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Andria se detuvo jadeante al tope del risco. Vega se había sentado en un precario espolón que pendía sobre un abismo de varios centenares de metros. El fuerte viento sur agitaba su lacia cabellera negra. Se volvió hacia ella y le indicó sonriendo que se acercara.

—Ven, mira. Desde aquí hay una vista fascinante.

Andria obedeció, preguntándose hasta cuándo se empeñaría en hablarle utilizando el dialecto de Tarazed. Hacía dos días que habían dejado las estribaciones inferiores del Pico de Cristal para comenzar a ascender en dirección al diminuto valle ubicado entre ese cerro y el Ventoso. Y desde que iniciaran la ascensión, Vega había cambiado la Lengua Unificada por ese dialecto gutural, lleno de abruptas uniones de consonantes que destrozaban el paladar. Dejó su mochila junto a la del Maestro y recorrió la estrecha cornisa hasta el espolón. Allí sólo había espacio para que permaneciera de pie tras Vega, así que descansó la espalda contra la roca con un suspiro. Sus ojos abarcaron el paisaje en un paneo lento.

Era en verdad fascinante. Abajo y a la izquierda se extendía el Valle, la brillante cinta del Río atravesándolo de norte a sur, rodeando con una graciosa curva la Colina, en cuya cima se adivinaban el antiquísimo Anfiteatro y la Casa de la Regente. Repartidos en tres arcos a su alrededor, los tres Sectores de la Escuela parecían formar un trébol. Al norte, frente ellos al final del Valle, los escarpados farallones y los glaciares de La Escala se abrían como brazos. Como siempre que veía la Montaña Sagrada, Andria se dejó tocar por la belleza salvaje de sus laderas cortadas a pico y la roca desnuda que se perdía en los jirones de las nubes omnipresentes.

Más cercano y hacia la derecha se alzaba el Invisible, la cumbre vecina a La Escala, envuelta en las mismas nubes que ocultaban a su colosal compañero. Delante del Invisible, serpenteaban hacia ellos el Kahara y el Oressa, con su torturado Filo de agujas rocosas. A la derecha, más cercano, se erguía el Ventoso. Y entre él y ellos, tres vallecitos como terrazas escalonadas, cercados por murallas dentadas de basalto y granito. En el segundo se divisaba el reflejo inequívoco de una pequeña laguna congelada, un ojo plateado que en verano era de un azul profundo, rodeado por un anillo de vegetación boscosa ahora cubierto de nieve.

Andria oyó el suspiro de satisfacción de Vega. Aquel entorno majestuoso ofrecía una clase de paz que sólo podía hallarse luego de cierta exposición. La mente tendía a dispararse en presencia de tanta grandeza y era necesario refrenarla. Recordó su impresión al acceder por primera vez a una vista como la que ahora contemplaban. Había comparado su propio tamaño y su tiempo de vida, sus dimensiones humanas, con las de las montañas que la rodeaban. Se había sentido apabullada. Lo siguiente había sido visualizar el tamaño del Valle en un mapa global de Godabis, y con creciente pavor había ampliado la comparación al Sistema, la Fraternidad, la Galaxia, las hipergalaxias... Se había echado a temblar, luchando contra la urgencia de huir, correr ladera abajo y encerrarse en la seguridad del Sector Oriental y la casa que compartía con sus hermanas, donde todo se ajustaba en forma y tamaño a esa insignificante partícula subatómica que era ella en comparación con el Cosmos. "Estas experiencias nos brindan un efímero atisbo de la infinita Sabiduría Divina," había dicho Alphard, devolviendo a las muchachas a la realidad del momento. Y ellas habían asentido con fervorosa gratitud, aliviadas de poder sustraerse de la verdadera magnitud de lo que tenían ante sus ojos.

En el espolón expuesto al viento, Vega se movió y Andria apoyó un pie en el zócalo de roca, como si se dispusiera a saltar. ¡Nunca bajes la guardia!, se recordó a sí misma.

—Es un lugar donde resulta imposible dudar de la existencia de Dios —dijo él sin mirarla—. Porque fue Él quien concibió todo esto para que el Hacedor le diera forma, y la Madre, vida.

Su acento adquiría cierta rudeza en el dialecto de Tarazed. La misma palabra Dios, "Urgt", sonaba tosca y hasta grosera.

—Esta lengua nació en el séptimo planeta de Tarazed, Ntark —siguió Vega sin mirarla, sus ojos en las montañas ante ellos—. Un planeta pequeño de relieve accidentado. Un mundo de quebradas y desfiladeros, pura roca. ¿Has notado que es imposible describir un lugar llano de forma sintética en este dialecto?

—Hablamos según somos y somos según hablamos —terció Andria.

—Estamos hablando en un lenguaje escarpado como el terreno en el que nos encontramos.

Ella asintió en silencio.

—La cultura de ese mundo es una cultura de montaña. Su lenguaje nos acerca a sus particularidades intrínsecas.

La voz de Vega hacía pensar en una cabra saltando de roca en roca. Un dialecto abrupto para un mundo abrupto. Tenía sentido.

—El lenguaje surge como reflejo de las estructuras socio-culturales —continuó Vega—, y éstas obedecen a su vez al medio en el que se desarrollan. Es definido por lo que necesita representar. Comprender un determinado idioma permite al extranjero comenzar a salvar las diferencias idiosincráticas que lo separan del pueblo que habla ese idioma. —Hizo una pausa para permitirle asimilar sus palabras—. ¿Por qué crees que este dialecto acabó imponiéndose en todo el Sistema de Tarazed?

Andria se tomó un momento antes de responder. —Ntark fue elegido sede del Consejo del Sistema durante las Guerras de Tradiciones, por ofrecer infinidad de lugares protegidos naturalmente, lo cual facilitaba su defensa en el caso hipotético de un ataque. El contacto prolongado de políticos y comerciantes extranjeros con los nativos debe haber difundido el dialecto a los demás planetas.

—Eso es una tontería.

Andria no apartó la vista del Torreón del Oressa, sintiendo el disgusto hormiguear por todo su cuerpo. ¿Así que me considera una tonta?

Vega se incorporó y giró, enfrentándola burlón. —¿Ya vas a darte por vencida?

Ella asintió con un cabeceó breve, rígido. ¡Tonta sería si no reconozco mi propia ignorancia!

Vega sonrió. —Unos tres siglos antes del establecimiento del Consejo, nació en Ntark uno de los escritores más célebres de la historia: Rojtlek. Pero antes de transformarse en un clásico, Rojtlek se hizo conocido en su Sistema, y por algún motivo, nunca autorizó traducciones de sus obras. Su fama creciente encabezó todo un movimiento literario en Ntark, y los nuevos autores copiaron su costumbre de no autorizar traducciones. De modo que si en esa época querías ser considerado culto en el Sistema, debías conocer a fondo la literatura de Ntark. Y para hacerlo necesitabas aprender el dialecto. Así fue que cuando Ntark recibió al Consejo del Sistema, hacía décadas que su lengua era conocida en el resto de los planetas, por lo cual acabó siendo declarada oficial en los ocho mundos de Tarazed. —Se encogió de hombros—. Es lo que muchos llaman azar histórico.

Andria se obligó a sostener su mirada y él vio la comprensión iluminar su expresión hosca, reemplazando al disgusto. Entonces le tomó un brazo, presionando el punto exacto para inmovilizarlo del hombro a la punta de los dedos.

—Otra vez con la guardia baja, Andria —dijo, pronunciando su nombre con desdén.

Con un repentino movimiento giró, invirtiendo la posición de ambos. Andria se halló en el extremo del espolón que vibraba en el viento, un pie en el vacío y su punto de equilibrio desplazado al brazo inmovilizado que su Maestro sujetaba.

—Podría enviarte de cabeza al abismo sin que pudieras siquiera intentar evitarlo —dijo Vega con calma—. Las variables que acaban resultando determinantes son a veces las de menor importancia en apariencia. En este caso, podría ser una grieta en un guijarro que estoy pisando. Las inducciones lógicas suelen descuidar los detalles secundarios. Se centran en una determinada situación y pierden de vista parte del contexto. Es lo que impide que la historia sea una ciencia exacta. El error más frecuente de los estadistas es pretender aplicar la lógica matemática en asuntos humanos. ¿Comprendes a lo que me refiero?

Andria se limitaba a mirarlo aterrorizada. Vega le tendió la otra mano, que ella se apresuró a tomar, y la guió de regreso junto al peñasco. Le dirigió otra sonrisa y se alejó con el pelo flotando a su espalda. Ella cerró los ojos con una inspiración temblorosa. A partir de ese momento, cada abismo que enfrentara se llamaría "azar histórico" por el resto de su vida.

Las Hijas de SyndrahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora