Capítulo 2

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Alissa.

Abro la puerta de la oficina de Gael asomando mi cabeza. Él está sentado en su silla, revisando unos documentos que tiene encima de su escritorio. Espero que no me haya llamado para despedirme, si no todo el plan se iría a la basura.

—¿Puedo pasar? —pregunto una vez que he abierto la puerta.

—¿Tampoco sabes tocar una puerta? —pregunta sin dejar de ver los documentos. Respira, Alissa. No lo mates, todavía no lo mates. Cierro la puerta con fuerza, y está vez toco la jodida puerta.

—¡Puedes pasar! —grita desde adentro. Abro la puerta entro a la oficina, luego cierro a mis espaldas. Camino hacia donde esta él colocándome enfrente del escritorio.

—¿Qué necesita, señor Richardson? —¿así o más hipócrita? No puedo creer que esté haciendo esto. En este momento ya le hubiera advertido que se cuidara de mí.

—Saldré, eso significa que tu quedaras a cargo. Espero que esta vez, no hagas lo mismo de salir corriendo.

—No se preocupe. No pasará de nuevo, al menos que sea necesario.

—Pero si eso llega a volver a suceder, ten la amabilidad de dar aviso.

—Está bien ¿Algo más? —él niega. Al ver que es todo lo que quiere, vuelvo con mi reclamación, aunque ahora será sobre otro asunto.

—¿Por qué me besaste? —le pregunto directamente sin titubear. Deja de hacer lo que hace, luego levanta su cabeza para verme.

—Fue como una forma de callarte o más bien, para castigarte por tu mal comportamiento.

—¿Y fue la única forma que se te ocurrió?

—Si. Antes que nada, soy un caballero. Alteraste mis nervios, hiciste que me enfureciera bastante, más de lo que acostumbro. Eres una mujer, en algo tuve que controlar mi enojo. No iba a golpearte —¡Maldito bastardo! Colocó las manos en los documentos, me apoyo y me inclino hacia él.

—Hubiera preferido un golpe, antes que un beso asqueroso tuyo.

—Me alegra que te resulte asqueroso —dice. Se pone de pie, abrocha su saco y acomoda su corbata. Luego se dirige hasta llegar a donde estoy. Dejo de apoyarme en el escritorio y lo miro fijamente cuando queda frente a mí.

—Pues sí, es la verdad. Me dio asco, me dieron náuseas —digo en su cara. Gael toma mi ante brazo y me jala hacia él quedando de nuevo muy juntos— ¡Suéltame! ¿Acaso no sabes arreglar las cosas de otra manera? —hace caso omiso a lo que le digo. Lo miro fijamente a los ojos con mi entrecejo fruncido. Inclina su cabeza, y rosa su nariz con la mía intentando besarme de nuevo— No te atrevas a hacerlo de nuevo —susurro cerca de sus labios.

—Entonces, compórtate como lo que eres. Mi asistente. No quiero que vuelvas a faltarme al respeto.

—¿Qué vas a hacer si lo hago? —hago mi cabeza a un lado, pero Gael la hace girar de nuevo hacia donde estaba— ¿Me vas a golpear? —digo alzando la voz. Una sonrisa de lado aparece en su rostro.

—Ya te dije, no tengo intensiones de hacerlo. Soy un caballero a pesar de ser un completo idiota. Yo tengo otros métodos, y creo que ya te demostré cuales.

—¿Esos métodos son besar a cualquier mujer que te falte al respeto?

—No había tenido problemas con eso, hasta que llegaste tu —se vuelve a inclinar, pero soy más rápida que él, girando mi cabeza. Vuelve a pegarme más a su cuerpo jalándome del ante brazo.

—Suéltame ya, Gael —siento su rostro acercase a mi mejilla.

—Será mejor que pienses dos veces antes de faltarme al respeto —dice susurrándome al oído—, si no quieres volver a sentir el asco y las náuseas que te dio que te besara —¡Joder! ¿por qué carajos hace esto? Me suelta. Miro de reojo como toma los lentes oscuros que están en el escritorio— Haz lo que te pedí y hazlo bien —dice y se pone los lentes. Lo observo con bastante enojo. Me da una sonrisita de lado que me hace molestar, y luego sale de la oficina.

La Venganza ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora