimos,

Hablaría de un constante vals

Entre puntos y comas.

De comienzos y finales."

Una vez me pidieron que le escribiera una carta a alguien, contándole algo que quisiera decirle pero que nunca me hubiera atrevido a hacer. Entiende, era un ejercicio de literatura. Sin embargo, lo estoy escribiendo ahora, muchos meses después de que se me pidiera. En ese entonces no tenía ni idea de a quién dirigir la carta, por lo que simplemente lo pospuse. Recién ahora, en este preciso momento, siendo las 2.33 am, tu nombre empieza a rebotar en mi mente.

Supongo que odio los finales, porque nunca dejo que algo se termine. Simplemente corro y me zambullo de cabeza en otro inicio. Las cosas toman un sentido interesante cuando evitas lo que todos dan por sentado que debe ocurrir. Ahora me pregunto, si no dejo que algo termine que ya estoy comenzando algo nuevo, ¿es en realidad un comienzo, o solo estoy torciendo un poco la dirección que las cosas deben tomar?

No lo sé, y es algo que me preguntaré muy a menudo en nuestra historia. Pero volvamos al principio, donde todo comenzó.

Bueno, dado que jamás vas a leer esto, voy a ser sincera.

Desde chica me gustó sentarme en los bancos de los parques, y observar a la gente detenidamente. En mi mente solía describir a cada uno como si fuera una escritora hablando sobre sus personajes; puesto que siempre tuve la loca idea de que cada uno es el personaje principal de un libro y que, asimismo, cada uno es un personaje secundario en los libros de las personas que conoce.

Un día de esos que aún me gustan llamar tristes, donde las estrellas se escurren del firmamento, se convierten en sus propias lágrimas, buscando un alma con la que fundirse en la tierra y experimentar pasiones momentáneas, encontré a este chico. Vestía de forma pulcra, todo en el gritaba perfección. Fue entonces que recordé nuestra historia, y su similar forma de comenzar. Se me ocurrió que una nueva versión era mejor que la anterior, así que quiero contártela. Veamos hasta dónde logro llegar.

Él estaría sacando una foto, muy concentrado en su trabajo. Ya dije que era la perfección en persona, ¿verdad? Pues era igual en lo que a sus obligaciones respectaba. Ella habría estado leyendo mientras caminaba. Distraída, y sin mirar a otra cosa que no fueran las letras en tinta negra que tanto la apasionaban. Entonces tropezaría con él, ambos rodarían por el césped. Su costosa cámara traída por un familiar de afuera por un lado, su libro barato de una casa de usados lleno de anotaciones de su propietario anterior que se mezclaban con las de ella, por el otro.

Él la miraría, y se horrorizaría. ¿Cómo alguien podía ir por la vida siendo tan desprolija?

Ella lo miraría, y se maravillaría: un espécimen así era raro de encontrar. ¿Cómo hacía para lucir como recién planchado alguien que acababa de rodar por el pasto? Magia, seguro.

Ambos se pondrían de pie, recogerían sus cosas y tomarían caminos separados. Él no queriendo soltarle en la cara todos sus pensamientos negativos a la inconsciente chica que caminaba sin mirar, mientras examinaba los daños ocasionados a su cámara. Ella con las palabras en la boca, pues le hubiera gustado disculparse, pero él no parecía tener intensiones de querer escuchar sus palabras.

Dos personalidades tan opuestas jamás estarían destinadas a juntarse. O al menos eso se repetían a ellos mismo mentalmente. Pero el destino poco puede hacer cuando dos personas se proponen estar juntas. Él no podía sacarse de la mente los ojos oscuros, casi negros, y con destellos plateados de aquella desconocida. La chica de la noche en los ojos.

A veces Canto (y otras susurro himnos de guerra)Where stories live. Discover now