4.

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Enrique

—¿Ya había venido a Canadá?— me preguntó, estabamos caminando en un parque con las manos en los bolsillos y tratando de soportar el frío.

De vez en cuando pateaba la nieve e imaginaba varios tipos de muñecos de nieve.

—Sí, tres veces— lo miré y sus mejillas estaban ligeramente rosas.

—Entonces, no necesitas un guía.

—Bueno, nada como conocer Canadá con un guía canadiense.

—Tal vez tengas razón — frunció el ceño negando con la cabeza.

—¿A dónde vamos?

—Primero iremos a la galería nacional, luego al canal Rideau, después a comer, a caminar y a cenar.

—Oh, está bien.

Al llegar a la galería la recepcionista se sorprendió un poco al ver al ministro, se paró de su asiento y desabrochó uno de los botones de sus camisa lo que hacía que su busto resaltara. No sé si era yo pero parecía que la recepcionista estaba ligando con Justin.

—Primer ministro, que sorpresa tenerlo aquí.— salió del cubículo y estrechó su mano.

Su mirada se dirigió a mi y un gesto de asco, si así le puedo llamar, se posó en su rostro.

—Buenas tardes, desearíamos entrar a la galería.

—Claro, siganme.

Miré hacia el techo el cual estaba hecho de cristal, me imaginé un pájaro chocando con el cristal y solté una risa.

—¿Qué pasa?— me preguntó el primer ministro con una sonrisa.

—Oh, nada— reí de nuevo cosa que agrandó su sonrisa.

La guardia del ministro venía detrás de nosotros con un semblante serio.

—Puedo ser su guía, si usted quiere— habló la recepcionista puta.

—Prácticamente crecí en este museo, lo conozco como a la palma de mi mano, pero gracias— mi hermoso Justin negó, cosa que desilusionó a la recepcionista.

—Mi nombre es Sharon... si me necesita— prácticamente huyó de ahí y regresó a la recepción.

—¡Listo! se fue— me dijo el ministro.

—¿En serio creciste aquí?— pregunté mirando las primeras pinturas que se podían apreciar.

—La verdad es que no, sólo he venido como 3 veces.— reí por su repuesta—¿Qué?

Río conmigo.—Entonces ¿por qué no aceptaste que ella nos guiara?

—Te estaba mirando muy mal ¿no lo notaste?— se me hizo súper tierno que se preocupara por mi.

—No importa.

—A mi me importa.— me sonrió y sonreí como respuesta— ¿vamos?

—Vamos.

Levantó su brazo y lo puso encima de mis hombros, haciendo que yo me acercara a él. Lograba oler su colonia, tenía un olor a hombre que no se que hacía en mi pero me encantaba.

Caminamos mientras veíamos varios tipos de obras, a veces nos quedabamos contemplando alguna, en silencio, me sentía como si nadie estuviera al rededor, sólo nosotros, su rostro era hermoso.

—¿Quieres ir a otro lugar?— escuché que preguntaba Justin, mi boca quería responder pero al parecer mi cerebro no daba esa orden.— Si quieres nos quedamos.

"Tierra llamando a Enrique" mi conciencia empezó a hablar... "Contesta, estúpido".

—Oye. ¿Qué pasa?—preguntó preocupado. Era la persona que más se había preocupado por mi, a parte de mis padres.

Y por fin mi cerebro respondió.

—Nada— respondí. —Eh, sigamos viendo la galería.

—Como usted desee, presidente— cuando dijo eso, me sentía de gelatina, con que él sonriera hacía que me derritiera.

Continuamos caminando viendo las obras.

Definitivamente algo me pasaba y no sabía que era, pero tenía que ver con la hermosa persona que tenía junto a mi. Lo miré y sonreí, el también hizo lo mismo. Me sentí como una niña de 15 años enamorada, como dije... su sonrisa me derretía.

 su sonrisa me derretía

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Amor sin fronteras. [Enrique Peña Nieto & Justin Trudeau]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora