La televisión estaba transmitiendo un capítulo repetido de una novela de amor que había sido furor unos meses atrás. Odiaba ese tipo de basura comercial que tenía a todos hablando de los personajes como si fuera lo único importante en sus vidas. Odiaba que todas y cada una de esas novelas fueran exactamente iguales, como si a los productores no les alcanzara la imaginación más que para introducir leves cambios en la trama. Odiaba que fueran tan machistas y expusieran a la mujer como una damisela débil que todo el tiempo debía ser salvada. Pero, por sobre todas las cosas, odiaba que quitaran de la transmisión programas de verdad interesantes solo para hacer esos tontos "especiales de los capítulos más aclamados por los televidentes"
Ya sé lo que deben estar pensando, ¿por qué simplemente no apaga la televisión o cambia de canal? Pues porque estaba usando la televisión como último recurso. ¿Último recurso? Sí, último recurso. Ya lo había intentado todo, y no había forma de que mi cabeza permaneciera despejada de lo que me aquejaba. Había intentado empezar el libro que mi amiga Evelyn me había prestado, había tratado de hacer esa receta nueva para galletitas que había leído por internet, incluso había probado con los deberes de la facultad, pero nada parecía querer ayudarme a quitar esa sensación molesta de que algo estaba mal conmigo misma. Digo, acababa de romper con mi novio de los quince, y ni una sola lágrima se me había escurrido de los lagrimales, no había dolores en el pecho que me hicieran querer acurrucarme en mi cama por horas con un peluche en forma de oso más grande que yo, ni unas inmensas ganas de comer helado. Simplemente, no había nada. Nada de nada. ¿Qué estaba mal conmigo?
Cuando cerraba los ojos, reviviendo todos los recuerdos que tenía con él, no había mariposas moviéndose en mi interior, ni se me cerraba la garganta en angustia. No sonreía como una boba, ni deseaba volver el tiempo atrás. ¿Cómo se puede engañar al corazón por tanto tiempo? Habíamos comenzado a salir en la secundaria y, si me preguntaban entonces, yo afirmaba estar enamorada de él. Pero, con el correr de los años, no sentía nada al besarnos, el acurrucarnos juntos a ver películas perdió todo sentido, y las cenas con su familia se me hacían cada vez más tediosas. ¿Cuándo se extinguieron los sentimientos? ¿Alguna vez lo amé siquiera?
-Por supuesto que no me avergüenzo de amarte, Amelia. Pero somos de diferentes de clases sociales, tienes que entenderme...
-Oh, cállate-le hable al televisor. De todas formas, no estaba tan desesperada como para aguantar al típico galán de telenovela más de cinco minutos. Apagué el televisor, y me dirigí a la ducha. Un buen baño de agua caliente, con burbujas y sales con olor a coco era lo que estaba necesitando.
-Sí, la presentación es el martes. No, no. Las maquetas son para el trabajo de la semana próxima. Está bien, mándamelo por mail que yo lo leo hoy a la noche. ¿Qué cena en tu casa? ¿Qué primo? ¡Ah, cierto! No, no me olvidé, ¿por quién me tomas? ¿Que qué me voy a poner? ¿Acaso va a asistir la reina? ¡Bueno, ya, era broma! Compré un vestido muy bonito en la boutique el otro día, no tienes de qué preocuparte, voy a estar presentable. Sí, Evelyn. Mira, te llamo más tarde, ¿está bien? Sí, sí. Nos vemos. Chau.
Uf, Evelyn me había tenido media hora al teléfono. Desde que su primo había llamado para avisar que vendría de visita después de años de estar viviendo en el extranjero, ella había estado insoportable. Y ahora tendría que comprar un vestido nuevo que solo me pondría esa noche. ¿En qué habría estado pensando al decirle que había comprado una prenda nueva? Si tenía un montón de ropa que había heredado de mis hermanas y raramente usaba. Sintiendo como un dolor de cabeza punzante se abría paso al ver el nombre de mi ex en el identificador de llamadas de mi celular por quinta vez en el día, lo lancé al fondo del bolso y me paré de la silla consultando mi reloj de muñeca. Con un poco de suerte llegaba antes de que la galería cerrara sus puertas y conseguía algo que ponerme el sábado.
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A veces Canto (y otras susurro himnos de guerra)
General FictionA veces canto, y otras susurro himnos de guerra. A veces, juego a ser pájaro y doy vueltas por los cielos. Me enredo en las brisas, me zambullo en las nubes, aleteo con todas mis fuerzas para ver si alcanzo el sol, me dejo caer de espaldas y agarro...