25.

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Justin

Luego de que fueramos al Castillo fuimos a otros lugares más hasta que llegó la tarde y regresamos a la casa de mi novio.

Al entrar nos encontramos a una mujer rubia y alta, él la saludo y me la presentó como su esposa, pero me dijo que ese título ya no era válido en ellos, ahora sólo eran amigos.

Fuimos a su habitación y nos acostamos en su gran cama, nos quitamos los sacos y los zapatos, estuvimos un rato en la misma posición, su cabeza sobre mi pecho y su mano envolviendo mi cintura, él es tan pequeño, yo jugaba con su pelo, que antes tenía gel pero lo quité de tanto agarrarlo, ahora tenía las manos ligeramente pegajosas.

Su mano sacó mi camisa de mis pantalones y se escondió dentro de la tela, movió su dedo círculos sobre mi piel y yo cerré ligeramente los ojos, escuchaba música clásica de fondo, que Enrique había puesto hace un rato.

Le puse atención a la canción en lo que la mano de mi novio iba hacia mi entrepierna, abrí los ojos, vi su acción y los volví a cerrar, suspiré suavemente y tragué saliva.

Su mano siguió acariciando mi miembro sobre la tela del pantalón y al parecer no le bastó pues después desabrochó mi pantalón lo bajó hasta mis rodillas e hizo lo mismo con mi bóxer, ahora sentía su mano sobre mi piel, la piel de mi pene que ya estaba un poco duro, toda su cavidad bucal cubrió mi miembro y mi mano que antes estaba acariciando su cabello ahora lo sujetaba con fuerza y hacía que Enrique no dejara de lamer mi pene.

Escuché como tosió y lo solté, mi pene había tocado su garganta, él tragó saliva con un poco de dolor y frunció el ceño.

Me miró y habló, pero su mano no dejó de subir y bajar tomando mi pene.

—Calmate— luego de hablar su boca regresó a mi pene y ahora mis dos manos tomaron su cabeza y pararon su trabajo, mis caderas subieron penetrando su boca con rapidez hasta que él volvió a toser.

Me miró con los ojos entrecerrados y yo le sonreí, el hizo lo mismo y rodó los ojos, mis manos fueron atras de mi cabeza y Enrique siguió lamiendo mi pene, luego de unos minutos lo separé de mi miembro y tomé con fuerza su mandíbula, tomé mi pene y lo masturbé, mi dedo abrió la boca de Enrique y él lo lamió, yo lo veía mientras que me tocaba, toda su cara me excitaba, saqué mi dedo de su boca y agarré con fuerza su cabello y el frunció el ceño y abrió la boca ligeramente con excitación.

Y esa expresión hizo correrme en mi mano, seguí tocando mi pene y lo besé.

Vaya no sabía que las mamadas se disfrutaban con Ludwig van Beethoven de fondo.

—Me excitas mucho— dije sobre sus labios y lo volví a besar.

—Ya lo noté— sonrió y mi mirada se fue a mi mano tomando mi miembro, llena de semen.— hay que bañarnos para la cena.

Asentí. Nos quitamos la ropa y luego fuimos al baño, lavé mi mano que estaba llena de semen, después nos metimos a la regadera y nos bañamos.

Al salir nos vestimos, nos peinamos y nos besamos por un rato, salimos de la recámara y nos dirigimos a la sala, vimos a unas señoras terminar de cocinar, cuando terminaron Enrique les dijo que ya podían retirarse a sus casa.

Angélica llegó a la sala platicando con Raúl y Manny, abrimos una botella de vino y otra de whisky, tomamos por un rato y reímos por historias que Angélica contaba de Enrique, y él sólo estaba un poco apenado, pero también estaba riendo.

Las botellas se fueron acabando pero abríamos más, cuando eran las 11:55 Enrique dijo que iría al baño, subió unas escaleras hacia su habitación y lo perdí de vista, en menos de un minuto él regresó y luego una alarma sonó.

—Bueno, ya es 25 de diciembre, Navidad — dijo Enrique que se había parado con su copa en la mano, que estaba llena de vino—... Esta es la primer Navidad sin Paulina y aunque ella ya no esté con nosotros físicamente siempre la tendremos en nuestros corazones, es una Navidad feliz, porque ella así lo hubiera querido, que estuviéramos felices y unidos a pesar de las circunstancias, éste año se unió una persona importante para mi a la cena y no puedo estar más feliz de que esté aquí, que por cierto, es su cumpleaños...

Hizo una pausa en la que sacó una pequeña caja roja, y me la dio, la abrí y saqué una pulsera de oro con una letra "E", noté que él tenía una en su muñeca que tenía una letra "J".

—Sé que no es mucho pero te la doy con mucho amor.

—Y significa mucho para mi— le sonreí y él se ruborizó un poco y luego siguió hablando.

—Emtonces brindo por mi hija, por que estamos unidos, por el amor y pues por la Navidad.

—¡Salud!— dijimos los cinco al mismo tiempo alzando nuestras copas y luego tomando un trago de estas.

—¡Y ahora a cenar!— dijo Angélica.

La noche se pasó mientras que cenábamos, tomabamos y reíamos, definitivamente uno de los mejores días de mi vida.

La noche se pasó mientras que cenábamos, tomabamos y reíamos, definitivamente uno de los mejores días de mi vida

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Amor sin fronteras. [Enrique Peña Nieto & Justin Trudeau]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora