Capítulo I

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¿Lo estaban volviendo a tocar?

Una mano se deslizaba por la curva baja de su trasero y volvía a subir por ahí, llevaba haciendo eso durante un buen tiempo. Pero, ¿qué podía hacer?

El metro a esa hora estaba lleno y él mismo se encontraba apretado contra la otra puerta, no podía moverse ni aunque quisiera, y gritar no era una opción, eso molestaría al resto de los pasajeros.

Se volvió a morder el labio inferior y cerró los ojos para refrenar en algo la frustración que sentía en esos momentos, ya pronto llegaría a la estación en que se encontraba su lugar de trabajo.

—¡Oye, tú! —escuchó una voz ronca resonar detrás suyo y abrió los ojos—. ¡Tú, el del traje marrón!

La voz se escuchaba molesta y autoritaria, pero aun así se atrevió a girar su cuello para poder observar qué era lo que sucedía. Desde que se había escuchado aquello, le había dejado de tocar, quizás tenía algo que ver al respecto.

Justo detrás de él se encontraba el hombre que debía ser el pervertido, un oficinista mucho más bajo que él y con traje marrón, como la voz lo había dicho. Ese hombre llevaba gafas y ahora se encontraba con un gesto de terror y unas cuantas gotas de sudor bajándole por la frente.

¿La razón?

Otro hombre, mucho más alto y con gesto serio y adusto, se encontraba agarrándolo de una de sus manos.

Al parecer, era la misma mano que momentos antes le había tocado.

Dentro del vagón del metro comenzó un altercado y varios murmullos comenzaron a tomar fuerza. El rumor de que habían encontrado y detenido a un pervertido rápidamente causó la molestia e indignación de varias personas.

Pero el momento de bajar del vagón había llegado, su destino estaba solo a unos cuantos minutos caminando desde aquella estación, así que el castaño, avergonzado -aunque no se había propagado que él, un hombre, había sido la víctima del pervertido- se apresuró a abrirse paso entre la gente y bajar.

Antes de que las puertas se cerraran por completo detrás de él, dirigió su mirada hacia el hombre que le había salvado aquél día. Esa mirada la había visto en alguna parte, estaba seguro de ello.

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—Makoto-kun —le llamó el jefe— otra vez vuelves a aparecer con el rostro colorado, si tienes una novia, por favor te pido que no la veas antes de entrar al trabajo.

—No, no es eso... —respondió rápidamente Makoto mientras preparaba sus cosas para salir a la piscina—yo... yo no tengo novia...

—Bueno, sea lo que seas que hagas, deja de hacerlo —si tan solo supiera que era acosado por otros hombres en el metro... —, ahora llegará un nuevo miembro del personal y necesito que por el día de hoy le guíes y expliques las cosas aquí dentro, ¿cuento contigo?

—Por supuesto —dijo entusiasmado.

—Ya debería haber llegado, pero al parecer viene tarde, de todas formas... en cuanto llegue lo mandaré contigo. Así que ve a trabajar, Makoto.

—¡Sí!

Mientras iba caminando hacia la piscina infantil, pensaba: ¿Un nuevo empleado? ¿A qué área iría? Si bien era cierto que el complejo era bastante grande y trabajaba una gran cantidad de personas ahí, ¿por qué lo habían mandado con él? Quizás era un nuevo profesor. Bueno, debieron haberle dicho aquello.

Una vez estuvo frente a sus estudiantes, unos 6 chicos de entre 8-12 años de edad, que probaban la experiencia de nadar por primera vez, los pensamientos que habían estado rondándole por la cabeza, desaparecieron por completo.

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