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Loha Taahni — otoño 1361

—Escuché que en el Sector Septentrional hay hombres.

Tres pares de ojos se volvieron hacia mí con diferentes expresiones.

—¿Y qué hay con eso? —preguntó Xien, bajando la vista hacia su macrodisco, que a juzgar por su lomo era, para variar, un tratado de botánica.

—Fue sólo un comentario —murmuré, volviendo a atender a mi telar.

La reacción de las demás cada vez que mencionaba el tema no dejaba de molestarme, porque lo eludían como si no existiera. En general toleraba sus evasivas y sus respuestas mordaces, pero esa noche no les iba a permitir cambiar de tema. No luego de lo que ocurriera esa tarde.

Luego de reunirnos con Lena fuimos al Taller, y aprovechamos el viaje para corrernos hasta el molino en busca de grano para los corrales de ambas casas. Cuando entrábamos al molino vimos tres personas que llegaban por el bosque desde el norte. Y Baisha me condenara si no eran hombres. Enseguida recordé la mañana, dos años atrás, cuando había cruzado el Cauce Viejo. En aquella ocasión también habían sido tres los hombres que viéramos, y la coincidencia de número no dejó de llamarme la atención.

Se lo hice notar a las muchachas, pero replicaron con sus pullas habituales y acabé enfadándome con ellas. Pero cuando salimos alcanzamos a verlos con claridad, y los reconocí sin vacilar: el alto rubio, el más bajo de pelo corto y el pálido de pelo largo negro que nos cortara el paso en el bosque. Se habían detenido frente a los establos y hablaban con una auxiliar. Las muchachas no pudieron más que admitir que había tenido razón desde un principio. Y Dirmale y la Dorada apuraron el paso y me arrastraron tras ellas como si Baisha las persiguiera con Su Hacha.

Por eso esa noche volví a sacar el tema. Sus reacciones me habían resultado llamativas, y quería saber por qué habían tenido ese impulso de huir de ellos.

Munda revolvió una vez más la comida sobre el fuego y se volvió hacia mí con una mueca de aburrimiento.

—Hace cinco años que te escucho hablar de lo mismo, Ardilla —dijo—. ¿Qué es lo que te llama tanto la atención? ¿Para qué quieres hombres?

Me encogí de hombros. —Cuando dejemos la Escuela vamos a tener que tratar con ellos todo el tiempo, incluso dentro de la Orden. Y a excepción de mi padre y mi hermano, a quienes no sé si reconocería ahora, he tratado con uno solo en toda mi vida. Y digamos que fue en una situación bastante particular. Me pregunto cómo son, cómo piensan, qué actitud debemos tomar ante ellos. Pero hablar de hombres aquí es lo mismo que hablar de cruzar a pie la Galaxia. Y eso no se condice con la realidad.

—No con la realidad exterior —terció Xien sin interrumpir su lectura—. Pero sí con la realidad de la Escuela, que de momento también es la tuya.

—A pesar de todo, Loha no está equivocada. —Era de esperar que Elde me defendiera, aunque no dejó de sorprenderme—. Al fin y al cabo, son el cincuenta por ciento de la humanidad, ¿no? Cuanto sabemos de ellos es que su idiosincrasia y su fisiología son diferentes que las de las mujeres. No estaría mal contar con un poco más de información antes de salir al ruedo y lidiar con ellos a diario.

El suspiro de Munda cuando trajo los platos a la mesa hizo sonreír a Xien, que finalmente hizo a un lado su macrodisco.

—Una vez Lena nos explicó la razón de nuestro aislamiento, y con el tiempo todas acabamos coincidiendo en que el argumento es válido: pasamos aquí nuestra adolescencia, que es el momento en que nos hacemos fértiles y el deseo sexual despierta de forma consciente en el ser humano. Debemos aprender a manejar el poderoso bagaje energético que implica el sexo antes de entrar en contacto directo y asiduo con los dichosos hombres. Estar en contacto con el sexo opuesto sólo nos distraería.

Las Hijas de SyndrahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora