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  La noche había tomado lugar en National City, la gente regresaba a su hogar para pasar tiempo valioso con su familia. Para Lena, disfrutar la noche era un poco diferente. Con un microscopio, estudiaba la sangre que le habían extraído anteriormente a un Metahumano, cuando llegó Maggie y Alex cogidas de la mano.

  —Eh, Lena, vamos a ir al bar a tomar un poco. ¿No quieres venir? —preguntó Alex con una sonrisa —. Kara ya se durmió y no hay nadie en el laboratorio.

  —Uh, no, me quedaré aquí un rato más. No tengo ganas de estar en la calle, pero vayan a divertirse ustedes —explicó Lena, sin quitar el ojo del microscopio.

  Alex y Maggie se miraron, sabían que Lena trabajaba hasta tarde cuando trataba de evitar algo, pero no podían hacer nada al respecto.

  —Muy bien, recuerda que debes dormir o sino mañana estarás como zombie —bromeó Maggie, antes de irse con Alex.

  Lena siguió trabajando, mientras tarareaba en su cabeza una canción que le cantaba su madre de pequeña. Tomó una aguja nueva y antes de pensarlo dos veces, la introdujo en su ante brazo. Mostró una pequeña mueca de dolor, pero cuando obtuvo la sangre suficiente, retiró la aguja.

  Depositó un par de gotas en el microscopio y lo comparó con la sangre del Metahumano; no encontró ninguna diferencia. Frustrada se sentó apoyando los codos en la mesa.

  —No es la sangre, no es el cerebro. Maldicion, ¿cuál es el problema? —susurró Lena, mientras se removía un poco el cabello.

  De pronto, levantó la cabeza al escuchar un ruido que provenía de afuera. Trató de ignorarlo, pero al escucharlo nuevamente, se levantó al instante. Tomó su pistola que siempre tiene guardada en su cartera y salió con el dedo puesto en el gatillo, dispuesta a disparar a la persona que la ataque.

  Llegó hasta el final del pasadizo. Decidió ir por la derecha, ya que ahí se encontraban las celdas, era lo más razonable. Sin embargo, el sonido provinio de la izquierda, más específicamente de una puerta de metal.

  Se acercó lentamente y giró la manija con un poco de miedo. El cuarto estaba obscuro, pero Lena conocía su laboratorio de memoria y sabía que se hallaba en la sala de astronomía. Prendió la luz y retrocedió unos pasos al ver a Kara manipulando uno de los telescopios.

  —¿Qué estás haciendo? —preguntó Lena con el ceño fruncido.

  —Creí que ya te habías ido a tu casa —replicó Kara, dejando el telescopio —. Supongo que hice mucho ruido, es solo que tú techo ya está un poco oxidado. Se abre muy lento —señaló hacia arriba, donde se podía ver el cielo estrellado —. Además, la pregunta seria, ¿tú qué haces aquí?

  —Uh, ¡es mi laboratorio!

  —Buen punto... cómo sea, ¿puedes apagar la luz?

  Con un movimiento de mano, Kara le indicó que se vaya y regresó la vista al telescopio.

  —Deberías estar descansando. Kara, regresa a tu cuarto

  —No puedo perder la lluvia de meteoritos. Solo sucede cada 100 años.

  —Kara, hoy te han hecho una operación. ¿No puedes irte a descansar y... no sé, esperar a otro acontecimiento?

  —100 años no

  Lena rodó los ojos y después de pensarlo un poco, apagó la luz y cerró la puerta. Kara, creyendo que Lena se había ido, se concentró totalmente en el telescopio, pero se detuvo al notar que había una presencia cerca suyo.

  La morena se sentó al lado de Kara y esta se arrimó un poco para que la ojiverde también pueda ver mejor.

  —¿Y... de qué se trata? —cuestionó Lena con curiosidad, mirando a Kara... bueno, tratando de mirarla, porque por la oscuridad no ayudaba mucho.

Supercorp; Perdemos lo que amamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora