Capítulo 16 | Sabiendo la verdad II

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Alanís

— Por favor hija, perdóname. No quise que te enteraras de esa forma— sentía que alguien estaba sosteniendo mi mano, llorando, podía sentir las grimas mojar mi mano. Me llamaba hija, mis párpados me pesaban, me impedían abrir mis ojos. Seguía escuchando voces, eran dos personas.

— John, debes ir a descansar un momento, yo me quedaré con Alanís.

— No, quiero estar con ella. Es mi hija, durante mucho tiempo me robaron la oportunidad de estar con mi hija Philip. Tengo todo el derecho de estar con ella. Quiero que me vea al despertar, que sepa cuánto la amo.

— Lo sé, te entiendo. Créeme John. Te entiendo perfectamente. Como también sé que ahora no entenderás mis razones por las cuáles permití que ella conozca a sus abuelos. Espero me perdones por eso. Pero ahora, si quieres que tu hija te vea al despertar debes de serenarte John, tienes que estar bien para que Alanís pueda ver cuánto la quieres.

— Es lo que más deseo, que mi hija pueda darse cuenta que la amo desde que supe de su existencia. Y que no me odie por no habérselo dicho como correspondía. Por no haber estado en su vida durante mucho tiempo.

— Alanís sabrá entenderlo John. Eso no fue tu culpa. Te alejaron de ella, cuando sepa toda la verdad lo comprenderá, sé que será así. Ella tiene un alma pura John, es una excelente niña.

Quería abrir los ojos, quería decirles que necesito saber toda la verdad, que los escucho. Puedo escucharlos. Tío Philip estaba aquí, al igual que... Papá, mi papá. ¡Era él! ¡Era mi padre! Lo había dicho él, estoy segura. ¡Lo tenía aquí, conmigo! ¡Mi papá! Quería seguir escuchándolos pero me encontraba débil, sin fuerzas.

— Se está inquietando mucho. Creo que llamaré al doctor.

—Ve Philip. Llámalo.

Necesitaba verlo, escucharlo una vez más, que me diga que es verdad, que soy su hija, que él es mi padre. Abrí mis ojos lentamente intentando que la luz cegadora que daba directo a mi rostro no me molestara tanto. Mi mano izquierda dolía, sentía como un pinchazo de ese lado. Dirigí mi vista en dirección a mi mano dándome cuenta de que tenía puesta una intravenosa, intenté moverme pero esa voz me había sorprendido nuevamente. No era un sueño, era realidad. Era totalmente real, la persona que había escuchado estaba aquí.

— Hija no te muevas. Necesitas eso mi princesa. El doctor viene enseguida. ¿Te duele algo? Dime, ¿que sientes? por favor princesa. Háblame.

El señor John se veía angustiado. ¿Por qué lo sigo llamando señor? ¿Cómo debía llamarlo? Ya había escuchado todo. Quería saber la verdad, sólo quería eso. El nudo que se me formaba en la garganta me impedía poder hablar, mis ojos se llenaron de lágrimas. El doctor ingresó seguido de Erwin, ambos ingresaron con la intención de llegar hasta a mi. Pero no necesitaba eso, lo único que necesitaba era que la mano de mi papito no me suelte, que me diga que nunca más estaremos separados, sólo necesitaba eso.

— Necesitamos revisarla John, sólo será cuestión de segundos. ¿Nos permites?— John asintió con la cabeza queriendo soltar mi mano derecha. ¡No! ¿ por qué quería dejarme? lo necesito. ¡Lo necesito! Sostuve con más fuerza su mano para que no me soltara, llorando desesperadamente. Logrando levantarme para así abrazarlo sin despegarme de él.

—Pa..pá, ¡papito! No te vayas, no me dejes..p-por favor no me..dejes.

—Aquí estoy, aquí estoy contigo mi vida. No me iré. No me iré a ningún lado mi cielo. No te dejaré princesa.

—Alanís, por favor permítenos revisarte. Te prometo que John no se irá a ninguna parte.

—Por favor, Beneth. ¿Podrían darnos unos minutos?

Mía ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora