Capítulo XI

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-No te vayas, Sousuke -repitió Makoto, pero ahora con la voz enronquecida y rasposa.

Yamazaki no pudo refrenar más sus bajos impulsos y bajó la cabeza para atrapar los labios de Makoto con los suyos. Este le aceptó enseguida, pasando sus brazos por el cuello del más alto y acercándolo más a sí. La respiración se volvió caótica, pues ninguno quería separarse del otro, ni siquiera para conseguir oxígeno, por lo que trataban de conseguirlo a bocanadas mientras sus bocas se movían tratando de encontrar un ritmo y compás suficiente para aquel baile. Fue muy diferente al primero que se habían dado en el departamento de Sousuke y con alcohol de por medio.

Este beso reflejaba ya la decisión de ambos y la seguridad que tenían con respecto a sus propios sentimientos, no había atisbo de dudas o arrepentimiento alguno. Sus lenguas recorrían a consciencia la boca del otro, cuando se encontraban jugaban un rato entre ellas y luego volvían a separarse para seguir explorando y a veces ser atrapadas por los dientes. Sus labios ya habían podido sincronizarse y hambrientos devoraban la boca que también los devoraba.

Makoto avanzó un pasó presionando a Sousuke a que caminase lo suficiente para atraparlo contra la pared del recibidor. Este último se dejó llevar y hacer lo que quisiera, su cerebro se había convertido en una gelatina sin funciones aptas para el comando de su cuerpo, eso se lo habían dejado a sus deseo, impulsos e instintos más primitivos. Solo estaba disfrutando el aquí y ahora.

Cuando las manos se movían inquietas en busca de tocar lo más que pudieran y tratando de encontrar algún trozo de piel, el beso se interrumpió, Makoto de inmediato atacó el cuello de Sousuke, haciendo que este lanzase una especie de gruñido y posicionara sus manos en el trasero del castaño para apretarlo más contra sí. Makoto había posicionado una pierna entre las de Sousuke, y con ese apretón, comenzó a mover su entrepierna en contra el muslo del moreno, haciéndole notar la creciente erección aprisionada dentro de sus pantalones.

Yamazaki estaba seguro de que al menos tendría una marca de beso al día siguiente, y sonrió, eso demostraría que lo que estaba viviendo no era un sueño. Los movimientos pélvicos de Makoto en contra su pierna le estaba volviendo loco, volvió a colocar una de sus manos en la nuca del castaño y tiró de ella para volver a atrapar esos labios en los suyos. Había perdido el control completamente.

-Sousuke -gimoteó Tachibana-, la habitación... ahí. Vamos.

Sousuke se sintió volar, nunca pensó que llegaría ese momento, estaba demasiado impaciente por tener sexo con el castaño, tanto de que comenzaba a preocuparse por su desempeño, pero, antes que nada, aprovechó la interrupción y volviendo a sujetarlo de los hombros, lo separó y habló.

-Haru... -sabía que con eso bastaba.

-Haru no estuvo ahí hoy día, tu sí.

-¿Acaso esto es una clase de pago? -su voz sonaba un poco molesta por aquella respuesta.

-No, tu me gustas Sousuke, me gustas bastante y no quiero desaprovechar la oportunidad de que pase algo entre los dos. Haru... Haru en estos momentos no me importa, solo tú.

Sousuke pensó en aquello unos segundos.

-Ok, por mi está bien -y volvió a besarlo, entre beso y beso, le susurraba-. Tu. También. Me. Gustas. Makoto. -Esa era la primera vez que se lo decía tan claro, ya no había lugar para dudas.

Aun besándose y agarrados del otro, caminaron a tropezones hasta el cuarto del castaño, era este el que lo guiaba y Sousuke solo se dejaba guiar. Pronto topó con el borde de la cama por debajo de sus rodillas y cayó en el colchón, con cuerpo del otro encima suyo.

Sentía el peso de Makoto en cada parte de su cuerpo, todos sus cinco sentidos estaban concentrados solo en él y en nada más que él. Su olfato se derretía aspirando el perfume natural del castaño, algo fresco y suave, como el aroma del pasto recién regado o una brisa frente al mar. Su visión estaba nublada, sus ojos cerrados y en completa oscuridad, solo los abría cuando el ritmo del beso cambiaba y observaba por escasos segundos los labios hinchado y sonrosados de tanto besarse. Su oído estaba atento a cada sonido que se escaba de los labios de Makoto, no eran solo gemidos y gruñidos, sino que también una mezcla de erotismo que le estaban haciendo perder la cabeza. Su gusto se llevaba buena parte de la diversión, sus papilas gustativas trataban de recordar el sabor de ese beso y del aliento del otro, a la vez que sorbía la saliva que ya a esa altura del beso era imposible reconocer a quien pertenecía.

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