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Elde Aornell — verano 1358

Lena nos guió por el sendero que nacía detrás del Taller de Carpintería. La seguimos en silencio, aunque conteníamos a duras penas la excitación. ¡Recoger frambuesas para hacer dulce! No teníamos la menor idea de lo que pudiera significar. Personalmente, para mí esas cinco palabras encerraban descubrimientos tan asombrosos como que "frambuesa" no era el nombre de un sabor, sino de una fruta. Y que el dulce se preparaba con frutas. Y que no hacía falta una máquina para prepararlo porque una persona podía hacerlo. Como sea, todavía en la ignorancia, la perspectiva de pasar la tarde con Lena en el bosque era motivo suficiente para que elevara mis más fervientes agradecimientos a la Madre por la súbita indisposición de la Maestra de Tejido.

Lena nos condujo hasta las estribaciones inferiores de la Colina, a un claro a orillas del Cauce Viejo donde un puente de piedra antiquísimo cruzaba el arroyo. Le tomó pocos minutos mostrarnos la fruta que debíamos buscar y enseñarnos a distinguir los frutos maduros. Nos organizamos en cuatro grupos y nos separamos, llevándonos un cesto cada una. Lena se sentó junto al agua, al sol sobre un tronco caído, con los cinco canastos grandes que habíamos llevado vacíos. Eran la medida de la cantidad de frutos que debíamos recolectar antes de la tercera plegaria.

Apenas hallamos una mata cargada de frutos, Loha se apartó en dirección al Cauce. Agachada frente a otra mata, Andria la vio pasar y me miró interrogante. Me encogí de hombros por respuesta. Loha no tardó en regresar con su cesta llena y siguió hacia el claro donde nos esperaba Lena. De nuevo con nosotras, señaló el arroyo.

—Estaré allí —dijo—. Hay más fruta que aquí.

Ilón y yo notamos el brillo travieso de sus ojos.

—Recuerda que tenemos prohibido cruzar el Cauce —advirtió Ilón.

Loha asintió, alejándose. —Soy responsable de mis actos y sus consecuencias —salmodió, burlona.

—Sé prudente —le dije, pero ya había desaparecido.

—Baisha me condene si es capaz de serlo —gruñó Ilón, volviendo a trabajar.

La imité suspirando. —La Estrella quiera que no se trate de otra de sus bromas —murmuré.

—Mientras siga sin gastárselas a Lune. Jamás comprenderé por qué viven peleándose.

Me encogí de hombros. —Cuestiones culturales.

Ilón iba a decir algo más pero frunció el ceño. Giré, siguiendo la dirección de su mirada. Loha se acercaba a todo correr, agitando su cesta vacía, para detenerse ante nosotras jadeante.

—¿Se acabaron las frambuesas, Ardilla? —preguntó Ilón con ironía.

Loha aguardó a que pasaran Xien y Zamir hacia el claro y se inclinó hacia nosotras con las mejillas arreboladas.

—¡Lo que acabo de ver! —susurró—. ¡Síganme! ¡Les mostraré!

—Tenías razón, Ilón. Es otra de sus bromas —gruñí sin dejar de trabajar.

—¡No es una broma! ¡Oh, Elde! ¡Ven!

—Antes explícame a qué viene tanto alboroto.

—He visto una muralla baja al otro lado del arroyo...

—El límite del Sector —dijo Ilón.

—Lo sé. Y hay una cabaña muy bonita junto a la muralla, en un claro del...

—La vivienda de las centinelas.

—¡Oh, cállate ya! —Loha se volvió hacia mí—. Vi a las centinelas, ¡pero no están solas!

Las Hijas de SyndrahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora