Andria se echó el manto sobre su ropa de escalada y se acurrucó bajo una cresta que la protegía del fuerte viento sur que soplaba en el filo. Un temblor incontenible recorría todo su cuerpo, y sentía que el corazón ya no le latía en el pecho sino en la garganta. No había querido mirar atrás al llegar allí, tampoco preguntarse adónde conducía aquel tortuoso reguero de rocas. Sólo deseaba cerrar los ojos, intentar reducir la velocidad febril de su mente, lograr que el miedo dejara de ahogarla.
Pero no podía evitar que las imágenes de lo que acababa de pasar en la pared la asaltaran como el oleaje de un mar tormentoso. Costaba creer que todo hubiera sucedido en unos pocos minutos. El tiempo era un capricho subjetivo. En ningún momento se preguntó por qué Vega había provocado aquella situación. Lo que importaba era para qué, y sabía que lo comprendería a su debido tiempo. Tendría que relajarme, pensó, mas le resultaba imposible regular su respiración para comenzar el ejercicio. Debo hacerlo, insistió, disgustada. Llegué hasta aquí, de modo que concluiré como es debido.
Sus brazos liberaron las rodillas y la espalda buscó una mejor posición. La primera inspiración fue temblorosa, entrecortada, aunque lentamente ayudó a su consciencia a alcanzar ese estado que ella solía llamar "de suspensión".
Así la encontró Vega, que se acercó sin ruido luego de montar la tienda y se acomodó en silencio a su lado. Andria percibió su proximidad de inmediato, el tibio flujo de su presencia, pero no interrumpió su ejercicio. Él no hablaría hasta que ella hubiera concluido, y en ese momento le habría resultado casi imposible sustraerse a la corriente interna en la que se había sumergido. Vega se envolvió en su manto también y no tardó en abstraerse en su propio ejercicio de relajación. Como un eco lejano, Andria sintió que su flujo se retiraba y pudo terminar de concentrarse, volviéndose de lleno hacia el umbral al que su consciencia había arribado y que demandaba toda su atención.
Su mente, que hasta entonces se moviera contra un telón negro, se llenó de formas y colores que no tardaron en definirse. Ella sabía que cada imagen representaba un sentimiento aún reprimido, y que debía utilizarlas para restaurar su equilibrio emotivo sin estallidos violentos. Estudió los reflejos de sus sentimientos uno a uno y trabajó en ellos con cuidado infinito, sin importar cuánto esfuerzo demandara. Modificó las imágenes, las suavizó, las armonizó. Tenía noción de que el tiempo transcurría mientras ella trabajaba, pero le habría resultado imposible precisar cuánto.
Así fue abriéndose paso en aquel vasto campo mental para llegar a las emociones de mayor peso y complejidad, hasta que sólo quedó una por enfrentar. En ese momento se concedió un respiro. Lo que en un principio fuera un laberinto engañoso ahora era un camino claro y recto a sus espaldas. Pero alcanzar ese punto le había insumido un enorme caudal de energía. Se sentía agotada. No quería abocarse en esas condiciones a la imagen que más atención y cuidado exigía: su miedo al descubrirse sola para afrontar un peligro de muerte.
Mientras su nivel de energía comenzaba a recuperarse, estudió algunas ramificaciones de esa representación. La mayoría de ellas involucraban a su Maestro. Una de ellas la remitía a la primera mañana de aquella travesía. Él la había derribado y le decía: "Soy y seré tan peligroso como sea preciso. Y eso significa que podría resultar mortal para ti." Bien, no podía acusarlo de no habérselo advertido. Sin embargo, ese aspecto de sus emociones iba a precisar bastante trabajo.
Fue entonces que percibió que el flujo de energía de Vega volvía a crecer, lenta y sostenidamente, alcanzándola en el peldaño intermedio de consciencia en el que ella se encontraba. Supo que el momento de hablar había llegado. Su ojo interior contempló una vez más el trayecto recorrido y esa imagen distorsionada y turbia que aguardaba solución. ¿Tal vez ahora tenga a bien orientarme? Reconoció al instante que sus pensamientos aún estaban empapados por aquella imagen. Había levantado las primeras barreras que la mantenían bajo control, y ahora su sombra se proyectaba hacia otros lugares de su mente. Debía tener cuidado al dialogar con su Maestro para evitar que lo que él dijera no la alcanzara a través de esa sombra engañosa.
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Las Hijas de Syndrah
Science FictionFueron arrancadas de sus hogares y recluidas en el Valle Sagrado, donde las sometieron a una disciplina rigurosa y hasta cruel. Ocho años más tarde, Andria y sus hermanas enfrentan el último desafío para ser consagradas Altas Sacerdotisas de la Orde...