La puerta se cerró con un ruido sordo de hierro que despertó ecos en la lóbrega celda, apagando el rumor de pasos que se alejaban. Andria hundió la cabeza entre los hombros, encogiéndose en el rincón donde la dejaran caer las ayudantes de Pollux. Sintió el frío de la piedra, un frío húmedo que ganaba su cuerpo magullado con rapidez. Se hizo un ovillo, ocultando el rostro lastimado entre sus brazos. Sólo podía ser consciente del dolor. En la oscuridad de la celda de castigo, buscó angustiosamente algo que le permitiera escapar de ese dolor.
La imagen de una mujer menuda y serena acudió a su memoria. Bellatrix, la Maestra de Educación Corporal de esa Etapa. En su recuerdo, Andria se hallaba con sus hermanas y la Maestra en el mismo gimnasio donde Zamir acababa de morir. La voz más bien aguda de la Maestra regresó con el recuerdo. "El cuerpo reacciona tensándose ante estímulos como temperaturas extremas, dolor o miedo. Pero son sus mentes las que manejan las reacciones. Relájense, regulen su respiración para aceptar esas sensaciones evitando tensarse, y verán como sus efectos disminuyen." Andria revivió aquel momento con cuanta intensidad pudo. "Relájate. Mantén tu respiración pausada y profunda. Constante. Concéntrate en ella y olvida todo lo demás." Siguió esas instrucciones en la celda de castigo y el dolor disminuyó. Gracias, Maestra, dondequiera que estés.
A medida que superaba el aturdimiento, reparó en que esta celda parecía igual a la del Sector Occidental donde pasara varios días. Había sido su primer enfrentamiento abierto con Pollux, en aquel entonces por defender a Tirra de la brutal golpiza que la Maestra le estaba propinando. Una fuerte puntada en su costado la obligó a volver a concentrarse en su ritmo respiratorio. El dolor volvía a crecer, bombardeando su sistema nervioso. La espalda, los hombros, el muslo derecho, los riñones, las costillas... Alzó una mano con dificultad, sintiendo los músculos resentidos del brazo. Una costra húmeda pegoteaba su cabello a la altura de la coronilla. Tuvo el recuerdo fugaz del bastón de una auxiliar de Pollux alzándose hacia ella.
Debía dar tiempo a Xien para que se alejara del Campo y, de ser posible, pusiera en guardia a las demás para que ninguna otra pudiera ser castigada: tres jaquecas eran más que suficiente para la Asistente en un solo día. Más incidentes podían ocasionar castigos colectivos y no se podían arriesgar a tanto con Pollux involucrada. De modo que decidió resistirse cuando quisieron sacarla del Campo de Deportes. Su actitud había enfurecido a Pollux, por supuesto, y había ordenado a sus dos auxiliares que redujeran a la rebelde a cualquier costo. Cuando al fin la arrastraron fuera del Campo, no había rastros de Xien ni se veía nada inusual en las seis casas que ocupaban las Aprendices. Al menos conseguí distraerla lo suficiente, pensó con amargura. El dolor en su pecho le impedía siquiera tentar una sonrisa para saborear aquella victoria triste e inútil que ella pagaría en esa celda. Como Lune y Vania en alguna celda vecina. Y Zamir murió a pesar de todo.
¿Cuánto tiempo la tendrían allí? Seguramente la Asistente lo había dicho, como corolario de su furibundo sermón, pero Andria no la había escuchado. Sostenida por las dos auxiliares, un bulto inerte de dolor y magullones, la voz de la Asistente había resbalado por sus oídos. Andria sólo podía preocuparse por respirar, sintiendo los ojos feroces de Pollux fijos en ella desde atrás de la airada Asistente, mientras ella le rogaba a Syndrah que la mujer callara de una buena vez. Luego las auxiliares la habían cargado escaleras abajo hasta esa celda.
Sintió una sed abrasadora que le quemaba la garganta y las entrañas. Sabía que no le habían dejado agua. Estar pendiente del dolor y la sed sólo me debilita. Debía distraerse, encontrar otro foco de atención. Pero lo único que reemplazaba el dolor era la imagen del rostro devastado de Zamir contraído en el instante final. Rezar ayudaría. Recitó para sus adentros la plegaria que ella y sus hermanas compusieran años atrás, mas la opresiva soledad de la celda le robaba todo sentido. Ella era fuerte con sus hermanas. ¿Cómo recuperar esa fuerza aislada, encerrada?
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Las Hijas de Syndrah
Science FictionFueron arrancadas de sus hogares y recluidas en el Valle Sagrado, donde las sometieron a una disciplina rigurosa y hasta cruel. Ocho años más tarde, Andria y sus hermanas enfrentan el último desafío para ser consagradas Altas Sacerdotisas de la Orde...