Prólogo

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   Era una noche movida en National City, entre sus grandes edificios un hombre volaba a toda velocidad, mientras las sirenas de policia se escuchaban por las calles.

   Desde un helicóptero, las agentes especiales en captura de Metahumanos, Maggie Sawyer y Alex Danvers, tenían una vista perfecta de la ciudad, mientras trataban de seguirle el paso al Metahumano que huía de ellas.

   —Lena, amiga mía, hemos encontrado al Metahumano y no está tan lejos de tí.

   Por otro lado, Lena Luthor, la jefa de la policía de National City, recorría las calles de la ciudad para tratar de ubicar al perseguido. Al escuchar la voz de su amiga en la radio del auto, aceleró.

   —Maggie, ¿cuántas veces te he dicho que en el trabajo debemos ser serias? —criticó Lena, dando la vuelta en la siguiente calle —. ¿Qué tienes de él?

   —Bueno... lo hemos identificado como Carl Tanzler. Un Metahumano con la habilidad de volar —un suspiró se escuchó en la radio acompañado con una pequeña risa —. Cómo me gustaría tener ese poder. Aunque tampoco tuvo muy bien suerte este tipo. Perdió los recuerdos después de la tormenta y es buscado por robos a empresas pequeñas.

   —Maggie, a ti no te gusta volar. Es más, solo estás en ese helicóptero porque está Alex. Cómo ella te controla...

   —Si vuelo por mi cuenta, no debería tener miedo. Y... espera, ¿que dijiste antes de Alex?

   Rodeé los ojos y mostré una pequeña sonrisa en mi rostro. No comprendo en que momento Maggie y yo podríamos ser tan buenas amigas.

   —¿Tienes su ubicación exacta? —pregunté, tratando de olvidar la estúpida conversación que se había creado.

   —Esta a unas cuad- espera; acaba de caer.

   Lena frunció el ceño al escuchar eso.

   —No sé qué pasó. El  idiota creo que  se chocó con algo y cayó. Está en terraza del edificio Golden.

   Lena pisó con fuerza el freno y paró justo al frente de un edificio. Bajó del auto y le enseñó la placa al recepcionista para luego entrar al ascensor. Presionó el botón del último piso y preparó su pistola.

   En la terraza del edificio, un hombre se arrastraba hasta la baranda, mientras se cubría la pierna que no paraba de sangrar.

   —¿Qué sucede? ¿No me viste? —preguntó alguien con voz fría desde atrás. El hombre volteó atemorizado, al ver como la chica se acercaba a él —. Ensuciaste mi traje con tu sangre. Tienes suerte que la tela sea negra porque eso no se sale con facilidad.

   Aunque su cabello era rubio, la capa oscura ondeaba con fuerza y la voz que sonaba más grave por la máscara negra que le cubría el rostro, hacia que el Metahumano temblara de miedo.

   —Escucha, esto lo podemos hacer por las buenas o por los malas —. Ella lo tomó del cuello y lo levantó hasta que sus pies no tocaron el suelo —. Dime, ¿cómo puedo volver a ser una persona normal?

   Él se quedó en silencio, aún tratando de asimilar quien estaba frente a sus ojos.

   —¿Te cortaron la lengua o qué? —. El hombre luchaba para que lo deje al sentir que le faltaba el aire, pero todo era en vano —. Metahumanos como tú me dan asco.

   Un simple apretón en la mano y se escuchó el crujir el cuello de ahora el Metahumano muerto. Ella lo soltó y de su bolsillo sacó un pequeño trozo de tela. Se limpió la sangre que le había caído en el brazo y botó la tela al lado del muerto.

   —¡Policía! ¡No te muevas! —gritó Lena apuntándole con el pistola.

   —Lena Luthor, hace tanto que no escucho tu... irritante voz —comentó la enmascarada fingiendo fastidio, al mismo tiempo que volteaba lentamente para ver a la policía —. Lo lamento, pero llegaste un poco tarde... de nuevo.

   —Quítate la máscara y levanta las manos —ordenó Lena, acercándose lentamente.

   —Uy que agresiva — expresó, mientras daba pasos cortos hacia el borde —. Todos los metahumanos deben enfrentarse a mí en algún momento y por eso me evitan. Saben bien que yo siempre vengo y nunca están preparados. No me gusta matar humanos, pero te advierto; si la policía me sigue jodiendo, no dudaré en matarlos a todos y comenzaré contigo.

   Se despidió con la mano de una forma infantil y saltó hacia el vacío. Lena corrió hasta el borde, pero cuando se asomó ya no había nadie. Maldijo en voz baja y le verificó el pulso al Metahumano que se hallaba en el suelo.

   Los pasos de varios policías llegando la hizo levantarse al instante.

   —¿Qué pasó? —cuestionó Alex al ver al hombre muerto.

   —Llegamos tarde, Erlik lo mató.

. . .

   Kara tocó dos veces el timbre y eso fue suficiente para que una señora un poco mayor de edad le abriera la puerta. La rubia sacó una pequeña sonrisa y levantó sus maletas.

   —Buenos días, señora Charlotte, vine par-

   No pudo terminar la oración porque la señora ya la estaba metiendo a la casa. Kara se arregló los lentes que casi se le habían caído y dejó las maletas en una esquina.

   —Ya no sé qué hacer con esta televisión. Todo el tiempo se apaga sola —se quejó la señora.

   —No hay problema, se la arregló en un momento —avisó Kara, arrodillándose atrás del antiguo aparato.

   —¿Quieres que te de unas galletas? Supongo que el viaje a sido largo.

   —Seria un placer —respondió Kara con una dulce sonrisa.

   Cuando la señora se retiró de la sala. Kara, sacó la tapa trasera de la televisión y al instante encontró el problema; un cable estaba apunto de romperse.

   Ella sacó un pequeño tornillo de su maleta y bajó un poco sus lentes. Verificó que no haya nadie y de sus ojos salieron dos láseres que derritieron el tornillo y el metal caliente cubrió el cable. Tapó la televisión y simplemente presionando el botón, esta se prendió.

   —¿Cómo lo hiciste? Solo te dejé unos segundos sola —expresó la señora con una bandeja llena de galletas con chispas de chocolate.

   —Es un truco que me enseñó... mi padre —explicó Kara, tomando una galleta y llevándosela a la boca —. Y... ¿mi habitación?

   Las dos salieron de la casa y subieron por unas escaleras de metal. Caminaron por un balcón que funcionaba como pasillo hasta la última puerta.

   —¿Por qué decidiste venir a National City? El lugar está plagado de Metahumanos.

   —Uh... soy estudiante de intercambio.

   —Se nota que eres inteligente, niña —dijo, peñozcandole una mejilla.

   —Pero, señora Charlotte, tengo 21 a-

   —Quédate con las galletas —la interrumpió, dándole la bandeja y la llave de la habitación —. De agradecimiento por arreglarme la televisión, el primer mes no tendrás que pagarme.

   —Muchas gracias.

   —De nada, cariño, buena suerte en tus estudios.

   Kara asintió con la cabeza y entró a la habitación. Cerró la puerta y se acercó hasta la ventana. Varias patrullas de policías pasaron en la calle de alftente y Kara los siguió con la mirada hasta que voltearon en una esquina. La rubia se metió una galleta en la boca y levantó una ceja.

Supercorp; Perdemos lo que amamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora