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   La oscuridad de la noche ayudaba a los Metahumanos, que caminaban por los estrechos callejones, no ser vistos por la policía que patrullaba la ciudad 24 horas al día. Un pelirrojo de no tan alta estatura, se apoyaba al lado de una puerta de metal, siempre mirando atento hacia todos lados.

   Al escuchar las suelas de unos zapatos pisar grandes charcos de agua, el pelirrojo levantó la cabeza intrigado, pero al no encontrar nada, sus sentidos se encendieron. Le dio un rápido vistazo a todo su alrededor y pudo ver como unas pisadas aparecían en el suelo y se dirigían hacia la puerta. Él sonrió de lado y sacó una llave.

   —Si pudiera verte, las cosas serian mucho más sencillas—comentó el pelirrojo, mientras habría la puerta.

   Una mujer más alta que él (en realidad, todos eran más altos que él) apareció justo al frente de sus ojos. Su sonrisa se amplificó y se acercó a ella.

   —Tranquilo, naranja, no iba a hacer nada malo—aclaró ella.

   Él pelirrojo frunció el ceño y levantó un muro de arena frente a la entrada, así impidiendo el paso de la chica.

   —¿Y eso qué? Oh, vamos, no estás yendo en serio, Arik.

   —Estoy yendo muy en serio, Tequila. Ya te he dicho varias veces que no me gusta que te rias de mi cabello.

   —Mi nombre es Zekilia.

   —Es lo mismo —replicó, rodando los ojos —. Además soy guardia de un bar, los nombres de las bebidas es lo único que escuchan mis oídos.

   Zekilia le acarició el rostro con ternura y él giró la cabeza fingiendo estar molesto.

   —Déjame pasar, necesito divertirme esta noche —le suplicó.

   Arik vaciló por un momento, pero al sentir la otra mano de la chica pasar por su nuca, desapareció al instante el muro. Ella sonrió y se separó.

   —Gracias... naranja.

   Antes que el pelirrojo pueda decir algo, la puerta ya se había cerrado. Se cruzó de brazos con el ceño fruncido y siguió vigilando la zona. Todo se veía muy tranquilo, sin embargo, Arik se sentía muy observado. Por un pequeño momento, logró observar una sombra pasar frente a sus ojos. Miró hacia la derecha con miedo y suspiró aliviado al no ver nada, pero cuando volteó hacia la puerta, dio un salto hacia atrás del susto.

   —Hola, Arik, ¿me recuerdas?

   —¡Erlik! E-erlik vieja... amiga, ¿qué haces aquí?

   Erlik se apoyó en la pared y sacó una risa sarcástica.

   —Te recuerdo que yo también soy una Metahumana, puedo entrar cuando quiera —avisó tomando la manija de la puerta.

   —¡Espera! —expresó el chico alterado. Respiró hondo y se puso firme —. Tengo que seguir el protocolo con todos; no puedo dejarte pasar hasta que me demuestres que eres una Metahumana.

   —¿Las noticias no son suficientes? —preguntó cruzándose de brazos.

   —Si no llevarás esa máscara, no podría pensar que eres una impostora.

   —Oh, entonces piensas que soy una impostora —. Erlik se acercó al pelirrojo que temblaba del miedo y colocó sus dos manos en la nuca del chico. Este al ver esa acción se puso rojo —. ¿Sabes cuál es mi poder? —preguntó de una forma seductora. Él negó nervioso con la cabeza —. Romperte la estúpida cabeza de zanahoria que tienes si no me abres la puerta.

   Arik sacó la llave de su bolsillo y se la mostró a Erlik con una sonrisa muy nerviosa. Abrió la puerta y la rubia entró con mucha tranquilidad al bar.

Supercorp; Perdemos lo que amamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora