Cuarenta y Siete

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Abro los ojos al sentir la brisa fresca de la mañana, el césped crecido moverse al compás del viento. Un cielo azul acompañado de las nubes totalmente blancas que se desvanecen con el pasar de los segundos. El silencio y la tranquilidad abundan este lugar.
Es un silencio agradable, bello. Se trata de un silencio que quisiera para toda mi vida, el silencio que irradia armonía, paz. Es perfecto.

Mis puños al rededor del fresco césped, mis piernas descubiertas al igual que mis brazos por un vestido blanco y fresco.

Llegue a creer que jamas iba a encontrar la paz, pero ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba.
Parece como si nunca hubiese ocurrido una catástrofe. Como si se tratase de un sueño.

-Keysi, ven aquí- esa voz que creí no volver a escuchar me llama. Obedezco enderezandome sobre el césped. Frente a mi esta él, con esa sonrisa que me ilumina con el blanco de sus dientes. Esos ojos verdes que me miran como si fuese un diamante. Sus brazos extendidos y abiertos en mi espera.

Corro hacia él descalza. La esperanza que siempre tuve de formar una vida normal con Ian regresa, se intensifica y se hace mas grande. Por fin me siento sonreír de alegría,  por fin puedo creer que voy a tener paz.

-¡Ian!- grito su nombre con euforia.

Cuando me acerco me doy cuenta de que su camisa blanca esta manchada de rojo. Detrás de él las llamas queman todo el bosque. Una explosión cerca de Ian lo hace desaparecer.

-¡Ian!- vuelvo a gritar, esta vez desesperada por llegar a él.

Me enderezó gritando su nombre, no hay un paraíso frente a mi. Estoy en la habitación de un hospital. Alex está sentado a un lado de la cama y con medio cuerpo sobre la orilla de ésta. Su rostro yace escondido entre sus brazos dormido. LLevo puesta una bata azul mas grande de lo normal. 

Otra vez me ilusione con un sueño que parecía real.

Me quito el tubo conectado a mi nariz para bajar de la cama pero al intentar apoyar mi pierna caigo al suelo con fuerza golpeando mis rodillas. No siento el golpe, tampoco mis piernas. Intento levantarme con el esfuerzo de mis brazos pero mis piernas no responden, no ayudan en nada.

-¡Keysi!- se levanta Alex alarmado al verme el en suelo -¿Te hiciste daño? ¿Estas bien?- se acerca para cargarme y dejarme en la cama. Parece molesto y preocupado, sin embargo no me ve a los ojos. 

-¿Porque no siento mis piernas?- preguntó angustiada -Quiero caminar, ¿porque no puedo?- insisto desesperada por esperar su respuesta y dar paso a las preguntas que tengo de lo que ocurrió después de la explosión. 

-Te dispararon en la pierna, lo dejaste pasar y perdiste mucha sangre- dice con una expresión seria, fria -Todavia no salias cuando ocurrio la explosion, asi que la fuerza te saco volando y caíste fuertemente sobre el pavimento. Te dañaste la columna, pero vas a estar bien. Así lo dijo el doctor- mete las manos a los bolsillos de su pantalón y se aleja hasta la puerta. -¿Necesitas algo?- pregunta en espera de mi respuesta con la puerta abierta.

-Necesito saber como está Ian- su expresión cambia radicalmente. 

-Ian- pronuncia su nombre con angustia -No se... El esta... Tu...- balbucea con cada palabra, no puede formular una oración, lo cual me dice que está mal. -No puedo- dice irritado. 

-Mejor voy por el doctor- se apresura a decir antes de que pueda yo responder algo. 

Me quedo pensativa, suponiendo que Ian no esta bien. Pienso en dos posibilidades que son mas que obvias y razonables. Una es que no encuentren aun su cuerpo, con la explosión es probable que lo encuentren calcinado, o que nunca lo encuentren. 

Catástrofe, El Secreto De La Vida Eterna (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora