Capítulo 10: No hay cura para la muerte.

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Lio se levanta confundido y mareado se recuesta sobre el circuito. De un momento a otro queda estupefaciente por lo que sus ojos ven al clavar la mirada en la entrada. Al principio pensaba que era un sueño o una alucinación, causada por el golpe. Pero Elisabeth lo revisa y le empieza a hablar. Lio no escuchaba nada, seguía aturdido con la mirada fija en lo que pasaba detrás de Jonathan quien revisaba a Jolyne.

Las personas corrían, con pánico y asustadas, unas pocas perseguían a las demás y se les tiraban encima y se golpeaban de forma violenta. Lio no entendía porque, hasta que vio la puerta. Una niña de unos ocho años con una piel pálida, tan blanca como la nieve, Rubia. Bañada en sangre, mientras se encontraba encima de un señor de unos cuarenta años. La niña estaba hurgando entre el cuello del señor, masticándolo lentamente y deleitándose con cada mordida, afincando sus pequeños dientes. La sangre recorría su paladar y salpicaba por todos lados. Parecía disfrutarlo. Sumido en una gran incomprensión, seguido de pánico y retortijones de estómago. Recuperando gradualmente el oído. Fue avasallado por una avalancha de ruidos que solo causaron estresarlo más. Gente gritando y corriendo, disparos y llantos, choques y vidrios rompiéndose junto a la alarma del supermercado. Asustado y segado por el miedo de lo que pasaba quedo paralizado. Pero Elisabeth rápidamente lo agarra, llevándolo detrás del circuito y se escondieron junto a los demás.

—¿Qué coño paso? ¡¿por qué Hay una niña comiéndose a un muerto!? —grito desesperado.

—¿Qué mierda hablas? Cállate, no queremos que nos vean ¿verdad? —respondió Jolyne.

—Es un ataque terrorista, hay que irnos ya —respondió Jonathan.

—Vamos. No creo que estén tomando rehenes. —dijo Elisabeth mientras ayudaba a mantener a Lio de pie

Lio asomo la vista por encima del circuito y vio que Brando se había marchado junto con el cuerpo de Estefany. Pero su arma se encontraba escondida debajo de una caja. Suena un fuerte estruendo. Lio voltea súbitamente y eran tres guardias. Uno con una escopeta y otro con una pistola, el tercero estaba sangrando del cuello. Estaban por la puerta, disparándoles a las personas, estas estaban caminando hacia ellos. Lio vuelca su vista al estacionamiento. Todos estaban arrancando sus carros, provocando choques y personas atropelladas. Justo por la misma entrada permanecían cinco soldados bien armados que les disparaban a los civiles y policías. Todos comenzaron a caminar. Pasan por las cajas, las cajeras estaban escondidas debajo de ellas. Lio rápidamente agarra el arma y la esconde en su pantalón. Siguieron caminando por el pasillo de dulces. Caminaban agachados cuando aparece una señora mayor, tambaleándose con la mirada baja chocando contra los estantes. Esta se abalanza de forma brusca contra Elisabeth. Lio se agacha y comienza a forcejear con la misma intentando separarlas.

—Ayúdame por favor —pronunciaba la señora mientras de su cuello escurría sangre—. No me dejes morir —susurro mientras se ahogaba en sangre.

Jolyne rápidamente patea a la señora en la cara tirándola a un lado. Elisabeth se levantó asustada mientras Lio detallaba a la señora, quien se comenzó a retorcer en el piso.

La piel empezaba a palidecer. La boca rebosaba de saliva y sangre. Sus ojos pálidos, sin pupilas ni iris, totalmente blanco y con sangre saliendo de ellos. Lio se asustó, pero tenía una idea de lo que pasaba. Rápidamente Lio les señalo la puerta de empleados y comenzaron a caminar en esa dirección. Las personas corrían pidiendo ayuda. Jonathan vio a los terroristas disparando a todo mientras cuidaban las salidas y comenzó a correr junto a Jolyne. El ruido de niños llorando y personas gritando lo aterraban, sumado a el eco que hacían los disparos de los terroristas. Lio tomo la delantera y le agarro la mano a Elisabeth empujándola más rápido, ya casi llegando a la puerta aparece un empleado quien les sigue y les abre la puerta. Entran con la horda de personas detrás de ellos, siendo masacrados por los terroristas. La puerta no tenía forma de cerrarse, pero Lio sabía por dónde ir, al igual que el empleado que rápidamente corrió a la salida de emergencia.

El Camino de Redeem. (Old Version) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora